Diecisiete

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Había regresado a casa, con hange que me llevó a clase durante la mañana me hizo las clases más tranquilas, no hablamos sobre los besos, solamente los dejamos existir. La azabache de nuestro grupo se paso todo el descanso cuestionando mi reciente publicación en la red social, siendo el paisaje el atardecer y como detalle extra la figura de la morena.
Llegue a casa destrozada, pues no estaba acostumbrada a dormir acompañada, y después de presentar dos exámenes con solo minutos de repaso antes, el caminar hasta casa se me hizo simplemente eterno, pero el tocar mi cama fue un completo alivio.

Igualmente este alivio no duró mucho, pues tras unos minutos de descanso me dispuse a hacer trabajos y tareas pendientes de la semana, aunque fuera inicio de fin de semana debía de organizar mis tiempos pues los sábados y domingos los tenía completamente ocupados desde que me tomé las tardes de entre semana para estudiar, no podía dejar que se amontonara más trabajo, y tan solo de pensarlo y el como lo haría, un leve dolor en la cabeza se hizo presente y maldeci en mi cabeza, empezando a buscar una pastilla para el dolor.

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La música que había puesto desde el inicio de la tarde se hacía presente por su volumen, llenando totalmente mi habitación, estaba relativamente tranquila, pues cada vez me faltaba menos para terminar los pendientes y como recompensa ya me veía con una buena porción de hamburguesa, sin embargo el portazo de una de las puertas se hizo presente y luego el grito de mi madre hizo su entrada, poniéndome los pelos de punta y haciéndome reaccionar en una velocidad sorprendente, haciendo que mi pulso se acelerará. Acomode algunas libretas sueltas y apague el dispositivo de donde salía mi música, de ahí me puse una sudadera pues estaba solo en un top y eso para la señora le parecía irrespetuoso, cuando creí que todo estaba decente me tome un momento para buscar valor y luego ir donde mi madre.

— Madre... — hable con un suspiro al final — ¿quieres que te traiga algo? — pregunté —.

— Quita tu música horrible — dijo mientras se quitaba si abrigo — ten y trae mis pantuflas — me entrego su abrigo y se agachó para sostener sus zapatos — no hagas ruido, tengo un tremendo dolor de cabeza, lo que menos necesita en este momento es tu presencia —.

Apreté los labios cabizbaja y retenía mis pensamientos, asentí y me apresure a dejar su vestimenta y llevarle lo pedido, quería acabar lo más rápido posible y desaparecer de su vista. Cuando volví a bajar para entregarle su calzado me miró de arriba a bajo y bufó en forma de burla.

— permiso... — dije y salí de radar —.

El solo salir de su vista pareciera que había desaparecido la cuerda de mi cuello, volví a respirar con calma, aún tensa de los hombros, pero con cada pisada que daba hacia mí cuarto me hacía sentir segura, aunque ya no tuviera los mismos ánimos que hace unos momentos no podía permitirme deprimirme, debía terminar mis trabajos cuanto antes y si aun quedaba tiempo podría llorar un rato. Cuanto menos lo dude el revisar mi celular hizo regresar a mi realidad, eran pasadas de las dos de la madrugada y la desesperación pudo conmigo, me fue inevitable no soltar lágrimas a mitad de un trabajo escrito, y decidí parar. si se ensuciaba tendría que repetirlo y el dolor sería el doble, lo hice a un lado y recargo mi cabeza en mis manos, las lágrimas seguían callendo y mi vista se hizo nublada, en mi mente pasaban mil alternativas, y mis manos se apropiaron de unos cuantos mechones de mi cabellera, tras unos minutos de alteración y meditar mis próximas decisiones, la conclusión fue despertar aún más temprano para terminar el escrito y una tarea más, luego limpiar la casa y de ahí irme a la tienda, donde pasaría todo el resto del día hasta las diez de la noche como máximo, el solo pensarlo me hizo solar unas lágrimas más, tomé mi celular y busque el ponerle una alarma y cuando estuviera me fui a mi cama sin mucho ánimo dejando cargando el dispositivo y tapandome con una cobija para tratar de dormir algo.

R u n s | Hange ZoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora