"Detrás del Palo"

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Lo pensó un par de segundos antes de decidirse por usar calzado o seguir descalza. Optó por unos zapatos para escalar de los que les llaman "burros" A pesar de sentirse cómoda sin ellos, la tarde estaba enfriando y ella no era de acero.

Mientras Nayuribe buscaba un suéter y algunos zapatos para Javier, a quién el ganso le destrozó los que llevaba y algo para abrigarse, el muchacho se deleitaba observando las fotografías de la pared, todas enmarcadas y con las fechas de cuando fueron tomadas. En la mayoría de las fotografías aparecía Nayuribe de pequeña y adolecente. En todas sonreía mucho. Buscando un poco más encontró la foto de quién podría ser la mamá de ella. La mujer de la foto aparentaba estar próxima a dar a luz, de estatura baja, podría llegarle al pecho a la hija pues la estatura la heredó del padre. En el rostro de aquella mujer era notorio que no era feliz.

—¿Qué te parecen mis fotografías?— preguntó Nayuribe, quién regresaba dónde Javier, trayendo consigo lo que andaba buscando.

—Todas están muy lindas y se ve que eras una niña muy feliz—

—¿Si verdad? esa era la idea, verme feliz...¿Nos vamos?—Javier se colocó los zapatos y el abrigo, pero se quedó meditando sobre lo que ella acababa de decir. ¿Fingía ser feliz para agradar a su abuela? ¿Quizá para agradarse a ella misma?

Al salir de la casa, el dichoso ganso tuvo todas las intenciones de atacar de nuevo, pero al verlo acompañado por la mujer decidió dejarlo ir ileso. Tomaron un sendero algo oculto entre los laureles y las caobillas, el viento frío llevaba humedad lo que impulsaba a Javier a abrazarla para calentarse un poco, pero algo le decía que aún no era el momento.

—Javier, ¿Estás cómodo en mi compañía?—

—Vieras que es algo que no comprendo ni yo mismo, pero sí. Dirás que estoy loco pero si me dices que sí, me caso contigo pero para ayer— Dejó salir aquellas palabras a las que en el pasado les había huido cual si fueran dichas por el demonio. Esperó la reacción de la mujer, y como cosa curiosa no tenía miedo de que le dijera que estaba loco. Algo en ella le daba confianza pero aún no sabía lo que era.

—Bueno Javier, no necesito un papel o un anillo para unirme a ti. Lo que pido es que seas tú y me aceptes tal cuál soy yo— Se miraron por un momento, en los ojos de cada uno se notaba la claridad de la sinceridad. Aquellas palabras dichas por Nayuribe, en sus labios era todo lo que en otros labios le parecía una mentira mas no en los de ella — He soñado contigo desde que tengo memoria y estoy segura de que desde que nací aunque no tengo noción de ello, sólo lo sé. Mína me ha hablado desde niña que yo estaba destinada a encontrar a una persona, aquella quién viajó a mi lado en el camino al nacer, no sabía si eras hombre o mujer, pero me alegra que seas hombre—

—¿Si no sabías que era hombre, entonces cómo eran tus sueños?, la verdad todo esto es muy confuso. Es más, está muy injusto todo esto. Vos sabes todo y yo nada, me siento muy tonto— Se detuvo y llamó a Vida para acariciarle la cabeza, esta vez la cabra le permitió ser mimada. Lo vio muy tribulado como para hacerle otro desprecio.

—Tengo la suerte de tener a Mína, de no ser así yo tampoco sabría nada. Vamos no te pongas así. ¿Quieres saber de mis sueños? Siempre soñaba lo mismo; que estaba flotando, y todo era oscuridad. Mis ojos permanecían cerrados pero a mi lado estaba esa persona. Cómo un calorcito agradable. Y no solo sentía el calor, también sentía tu tacto, especialmente en mi cabeza, creo que jugabas con mi cabello—

—¡Wow!, creo que acabo de tener un recuerdo en la piel Nayuribe. Creo recordar ese calorcito y...—Javier extendió su mano para tocar su cabello pero ella lo detuvo.

—Javier, no aún no. No puedes tocarme el cabello...—Él se detuvo en seco—No es por ser grosera o por qué no quiera que me toques el cabello, para nada...todo lo contrario pero debemos seguir un protocolo para romper la maldición—

Javier Un Carajo MísticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora