Catorce

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Hoy sería el tercer día de estudio con armin, no era complicado pero si estresante, el memorizar información y que dure más de una semana tenía su técnica, pero al parecer el rubio disfrutaba el desafío, sabía que el las próximas dos semanas se la pasaría estudiando, eren se lo tomaría a la ligera y la que arreglaría la situación sería mikasa, yo por mi parte trataría de tomarme esas semanas con calma, haciendo lo mínimo posible por los exámenes más que un repaso mínimo de los temas un día anterior antes del examen. Suspiré, tratando de aclarar mis ideas, era sorprendente temprano, casi la escuela desierta pues la mayoría de alumnos de secundaria llegarían minutos antes del toque y los de preparatoria una hora después de nosotros, los envidiaba, tenían dos horas menos que nosotros, a menos que tomarán clases extras.

Caminaba con pasos largos pero pesados, resonando en los pasillos hacia mí salón, desde unos metros antes por las ventanas internas podía ver a unos cuatro alumnos, hablando o durmiendo en sus bancas. Llegué abriendo más la puerta y la asegure a la pared, de ahí me fui a mi asiento, en la línea de medio en la penúltima fila, dejé caer mi cuerpo abriendo las piernas y dejando en ese espacio mi mochila, mi cabeza fue hacia atrás pegandose con el asiento y la dejé reposar.

Fui despertada de un susto, pues mi cuerpo recibió el golpe de una mochila, al levantar mi cabeza pude ver el rubio a un costado mío levantando su mochila del suelo, tenía una mirada seria, algo aterrador sabiendo que la mayoría de veces tiene una expresión amable. Alce una ceja como respuesta, y me acomode en la banca, el solo movió su cabeza negativamente y fue a su asiento. Quedé desconcertada y le seguí con la mirada hasta que vi como un profesor llegaba al salón.

Al tener mi mochila en mi abdomen comencé a sacar una libreta y lapiceros de manera robótica, tratando de ser consciente que pasaba a mi alrededor.

[ . . . ]

El ir a casa del rubio fue cansado, en general todo el día fue cansado, incluso el menor me arrastraba por los pasillos cada vez que era necesario salir del salón.
Incluso la mayoría de veces estamos a la par al ir pedaleando pero esta vez el tomaba la delantera. No sabía de donde venía mi cansancio o incluso mi mal genio o poco interés en el día. Al llegar a casa, el abuelo volví a estar en el patio, esta vez recargado en la pared y con una bebida en mano, lo saludamos y al pasar por la puerta nos alboroto el pelo en modo de cariño. Subimos a paso rápido las escaleras y pude ver como su mochila caía al suelo y arrastraba su silla a un lado de la cama para luego ordenarme con la mirada el acostarme en la misma. No podía negarme, siempre hacía algo para que obedeciera a su orden de manera inconsciente.

— ¿Bien que pasa? — hablo serio — has estado todo el día así, ni siquiera has sacado tu libreta esa y tienes menos ganas de existir de lo normal — hablo cerca de mi —.

Le mire dudosa, sabía que no diría nada, pero ¿realmente estaba lista? No era fácil de expresar lo que sentía porque ni si quiera sabía si tenía un nombre. Acaricie mi oreja, pasando mis dedos por mis perforaciones, entonces me senté en oa cama y gire mi cabeza hacia el. Su expresión seria ahora era de sorpresa y algo de miedo.

— mierda — susurro pero aún así lo escuché por la cercanía — sea lo que sea que estés pensado es un no, rotundamente no —.

— ¡oh! Vamos, querías que te dijera lo que pasaba — hice una pausa — te lo diré, te lo juro pero necesito distraerme con algo — le sujete las muñecas —.

— Dios, temo de ti realmente — se expresó — pero mientras yo no corra peligro estará bien — dijo al final rindiendose —.

R u n s | Hange ZoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora