Atando Cabos

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Después de salir de la sorpresa inicial, Juan procede a presentarlos a todos. Josefina y Marcos los padres de Laura, Keylor, Bernardo y Esteban los hermanos, Lucía y Mayela las hermanas menores y cada quién llevaba al menos uno o dos niños de la mano o en brazos. Aquello era tal mar de gente y de nombres que Javier empezó a sentir vértigo. ¿A qué vino tanta gente a recibirlos?

—Hey Juan lindo recibimiento pero ¿por qué tantas molestias? que pena—

—Ah no, no mi hermanito, no sienta pena. Todos andábamos viendo la mejenga y se quisieron quedar a recibirlos después de que acabó—

—Bueno genial entonces ¿Y dónde tomamos el auto bus a tu casa?—

—Bueno si hay uno pero pasa cada dos horas. Es qué es una calle poco habitada y no es necesario un servicio de bus continuo. Pero solo son tres kilómetros, vamos caminando—

Javier se mostró notablemente sorprendido, tanta gente y tanto niño caminando tres kilómetros hacia la casa. Aquello le parecía ilógico, pero aquel lugar era distinto a donde él vivía así qué ni una palabra más y puestos todos al camino. Las chicas se fueron caminando junto a Laura y de paso le ayudaron a cargar a los niños, aquello les parecía divertido, casi cómo irse de romería hacia Cartago pero en menor escala.

Juan y Javier iban rezagados para poder platicar con tranquilidad pero era casi imposible pues los tres hermanos de Laura eran algo hiperactivos y súper bromistas a lo que los chicos no podían concentrarse en la plática, se fueron rezagando cada vez más. Juan le sacó un resumen detallado de los hechos para llegar a este punto de la historia. Juan reía comyo loco imaginado las posibles situaciones a las que se estaba exponiendo su amigo viajando con esas dos mujeres.

—Mirá Javier ya hablando al chile, eso que te pasó cuando fuiste por el cantones y te encontraste de Sofí, ya te había pasado antes—

—¿Vos te acordás? pero sólo un par de veces...creo—

—Vos tenés algo carambas, no sé, algo que tiene que ver con el sentido de la orientación. Siempre salíamos juntos y cuando yo no podía acompañarte buscabas a alguien más pero rara vez te las veías solo. Es más y pensándolo bien, por eso te buscaste ese brete en la librería. Esa era una ruta conocida. Tus tatas te llevaban ahí desde carajillo, por los regalos navideños, los uniformes escolares, materiales para los trabajos. El camino te lo tenias bien conocido—

Javier abrió sus ojos llenos de asombro, una luz le iluminó parte de su pasado y el porqué se limitaba a tantas experiencias u oportunidades de salir adelante.

—Ahhh Bro...y ¿vos te habías dado cuenta antes? ¿por qué hasta ahora me lo dices?—

-No sea baboso Javier, vengo juntando los cabos sueltos aquí con vos. Son cosas que cuando sos joven y bello ni piensas-

—Cierto, creo que Rose me puede ayudar con eso. Conoce a tanto especialista que parece guía telefónica—

—Eso ya ni se usa, ¿vos te acordás lo gruesas que eran antes?—

—¡Claro! de ahí sacábamos papel para los trabajos de industriales—

—Cambiando de tema mi ilustre místico...¿Qué harás con la casa?—

—Pues voy a dejar que Francisco me siga pagando los gastos básicos de mantenimiento, él me dijo que iba a mantener esa casa por un año, mientras paso el duelo y por consideración a qué fui yo quién cuidó a los viejitos hasta el final. Después de eso debo decidir qué hacer. Si la vendo me da una buena tajada, si me la dejo debo ver como la mantengo, y es qué, es bien grande para mí solo. Creo que sí se la voy a vender y con lo que me pague me compro algo más pequeño sólo para mí—

Javier Un Carajo MísticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora