Veintinueve

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Los primeros meses pasaron sin dificultad, me mezcle con la gente de manera sencilla, aunque no había hecho ningún lazo con mis compañeros, pues el hecho de tener que controlar mis horarios me limitaban a unas actividades sociales. En mis primeras semanas me adapte a la casa, al trabajo y por supuesto a la nueva escuela, que en estructura se parecía algo a la anterior pero tenía mejor apariencia y más áreas.

Horas después de salir del pueblo, me había golpeado mentalmente por no dejarle nada a mi madre, pero aún me sorprendía que no me marcará o tuviera la intención, quizás desde hace tiempo lo sospechaba pero no se esforzaba por encontrar una razón, octubre pasó rápido, en noviembre el frío parecía no tener mucha relevancia y le dio la bienvenida a diciembre, donde pasó con estrés y pilas mentales de trabajo, había juntado lo suficiente para otros meses de alquiler de cuarto, quitándome una preocupación más, además de los gastos que podría hacer por la escuela, no era fácil pero no podía quejarme que tenía algo de estabilidad, entregue proyectos y exámenes antes de salir de vacaciones, una semana antes de las festividades y regresar a la segunda semana de enero.

Mi trabajo entre semana era ser mesera, de fin de semana era empleada de mi mostrador de una tienda de comida rápida, y también de vez en cuando me tocaba ser suplente de una tienda de conveniencia por las noches, así teniendo el tiempo limitado para otras cosas, realmente no me interesaba tener vida social o hacer una vida mi primer año viviendo acá, pues le preocupaba mas mi estabilidad y el que me quedara, habían iniciado mis vacaciones de invierno, haciendo que tuviera algo de tiempo libre por las mañanas, faltaban unos días para los festivos, y así pidiéndome que hiciera tiempos extras en la cafetería.

Y tras varios meses de rutina, ya no sabía que hacer en mis tiempos libres, siempre buscaba un momento para hacer las páginas de recortes, o escribir como me sentía, haciendo un tipo de diario, pero sabía que eso no serviría como un pasatiempo. En esos días, hacía la mayoría de quehacer en la casa, además de salir al parque que había visitado la primera vez.

La mayoría de veces veía a familias caminar por ahí, además de varias personas haciendo ejercicio, pero al avanzar el día, poco a poco más gente llegaba, la mayoría jóvenes, ya sea en patines o patinetas y las hacian rodar a todo el largo de la explanada, siendo ese su entretenimiento. Inconscientemente me traía recuerdos de mis amigos, y el como nos la pasábamos jugando y soñando cosas futuras. Antes de levantarme de una banca, mi teléfono vibró, pensando que sería la dueña de la casa, pero esta vez siendo un número desconocido. Con desconfianza atendí la llamada, esperando unos segundos.

— (N) — era la voz de mi madre — dijiste que me llamarías en tres meses, pero nada y no podía esperar más —.

— ¿llamarte? ¿De qué hablas? — dije confundida —.

— de la carta que dejaste, la letra estaba horrible pero logré entender — dijo con calma — dejame llamarte por mi celular y te enseño —.

— ¿desde donde estar llamando? — pregunté —.

— un teléfono público — dijo con desinterés — (N) por favor hablemos —.

— si, si esta bien, solo dame un momento — dije ida — yo te marco —.

Parecían que le había dejado una nota antes de irme, dándome solo la opción que lo hice cuando estaba drogada, siendo mi última alternativa, busque entre mi celular y la desbloquee, al igual que me tía, y tras unos minutos de preparación mental le llamé. Me había vuelto a acomodar en una banca, más alejada de la gente que se encontraba por la zona.

R u n s | Hange ZoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora