CAPÍTULO N° 2

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Cuando un persona comete el suicidio, condenan su alma en el infierno y ahí sufren de los peores suplicios, sin embargo, el castigo no es la parte más dolorosa, sino el recuerdo, recordar eternamente el porqué tomaste esa decisión y ni aun estando...

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Cuando un persona comete el suicidio, condenan su alma en el infierno y ahí sufren de los peores suplicios, sin embargo, el castigo no es la parte más dolorosa, sino el recuerdo, recordar eternamente el porqué tomaste esa decisión y ni aun estando muerto poder deshacerte de aquellas memorias tan dolorosas que te orillaron a optar por ese triste final.

Cuando el rey compró mi alma, se llevó mis recuerdos, para que así, pudiera dedicarme únicamente a obedercerlo y no a sucumbir en la miseria eterna. Así que no recuerdo porqué o qué fue lo que me llevó a cometer tal acto en vida, pero debió ser tan malo como para que recurriera a esa última opción.

Mis ojos se abrieron de golpe y dieron directamente con el techo de mi habitación, me senté con dificultad, la espalda me dolía horriblemente, miré a mi alrededor y noté a una sanadora en el fondo que dormía plácidamente.

Aclaré mi garganta y ella se despertó al instante, me observó e inmediatamente se puso de pie, sujetó mi muñeca y noté cómo sus ojos, que eran de un color rojo se tornaron dorados brillantes. Así era como ellas veían si habíamos sanado por completo, escarbaban dentro nuestro cuerpo.

Al pasar unos segundos, estos se apagaron por lo que soltó su agarré y comenzó a guardar las gazas usadas en un tazón, algunas de ellas tenían bastante sangre seca, otras solo estaban húmedas.

— Puede que tengas dolor de espalda dentro las próximas seis horas, es normal, no hagas nada brusco Selene, tienes el cuerpo de una humana así que tardas más en sanarte por completo.

— ¿Cuánto ha pasado? — murmuré poniendome de pie todavía adolorida.

— Cuatro días — respondió guardando algunas otras cosas.

Casi me atraganté con mi saliva al escucharlo, debía ser una broma, ¿Cuatro días? La busqueda del Cordus se estaba retrasando cada vez más.

— ¿No recuerdas nada? — exclamó.

— No — respondí segura — perdí el conocimiento tras el décimo latigazo.

— Es normal, los Draos son unas bestias, no por nada el rey los tiene como los ejecutores de castigos.

Solté un largo suspiro y asentí, aunque era común para mi llegar a ese lugar de tortura, siempre tenía el sentimiento de miedo cada vez que entraba en esa enorme sala, las paredes eran completamente blancas al igual que el azulejo del suelo, así, los Draos podrían sentir más placer al ver el rojo vivo de la sangre esparcirse a su alrededor. En medio había una mesa enorme, ahí ellos encadenaban a sus víctimas y jugaban con su mente y cuerpo como ellos querían. Podían escabuhirse en tu cabeza y hacerte ver cosas realmente horribles o podían romper todos tus huesos uno por uno como simples galletas. Tenían una enorme estantería llena de juguetes filosos, les encantaba su trabajo.

Esta vez azotaron mi espalda hasta abrir mi piel, recordaba la sangre escurrise por mi cuerpo y caer al suelo golpe tras golpe y grito tras grito.

De todas formas esto no era nada comparado con lo que se sufría en las catacumbas, donde castigaban a las almas pecadoras y donde me quedé por mucho tiempo antes de tener esta oportunidad. No tengo mis recuerdos, solo permanecieron aquellos relacionados con mi condena, el rey los mantuvo presentes como un recortadorio de que esto era mil veces menos doloroso que lo que se sufría ahí abajo.

INFERNUM:Llamas Ardientes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora