10. Balance

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—¡No! —gritó angustiada—. No puedes hacerme eso Alex , no puedes obligarme a...

—Claro que sí puedo, vas a mear en el jardín. Y solo cuando termines te dejaré entrar en casa, es más se me pone dura pensar en ello, si te digo la verdad nunca vi una mujer orinar a cuatro patas debe de ser... sublime... ¡Vamos! — Silbó con sorna—. Un dos, un dos.

Era horroroso, no se cansaba de repetirlo una y otra vez. ¿Cómo eran capaces de aquello? Orinar en el jardín. ¿Y luego que más? La furia se apoderó de tal manera de ella que se imaginó varias veces coger la cadenita y estrangularlo lentamente. La miraba riéndose, dieron cinco vueltas a la casa y ella no estaba dispuesta a orinar allí como si fuera un perro, no le daría ese placer. A la décima vuelta ya no tenía fuerzas para pasar por el maldito caminito de piedras decorativas y se dio cuenta que tenía solo dos opciones, obedecer o levantarse rabiada y entrar en la casa con la consecuencia de la reacción de Callie y su fracaso. No... había llegado hasta allí y no iba a rendirse tan fácilmente.

—Está bien, Alex...

Se giró y la miró sorprendido.

—¡Va a mear!

Cerró los ojos y asintió con la cabeza. Estaba a punto de llorar de la
impotencia, no soportaba más aquel trato.

—Sí... pero no me hagas pasar más por las piedras... Te lo suplico...

Alex se cruzó de brazos con la boca medio abierta por la emoción y dejó de
masticar el chicle. Estaba ansioso por ver aquello.

—Espera, espera... —dijo emocionado— hazlo de cuclillas, que te vea
bien...

—Estás enfermo —musitó de nuevo agotada.

—¡Sí! —dijo con gozo—. ¡Oh Dios mío! ¡Sí! ¡Mi primera vez!

Arizona se colocó de cuclillas y obedeció. El tiempo que duró aquella tortura le pasó como si fueran diapositivas de una película, Alex con los ojos muy abiertos sin perder detalle, su inmenso bulto del pantalón emergió con la imagen como un monstruo amenazante. Ella se sentía horriblemente mal pero en cambio Alex la miraba fascinado ¡Lo estaba haciendo! ¡Sí!
Cuando termino la extendió un pequeño pañuelo de papel y Arizona se limpió.

De vuelta a casa lloraba humillada y atormentada. Él se quedó en la puerta pero no entró. Se dio la vuelta y la miró durante unos segundos hasta que se inclinó y la cogió por los hombros.

—Escúchame —le susurró con una fuerza inmensa—. Escúchame porque será la única vez que te lo diga.

Arizona se asustó por la pasión que emanaban sus palabras pero tenía la cara surcada de lágrimas y tuvo que limpiarse con la mano para verlo mejor.

—No te rindas... No lo hagas... Ella no fue capaz de pasar esto... ¿Lo entiendes?

Hablaba en bajo, sus ojos se movían velozmente y repasaban su rostro.

—No entiendo...

—Sigue adelante, puedes hacerlo...

—Vale —sollozó.

Le sonrió y se incorporó. Entró tras él nuevamente en el salón.

—Oh, nena, viniste a mi mundo volando... —frenó de golpe y la miró mientras le dirigía una sonrisa—. Mami... La cachorrilla ya está en casa... —dijo entrando en el despacho.

Podría explicar de mil maneras lo que sentía en aquellos momentos. Podría decir que era horrible, que jamás en su vida se sintió tan avergonzada como aquellos días, podría decir que después de cada prueba superada se sentía bien, orgullosa de pasar a otro día, a otro nuevo reto o como quisiera llamarlo Callie, a otro juego. ¿Y si lo lograba? ¿Cómo reaccionaría ella? Se partiría la espalda para que no la superara ¿O quizá deseaba más que ella que lo lograra? ¿Qué pensarían los demás? Alex la había ayudado. ¿Por qué? ¿Realmente la quería? ¿Le tenía la estima que parecía tenerle cuando abrió los ojos y se compadeció de ella?

~La iniciación~ (Calzona +21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora