4. ¡Hasta la Luna!

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—¿Nam...joon? —Jin ladea la cabeza. El interpelado asiente efusivamente, levitando fuera de la ventana.

—¡Como ordene, señor! —J-Hope se compromete.

—¡Ñor! —sonríe Tae, convencido de haber pasado desapercibido.

—Pero, Namjoon, ¿Cómo llegaremos a Neverland?

—Volando, Jin.

—¿Vo-volando? ¿Y cómo hacemos eso?

Namjoon levita por la habitación, con el cuerpo en una posición horizontal, una pierna sobre la otra y los brazos detrás de la espalda.

—Tienen que pensar en... —hace una pausa que llena de ansiedad a sus interlocutores—...en algo bello.

—¿Algo bello? —se emociona Tae—. ¿En la Navidad?

—¿En mis hermanos? —dice J-Hope.

Jin, quien entiende, suspira. Quiere responder que en Namjoon, pero se abstiene.

—¡Sí! —asegura Namjoon, empezando a volar por toda la habitación—. ¡Fíjense en mí!

—¡Yo pensaré en las flores, los colores, en las canciones y los Niños Perdidos! —dice Jin, en cambio.

—¡De mucha esperanza voy a llenarlos! —J-Hope afirme, convencido.

—¡A muchos piratas voy a matar! —el normal discurso del pequeño pero sanguinario Tae.

Namjoon frunce el ceño en su dirección, pero sigue volando.

—Mi pequeño solo está jugando. —explica Jin, un poco avergonzado.

—Realmente no me importa. —sonríe Namjoon, acercándose—. Ahora denme las manos.

Jin toma una mano de Namjoon, mientras que los niños se agarran también. Quedan en un círculo y Namjoon los suelta a mitad de camino.

—¡Volamos, volamos! —gritan pletóricos, para posteriormente caer sobre el colchón. Namjoon se rasca la nuca, pensativo. Jimin se ríe en silencio desde su lugar.

—Pero ¿qué les pasó? Íbamos bien... —cuando los cuerpos de los chicos dejaron de rebotar, se ponen a pensar en una posible solución. A Jin le entristece que no se le ocurra nada, es Namjoon quien vuelve a hablar—. Ah... ¡Tengo una idea! ¡Polvo de hada!

—¿Polvo de hada? —preguntan los tres al unísono.

Jimin vuela lejos, viéndose involucrado en la idea de su amigo.

—Esto, polvo de hadas. —explica Namjoon jalándole de las alas. Jimin se queja con gruñidos que pretender ser rudos, pero que enternecen a su audiencia.

—¡Me rehúso!

Pero, claro, a Namjoon poco le importa. Jimin anota mentalmente su deber de darle una charla sobre consentimiento a su estúpido amigo, y se deja sacudir sobre los cuerpos de los muchachos.

—¡Ahora, piensen que tienen alas, y a volar con el polvo de hadas! —demanda, feliz.

Tae aprieta los puñitos a sus costados y comienza a levitar con los ojos cerrados. J-Hope, por otro lado, se mueve como si estuviera nadando y rápidamente vuela hacia el techo. Jin se sonroja cuando siente su cuerpo ligero, ordenando mentalmente ascender.

—¡Pero qué fácil! —asegura Tae, tocando el techo.

—¡Ya volamos! —se emocionó Jin.

Namjoon observa todo con una sonrisa de satisfacción. Jimin solo rueda los ojos, fastidiado.

—¡Vengan conmigo, a volar! —dispone, corriendo hacia la ventana abierta y lanzándose sin pensarlo dos veces—. ¡A Neverland!

Jin se ríe, alcanzando a Namjoon y tomando su mano. La manera en que los dedos se entrelazan entre sí, afecta el estómago del chico. El viento gélido de Seúl golpea su rostro, seguramente colocando sus mejillas más rojas de lo habitual. Un poco más alejados, yacen sus hermanos; J-Hope se ha traído una sombrilla y un sombrero de mago que lo hacen lucir gracioso, mientras que Tae se trajo consigo el peluche de corazón que Jin le había cosido unos meses atrás. Cuando está seguro del bienestar de sus hermanos, Jin posa sus ojos en el espécimen que lo toma de la mano.

Sus facciones con hermosas. Tiene dos hoyuelos pronunciados que, al parecer, aparecen cuando el chico sonríe en grande. Sus ojos son muy rasgados, con una mirada penetrante y temible, pero a la vez bondadosa e infantil. Su cuerpo no es como el de un niño, pues su pecho ancho y sus hombros pronunciados resaltan hermosamente, con cintura pequeña y largas piernas casi interminables. Jin no comparte que no utilice zapatos, en especial porque podría coger cualquier enfermedad que le ponga en mal estado, pero se siente cautivado por la piel morena descubierta y se traga sus regaños.

Namjoon le agarra de la mandíbula con algo que parece cariño, y rápidamente retira su mano. Detrás continúan estando los niños, y Jimin vuela, enojado, sobre la cabeza de ambos. Silba capturando la atención de los demás, aunque está de más decir que la de Jin ya la poseía.

—¡Nos ubicaremos en hilera! ¡Vamos a volar hasta el amanecer, hasta la luna!

—¿Hasta la...luna? —pregunta Jin.

—¡Es donde queda Neverland!

Asintiendo, se miran entre todos y Namjoon reafirma el agarre que tiene con Jin. Son los únicos que rompen la fila, pues los niños vuelan inesperadamente en orden, mientras que Jimin lidera el viaje.

El paisaje es hermoso, porque Seúl es una ciudad luminosa y habitada. Pero, si los chicos hubieran observado de cerca, la burbuja de felicidad en la que estaban inevitablemente hubiera explotado. La Guerra de Corea deja muertos y desdichas mientras corren los minutos, pero Jin continúa tomando la mano de Namjoon; Tae y J-Hope creyéndose los dueños del mundo; y Jimin envuelto en el anhelo de llegar a casa para estar con la única persona que siempre lo toma en cuenta.

Son felices.

NeverlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora