Javier Un Carajo Místico

Pesadilla

" Mirara dónde mirara, todo era oscuridad. Su pecho era estrujado por dos manos muy fueres pero invisibles que aunque trataba de escapar de su agarre le era imposible.

Cuándo su aire se le iba acabando sintió cómo era arrastrado por el suelo, aquel suelo se sentía húmedo y pegajoso al igual que todo su cuerpo. Llegó a un sitio dónde la luz de luna llena iluminaba los alrededores y vió al encapuchado que lo venía arrastrando todo el camino. Trató de hablar pero no pudo; el tipo con la capucha señaló con un huesudo dedo hacia la izquierda y él siguió con su mirada en aquella dirección. Ahí se encontraban dos cuerpos tendidos sobre el suelo mojado, corrió hacia aquellos cuerpos pero, se sentía pesado. Por más que corría no terminaba de llegar.

Un grito sonó en la lejanía e inmediatamente dirigió su mirada hacia lugar donde provenía el grito. Una mujer caía hacia la nada...Javier llevó ambas manos a su cabeza y gritaba cómo loco.

Una voz lo llamaba "Jaaaavi...Jaaaaviiii" , unos largos cabellos negros ondeaban con el viento. Él conocía muy bien a quien pertenecían aquellos cabellos.

Una canción empezó a sonar, muy "Despacito" y molestamente para Javier, sabía de sobra que era su despertador. Hace dos años cuando aquella canción estaba de moda la odiaba, y la usa cómo despertador porque siempre se despierta antes de que se activara. Pero esta vez no pudo, con gran pesar le era difícil lograr alcanzar su celular y parar con aquella tortura. Cada vez más alta, cada vez más pegajosa, debía hacerlo. El tipo de capucha negra empezó a cantarla y bailarla y eso ya fue demasiado. En un grito de terror Javier logró despertarse al fin"

Javier tomó aquel celular y con las manos temblorosas logró desactivar aquella alarma. Jadeaba y sentía su boca seca. Esto de madrugar para ir a trabajar no era lo suyo. Se extrañó al soñar con Soraya, pues ella a pesar de haberle dicho que lo buscaría a su regreso, eso nunca pasó y tampoco le volvió a escribir al correo aunque él le dejó un corto mensaje en el que le decía que la esperaba ver con bien. Era cómo si la tierra se la hubiera tragado.

Se sentía traicionado para consigo sí mismo ya que después de dejar de recibir los ingresos por parte de Rosemary, la situación en su casa se deterioró bastante. La pensión de su padre alcanzaba cada vez menos y lo que ganaba por medio tiempo en la librería no bastaba. Con mucho pesar tuvo que suplicar por tiempo completo y eso lo estaba matando.

Dejaba a doña María y a don Arturo casi todo el día solos en casa. Aquella pesadilla lo puso más nervioso e inquieto de lo normal. Apenas logró calmarse un poco, corrió a la habitación de sus padre y cuál si fuera un niño pequeño saltó sobre su cama para despertarlos y saber que estaban bien. Anoche estaban tosiendo un poco y se veían cansados.

—¡Ay Santo Cristo muchacho, que susto nos has dado!—dijo asustada su madre.

—¡Javier! semejante huevón y te pones en estas, ¿qué le pasa?— gritó su padre.

—Tuve una pesadilla mamá—

—De verdad mi niño, venga y lo abrazo—

—Nada, nada ¿qué ese eso? Jale jale que tengo sueño. ¡caramba!—

El muchacho pasó por alto los reclamos de su padre y colocó su mano sobre las frentes de cada uno y pudo notar que ambos tenían la temperatura alta.

—Momentito, ¿ustedes dos están enfermos?— María y Arturo inclinaron sus miradas para evitar ver los ojos de su hijo.

—Se me visten los dos pero ya, vamos al médico—

—Ay Javi ¿cómo dices eso? tienes que ir a trabajar. Déjame ponerme en pie y te preparo el desayuno—en el momento que trató de ponerse de pie se sintió un poco mareada.