CAPÍTULO N° 15

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Jodida.

Así estaba.

Ya había pasado tres días desde la luna roja y yo todavía seguía recordando cada segundo de lo que pasó en ese club, primero con el repulsivo ángel y luego con las horribles palabras de Bhal, no paraban de resonar en mi cabeza y cada vez que los recuerdos volvían a mí, las ganas de reventarle la estúpida cara eran más grandes que incluso desear hacer lo mismo con Tielo, lo único bueno que sacaba del hecho de que el rey decidió mandarlo a las fronteras era que no estaba pisando mi sombra ni mucho menos haciéndome una de sus tantas propuestas detestables. 

Entendía perfectamente que los  impulsos de Bhal eran incontrolables, que el ser demonio lo justificaba pues estaba en su naturaleza ser cruel, que lo criaron de esa manera, para ser frío, calculador e hiriente, para ser un oponente invencible y algún día un rey digno del infierno y sus miles de súbditos, pero yo era todo lo contrario. También estaba en mi naturaleza el ser sensible, el sentir demasiado y el equivocarme creyendo estúpidamente que en él había quizá algo de piedad.

Me sentía fatal, después de todo era una mujer, de una u otra forma el no sentirme hermosa o deseada a la vista de alguien me afectaba, de por si la vida aquí era desesperante y aunque me habían quitado la memoria, por alguna razón que no terminaba de comprender, muy en el fondo de mi corazón sentía que me faltaba algo. Lo peor de todo era que me percibía patética por pensar en todo aquello, estaba en este lugar únicamente para cumplir una condena que muy probablemente seria eterna, no para ser anhelada ni mucho menos amada.  

— ¿Te encuentras mejor? — las palabras preocupadas de Brie hicieron eco en mi habitación y provocaron que saliera al instante de mi trance. 

Ella sostenía mi mano en señal de consuelo, le había contando lo que había pasado obviando la horrible escena de Bhal y yo diciéndonos nuestras verdades a diestra y siniestra. 

La angustia en su mirada continuaba presente después de haberme visto llegar de ese club y su intranquilidad no desaparecía a pesar de los días que ya habían transcurrido, ahora podía recordar más sobre cómo reaccionó al percatarse de mi ropa, estaba hecha casi añicos, mi maquillaje lucía corrido, mi piel estaba llena de moretones y rasguños provocados por las feroces garras de ese infeliz. 

Bhal lo trajo con nosotros a rastras e inconsciente, lo llevó personalmente a las catacumbas, según oí por los pasillos en los siguientes días, ordenó a todos los guardias no proporcionarle ningún tipo de alimento o misericordia, desde luego no era por mí, solo lo estaba preparando y debilitando para su interrogatorio que muy probablemente se realizaría tan pronto como el rey promulgara su mandato. 

INFERNUM:Llamas Ardientes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora