4. Deseo

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Arizona no tardó en perder los nervios aquella noche. Después de una cena tranquila y varios ataques indirectos por parte de Calliope y Cristina, todos estaban demasiado cansados para seguir la velada. Había subido a su habitación, se había duchado y al escuchar un ruido en el pasillo se asomó con curiosidad. Cristina hablaba con Callie en un extremo del pasillo. Llevaba un fino picardías de satén y sus pechos amenazaban con saltarle a la cara en cualquier momento. Cuando la vio acariciarle la cara y descender con su mano por su pecho se llenó de ira. Dio un portazo y se metió en la cama enrabiada. Callie entró a los pocos segundos y la observó.

—¿Se puede saber qué demonios te pasa? —le dijo.

—Esa mujer... ¡La odio! —gritó—. No deja de contonearse, de provocarte una y otra vez. ¡Y yo no puedo decir nada!

Callie soltó una tremenda carcajada y se puso sobre ella, le cogió la cara con ambas manos y la levantó hacía sí.

—Estas muy mal acostumbrada mi princesa... De todas formas, no sé qué será peor, si sus provocaciones o tu cara cuando viste a George en todo su esplendor.

Se ruborizó ofuscada e intentó apartarse de C.

—Tranquila, sé que no es su polla lo que te llamó la atención, lo que me resulta irónico es que te puso a cien el hecho de que el muchacho fuera igual que tú... Te conozco tanto, mi amor...

—Eso no es cierto —dijo—. ¡La odio!

—Princesa. Siempre te he dicho que seas franca conmigo —musitó—. Voy a preguntártelo una vez más. ¿Te ponía ver a George?

—No —dijo con seguridad.

Callie movió la cabeza y se rió.

—Sabía que me dirías eso. Por eso mi amor, hablaba con Cristina —dicho
esto cogió su brazo y la sacó de la cama—. Como note en ti una mínima muestra de excitación, seré implacable contigo, Arizona.

Salieron de la habitación y la arrastró hasta el final del pasillo, entró sin llamar a la puerta y la dejó en mitad de la alfombra situada a los pies de la cama. George estaba en un extremo de la habitación de rodillas y al ver a Arizona se sobresaltó. Cristina se peinaba la melena frente al tocador y soltaba las finas horquillas que previamente sujetaban el sombrero.

—Vaya, la damita niega lo evidente por lo que veo —dijo sin mirar y eso
acabó de sacar de sus casillas a Arizona—. Ven, mi amor, acércate aquí. — George gateó hacia ella y se quedó a su lado mientras le acariciaba los bucles—. Tu Señora siempre gana por mucho que lo provoque, mi intención querida, era que pasaras algún momento con mi precioso George, eso me excitaría...

Calliope se dejó caer en la butaca más próxima y dirigió una mirada de despecho al joven George. Cuando Arizona escuchó aquello recordó las palabras de George en el jardín.

—Pero de momento, como siempre —Cristina seguía con su oratoria— para ganarme sus favores tengo que darle algo a cambio y dado que niegas rotundamente que no te gustaron mis juegos serás testigo directo de mi premio.

Se levantó y chasqueó los dedos para que el chico subiera a la cama.

—Es muy simple —continuó—. Mi chico se ha portado bien, así que gozará de mis favores y tú querida, serás testigo de ello.

De un saltó casi gimnástico subió a la cama y con destreza ató las manos de George al techo de madera que recubría la cama, el joven quedó de rodillas, en mitad del lecho y con los brazos en alto y las piernas separadas.

—Siempre me ha gustado esta habitación por esta maravillosa cama —dijo alegremente.

Arizona permanecía en el suelo delante de Callie, su fino camisón apenas la tapaba el final del culo así que con timidez lo bajó torpemente cuando esta tiró de ella para colocarla entre sus piernas. Cristina estaba de pie en la cama y ahora vendaba los ojos al chico. Otra vez su miembro relucía imponente frente a ella.

~La iniciación~ (Calzona +21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora