Diferente

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La casa estaba a reventar. No podían caminar 5 pasos sin toparse con algún miembro de la familia. Y no era para menos, llegó el día en que el matrimonio Martínez Castro se quedaban sin niños en la casa. Javier cumplía sus 18 años.

Ya el episodio con Sofía había bajado su intensidad, pero sus queridos hermanos lo trajeron a tema de conversación ese día, solo para molestar al muchacho que no hallaba donde meter la cabeza.

Estaba su hermano Adrian con sus tres hijos y dos hijas, al estar divorciado era obvio que su ex no estaría en la reunión familiar. Su hermano Francisco llegó con su esposa y sus dos hijas, pero Oscar llegó solo. Javier le preguntó por Rosemary y Joaquín, su único hijo, pero Oscar solo dijo que estaban un poquito enfermos, que nada grave pero que no asistirían a la celebración para no esparcir el virus.

Javier no se tragó ese cuento ni por un momento, ya tenía años que no veía a su sobrino Joaquín y eso lo intrigaba.

Hubo parrillada, pastel y Karaoke. Ninguno quería irse a su casa pero ya tarde noche, doña María los fue corriendo debido a lo cansada que estaba. El ultimo en irse fue Oscar, era muy notorio que no quería regresar a su casa. Se notaba algo cansado y a pesar de ser el tercero de los Martínez, parecía el mayor.

No hubo cruzado la puerta Oscar cuando Javier se dirigió hacia su madre con toda clase de preguntas:

—Ma, ¿por qué Oscar siempre viene solo a casa? ¿Se ha divorciado y no quiere decir?—

—¿Pero Javier, vos no sabías lo de Joaquín?—

—¿Pues no se? ¿Que tiene mi sobrino, Ma?—

—¿Vos te acordás cuando traían a ese chiquillo, cuando era bebe?—

—La verdad no me acuerdo mucho, yo le llevo 7 años y no reparaba en detalles. Además hace mucho no lo veo—

—Tenés razón, obvio estabas pequeño en aquel entonces. Bueno el niño siempre fue muy inquieto y melindroso al comer. Y cuando le daba una rabieta le podían durar horas. A los 2 añitos lo diagnosticaron con Autismo—

—Aja, y ¿eso qué es? ¿Algo como el Down?—

—Yo sé muy poco, pero es un síndrome, así que creo que es parecido. Bueno resulta que yo en la sala tenía un estante lleno de los recuerditos de cerámica de todos los Té de Canastilla, bodas, primeras comuniones y 15 años a los que he ido durante toda mi vida. Joaquincito escaló esa repisa y se trajo abajo todo, se había golpeado muy feo, vieras que susto. Rosemary no hallaba donde meterse. Desde ese día ya no lo trae. Yo hasta la he llamado para que venga, le he dicho que eso no es nada, que yo quiero ver a mi chiquito. Pero siempre que la llamo Joaquín se escucha llorando de fondo y me corta rápido la llamada. Y con Oscar no se puede ni hablar, le mencionas al niño y te cambia el tema—

—¿Cuándo fue la última vez que la llamaste?—

—La semana pasada, para que viniera hoy—

—¿Y aun se escucha a Joaquín llorando de fondo? ¡pero si ya debe de andar los 10 años!—

—Así es, aun llora cuando Rose contesta al teléfono—

A Javier le entro una espinita en el pecho. Recordaba a Rosemary como una muchacha alegre, que le regalaba dulces cuando él era niño. Era bien fiestera y amiga de las reuniones familiares. Javier muchas veces soñó que se casaba con ella. Pero de eso hace mucho tiempo. De repente le entraron ganas de ir a visitarla.

Doña María le recomendó no ir a molestarla. Ya que ella siempre dice que no va a estar cuando la ha llamado para llegarle a tomar café.

Javier había conseguido trabajo en las tardes de lunes, miércoles y viernes. Decidió llegarle de sorpresa el siguiente martes sin previo aviso.

Ese martes, se encontró arreglándose más de lo normal. Se veía al espejo y pensaba si a Rosemary le agradaría esa camisa y esos zapatos. Recordó con cierta tristeza lo poco que la había pensado durante todo este tiempo. Más que su cuñada, ella era su amiga. Doña María lo vio partir, se sentía algo inquieta por lo que Javier pudiera encontrarse en casa de Oscar.

El viaje le tomó una hora y no porque la casa de Rosemary estuviera tan lejos de la suya. Pasó treinta minutos en decidir que comprarles del súper mercado. Especialmente por Joaquín ya que no sabía si aun era melindroso para comer.

De pie frente a la casa, ya podía escuchar el llanto del niño. Tocó el timbre pero no emitió sonido alguno. Llamó por cinco minutos, gritando el ¡¡¡Upé buenassss!!! , pero aun no así nadie le abría la puerta.

Ya algo cansado, tomó una piedra del tamaño de su puño y la lanzó al techo de la vivienda. El estruendo fue tal que Joaquín ya no se escuchaba llorar. Y vio como una asusta Rosemary le abría la puerta...una muy diferente Rosemary a la que el recordaba.

Javier Un Carajo MísticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora