Resaca

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Eran las 2:00 pm y Javier se encontraba en esos momentos en el baño de la casa de Juan, quien ya había llamado a donde su amigo y habló con don Arturo. Le dijo que Javier estaba algo enfermo y que llegaría tarde noche a casa. No pudo hablar con doña María, no se le daba bien mentirle a la mamá de Javier.

—Juan, ¿qué pasa en ese baño, que tu amigo lo ha acaparado por horas?—le pregunta el papá de Juan—Mirá que si el chavalo está enfermo es mejor que vaya al hospital. ¡Bonita cosa! ¡dejándome virus en el baño!—

—No, nada de eso Papá, es que anda con goma, y el bruto no sabe tomar— Le responde Juan.

—¿Sólo de goma? ah no creo, esos aromas que se filtran por la puerta es de otra cosa. ¿Aparte de vomito tiene diarrea?—

—¿Si verdad?, ya como que se puso hediondo mi bro...— Juan ya se estaba preocupando. Javier ya había devuelto todo lo que tenía en el estómago y estaba descompuesto en el baño.

El padre de Juan empezó a tocar la puerta del baño y al ver que no había respuesta decidió abrir con la llave. Y efectivamente, el muchacho se encontraba desmayado sobre el sanitario, afortunadamente el agua no le llegaba al rostro.

—¡Uy no ya se nos murió!—grita alarmado Juan.

—Ay no sea bruto, ayúdame a llevarlo al cuarto y vos me limpias éste baño, olvídate que alguien de la casa va a recoger este desmadre y con ¡cloro me oyó!—

Llevaron a Javier y lo recostaron sobre la cama de Juan. El señor tomó alcohol de fricciones y lo frotó por todo el cuerpo. Se llevó bastante rato, mientras en la cocina, el mejor amigo del mundo le preparaba un sobre de suero oral. Dos horas después Javier ya estaba mucho mejor, hasta un caldito de pollo se había tomado.

—Qué pena don Luis, yo le recojo el tiradero. Uy se me cae la cara de vergüenza con usted y su familia—

—Si claro, debería. Y esta es la primera y la última que usted me viene así a esta casa. Ni el Juan me ha hecho algo así—Salió de la habitación dejando a los dos muchachos solos.

—Mae Juan se me cae la cara de vergüenza—

—Tranqui, mi tata es así pero él no te va a agarrar entre ojos. Ya después de que LIMPIEMOS el baño, vas a ver que ni lo menciona de nuevo—

Javier le contó levemente lo que había pasado la el día anterior, sin mayor detalle. Así que para su amigo le resultaba difícil comprender el por qué de la exagerada reacción de Javier.

Cuando nuestro protagonista llegó a su casa, su madre lo esperaba en el portón de la entrada principal. Esa pobre señora no había tenido paz desde que le dijeron que su bebé estaba enfermo. Al ingresar, lo primero que le llegó a su agudo olfato fue el alcohol para fricciones. Dándose cuenta de inmediato que su hijo se había descompensado...puntos para don Luis, pensó Javier, así el olor que aun despedía de la borrachera se disimulaba bastante.

Luego de ser bombardeado por miles de preguntas y dejando la mitad claras y la otra mitad enredadas, se fue a su habitación y volvió a llorar. Ya en la soledad los recuerdos volvieron a su mente. Él no se consideraba una persona obsesiva pero, los mismos pensamientos iban y regresaba una y otra vez. No deseaba ir a trabajar, no en ese estado. Se las arreglo como pudo y habló por teléfono con su jefe sobre adelantar sus vacaciones. Le tomó algo de tiempo y buenos argumentos convencer al amable patrón, pero lo consiguió. Durante esos 15 días se la pasó en su habitación dándose lastima a sí mismo.

Un día antes de volver al trabajo escucha que llaman a su puerta...

—¡Rose! vaya que sorpresa...—En ese momento recordó que había olvidado avisarle a ella que se tomaría unos días libres— Uy Rose...yo—

Javier Un Carajo MísticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora