Soledad

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La casa se le antojaba demasiado grande, demasiado fría. Nunca antes, aquellas paredes le habían generado tanta ansiedad y desolación. Al recuento de los hechos Javier distaba mucho de ser el muchacho alegre que alguna vez fue.

Ahora nada lo motivaba a salir de su casa y luchar contra el mundo. Siquiera se tomó la molestia de presentar una renuncia formal a su trabajo de tantos años en la librería. Pero por consideración a su padre, el nuevo dueño del negocio lo despidió con todas las cargas laborales al día. Ese dinero le servía a Javier para gastos urgentes, solamente.

Rosemary llegaba dos veces por semana, llevándole varios "Topper" con alimentos para varios días. Su hermano Francisco se estaba haciendo cargo de los pagos de la casa tales como electricidad y agua. No estaba seguro si dejarle el internet o no a Javier pero al final pensó en que ese muchacho todo el día en casa y solo con la televisión convencional la iba a pasar muy mal. Así que se apiadó de él, y el muchacho siguió disfrutando del servicio de internet.

Evitaba salir a la calle, le daba vértigo cuando caminaba solo y su sentido de la orientación no era el mejor después de aquel fatídico día se le nublaban las direcciones. Una vez al mes, su querida cuñada lo iba a recoger a su casa en el automóvil y lo llevaba al servicio religioso en memoria de sus padres, servicio al que solo asistían él, Rosemary y Joaquín. En una de aquellas salidas se encontró con parte de su pasado, saliendo del templo.

—Vamos Javi, camina derecho. Si sigues viendo al piso te saldrá una joroba— le decía Rosemary como siempre. Esta vez decide hacerle caso y al levantar la vista observa cómo una mujer se acerca lentamente hacia su encuentro.

Primero no la distingue bien, aquella era una versión muy distinta a la Soraya que él recordaba. Tanto, que dudó que realmente fuera ella.

—Hola Javi...lamento tu pérdida— Aquella mujer que ahora se presentaba delante del muchacho era la sombra de la Soraya del pasado. Todos envejecen de distinta manera, pero se sabe reconocer cuando alguien lo hace con gracia y elegancia, este no era el caso. Afortunadamente su voz era la misma y gracias a ello no tuvo temor de llamarla por su nombre. Según ella le dijo, ha estado pendiente de él y hasta ese día tuvo el valor de acercarse para saludarlo.

—Cielos Soraya, que gusto verte después de tanto tiempo— dijo Javier con la sonrisa más natural que puso sacar.

Rosemary supo de quién se trataba aquella mujer. Nunca le había simpatizado pero pensó que quizá sería bueno para su cuñado— Hola niña, que tal. Mira mi nombre es Rosemary. Nosotros debemos irnos, debo llevar a mi hijo a sus terapias. Si quieres te llevamos y así aprovechan, conversan y se ponen al día—

Soraya se notaba nerviosa pero estuvo de acuerdo. Quería hablar con Javier de muchas cosas.

— ¿A dónde los llevo?—

Javier no quería ir a ninguna parte que no fuera su casa— ¿Soraya quieres ir a mi casa?, creo que debo tener algo que ofrecerte—

—Bueno si no es mucha molestia me encantaría—

—Está decidido, vamos— Rosemary se sentía positiva por aquel encuentro.

De camino a su casa, mientras iban en el auto, Javier quiso romper el hielo y preguntarle algunas cosillas.

—Hey y ¿hace cuánto estás en el país, creí que te vería antes?—

—Pues fue cuando te dije, hace dos años. Pero no vine antes como te escribí por que debía arreglar algunas cosillas— Esas cosillas que la mujer debía arreglar no eran tan insignificantes. La situación al llegar al país no era la mejor, sus padres luchaban por salir adelante y poco a poco lo iban logrando. Pero ella llegó acabada, su estadía en prisión le cobró una factura muy cara. Su físico había cambiado mucho y los años no habían sido benévolos con ella. Pero la "cosilla" que más la acomplejaba y detenía su impulso por buscar a Javier, eran sus dos dientes delanteros. Tuvo un pequeño "incidente " en prisión. Y los perdió, Un diente posterior...no hubiese sido problema, esos los pierde cualquiera y no se ven mal. Pero uno delantero era vergonzoso para ella, y peor en este caso que eran los dos. Todo este tiempo estuvo ahorrando para ponérselos en porcelana. Era un procedimiento costoso y debía ahorrar mucho dinero.

Javier Un Carajo MísticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora