Treinta Y Uno

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Así como pasaron los primeros meses, le siguieron los otros, veía de vez en cuando a mi madre y tía durante feriados, haciendo costumbre que comieramos un pastel de manzana cada vez que nos encontrábamos. Cumplí dieciséis sin mucha relevancia, pasando este estrés tareas y una tarde de trabajo.
Después de un año y medio en la casa de la señora Mansson, tuve que buscar otro lugar donde tuviera habitación de alquiler, pues su hijo regresaba de su estadía con su padre. Aunque le agradecía que no mencionara el tema durante el tiempo de examen de admisión, pues al no aspirar a una escuela privada solo quedaba una abierta, donde sus alumnos serían elegidos por su calificación. Esos meses los recuerdo con gran estrés y ansiedad, pues tenía que pasar mis exámenes finales, el examen de admisión y seguir trabajando.

Al entrar a preparatoria, pude darme el lujo de ser algo más social, teniendo un grupo de compañeros que se hicieron algo cercanos a mi, y aunque parecía que las maneras de divertirse eran algo diferentes al del pueblo, pude acoplarme con algo de tiempo, cuando sentí algo de estabilidad y comodidad siendo estudiante, y tras casi dos años de fuerza de voluntad, les volví a hablar a mis amigos de la infancia.
Sabía que estarían enojados conmigo y no pensaba regresar a sus vidas ignorando eso, más bien les di tiempo para que pudiéramos regresar a lo que éramos. Al primero al que le hablé fue a Armin, pues era con el que más convivía y me conocía más, de ahí mikasa, que al principio me guardaba algo de rencor por dejarla con dos "idiotas", me recibió con los brazos abiertos después, y el último fue eren, que al tener cabeza dura tardo en hacer las pases.

Ella, por lo que sabía, seguía estando en el pueblo, además que solía convivir con mis amigos por costumbre, y con el tiempo les agarro cariño, al igual que el resto de su grupo, les pedí que no me mencionaran y que mi existencia para ella no era relevante. Pero inconscientemente volteaba a ver mi muñeca, donde se encontraría un recordatorio eterno de lo nuestro, aún sabiendo que podía ocuparlo, lo quería.

Durante mi tiempo en preparatoria, ellos solo venían en vacaciones y solo por unos días, pues la estadía era algo poco barata. Los siguientes años pasaron extremadamente rápidos, teniendo varios malos momentos, donde mi ansiedad me cuestionaba todo y quería tener el control de todo. Pero igual pase buenos momentos, gente nueva, experiencias nuevas y gente que también me acompañaría en la vida. Podría tener mejores etapas en la vida, pero lo que duró no me quejo.
Había dejado el alcohol y cigarro, aunque no tenía una dependencia hacia eso, si lo consumía constantemente, no sólo porque era ilegal venderlo a menores de edad, sino porque de cierta manera quería dejar atrás mis hábitos.

No sentía que el que me desconocieron en una ciudad fuera como nacer nuevamente, ni el crear una nueva vida, más bien era un cambio que había elegido. Ahora con dieciocho, casi diecinueve, tenía un tiempo libre durante la madrugada de las vacaciones, siendo las últimas antes de empezar universidad, una meta que veía lejana cuando llegué aquí, pero ahora estaba a nada de cumplirla. Me parecía sorprendente el como seguía logrando acomodar mi cuerpo en las estructuras de las ventanas, la noche no era exactamente estrellada ni muy oscura, de hecho las luces de las calles les quitaban protagonismo. Esperaba la llamada de mis amigos, pues hoy les había llegado el resultado de sus postulaciones a universidades, pero esperaban a que yo los acompañará.

Unos momentos después el sonido del celular empezó y mi pantalla estaba el aceptar o no la videollamada, sin mucho que esperar entre, acomodando mi brazo para que logrará verme decente. Ahí estaban reunidos, en la habitación del rubio, estando sentados a lo largo de la cama, armin era el que sostenía su computadora y así ingresar a sus resultados, mientras que mikasa sostenía el celular.

— ¡(N)! — alargó mi nombre eren — ¿ya viste tus resultados? —.

— si, eren desde inicios de la semana — dije con todo fingido de cansancio — igual que mikasa, recuerda que iremos al mismo lugar —.

R u n s | Hange ZoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora