CAPÍTULO N° 19

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— ¿Qué quieres un hechizo de protección?

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— ¿Qué quieres un hechizo de protección?

Asentí repetidas veces mientras bebía un poco de agua y me balanceaba en mi silla como si no hubiera otra cosa más interesante que hacer en el mundo del pecado.

Arcana me miró dudosa mientras preparaba algunos ungüentos, machacaba algunas hierbas y mezclaba otras pensando muy bien en sí debía ceder o no a mi petición.

Le había comentado que deseaba un polvo de protección o cualquier otra cosa que ella pudiera darme para cumplir la misma función, así yo podría esparcirlo en mi habitación o incluso beberlo púes ya no me sentía segura. Con la amenaza de Tielo ya no podía estar tranquila, debía hacer algo cuanto antes y esto fue lo único que se me ocurrió en mi desesperación. Acudir a Arcane, una descendiente directa de las fieles devotas de Lilit, heredó el don y se benefició bajo el poder del rey para proporcionar mezclas de sanación, venenos peligrosos y hechizos de protección, entre otros.

Era tan sagaz como orgullosa así que debía convencerla a como diera lugar.

— ¿De quién es que quieres protegerte? — preguntó curiosa arqueando la ceja mientras probaba un poco de su mezcla.

— Es un secreto, pero mi vida esta en juego.

— Pero si tú ya estas muerta, ¿O no? — mostró una sonrisa malvada y se cortó el dedo índice para echarlo en su preparación.

Hice una mueca de asco y tragué grueso, la carne de la servidora en una mezcla como ofrenda era esencial, pero nunca dejaba de verse como algo retorcido muy a pesar de que este les volviera a crecer tan solo pasando unos cuantos segundos.

— Lo sé — aclaré con disgusto y me enderece sobre mi silla — pero en serio lo necesito.

De solo pensar en Tielo la piel se me erizó con terror, ¿De cuántas formas se atrevería a jugar con mi cuerpo?, ¿Cuánto dolor podría aguantar para satisfacer su deseos maniáticos?

¿En qué momento me había vuelto su presa favorita?

— Lo siento, Selene, pero no soy un hada madrina que concede deseos, sabes que mis dones son meramente para el beneficio del rey, él controla cada paso que doy y la verdad — se aclaró la garganta —, no quiero que me castigue.

Suspiré con decepción y asentí cabizbaja, no podía obligarla o amenazarla, después de todo solo estaba haciendo su trabajo así que debía buscar otra manera y pronto, antes de que Tielo perdiera el interés de jugar con las mujeres del harem y fuera a acordarse que tenía a un conejillo de indias escondiéndose de él por ahí.

INFERNUM:Llamas Ardientes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora