11. La ardillita

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Suga está cansado de los lloriqueos incesantes de su prisionero, son tontos y sin fundamento. Es decir, ¿qué tanto le cuesta decir en dónde se esconde Namjoon? A Suga le tiene sin cuidado si lo quiere como a un padre o no, necesita organizar un atentado a ese lugar. Tal vez no está siendo exactamente inteligente al dejar que todo el mundo sepa su insistencia por la ubicación, pero no le interesa en lo más mínimo. Está pletórico pues, por primera vez en mucho tiempo, pudo ganarle a su enemigo.

El barco es grande, imponente y hermoso. La madera negra y elegante le saluda como si sonriera por su victoria, así que Suga le devuelve el gesto. Quiere llegar a su compartimiento y fumar un porro mientras mete los pies en agua. Quizá acompañado de un buen vino, oh, y unas galletas con chispas de chocolate...

—Suga, ¿qué haremos con el niño? —pregunta Agust D, prendiendo un cigarrillo. Suga reconoce el encendedor que se le había extraviado hacía semanas.

—Maldito ratero. —responde en su lugar. El rubio se rio.

—¡Si ni quiera lo usabas!

—Es de plata, por supuesto que no lo gastaría en banalidades. —se cruza de brazos, viendo como su grupo de piratas (grandes, gordos y calvos en su mayoría) se van marchando hacia el interior del barco. Al menos tienen la decencia de amordazarle al rehén, por lo que no dice nada.

—Eres un idiota, hyung. —se carcajea después de soltar una profunda calada en su rostro. Suga aparta la cara, irritado—. De nuevo, ¿Qué haremos con el niño?

—Namjoon siempre me ha tendido trampas —alega con furia—, ahora es tiempo de que yo juegue, por suerte tengo a este muñequito... —susurra, poniéndose en cuclillas frente al rostro del niño. Tiene la piel tostada y ojos rasgados, el cabello oscuro cae sobre sus ojos, haciéndolo lucir angelical. El trapo en su boca separa sus labios, y Suga recuerda cómo mordió el inferior. Se relame la boca—. Pensándolo bien, a ti no te había visto nunca..., al verte de espalda pensé que eras el estúpido híbrido de conejo, pero veo que..., sí, pareces una ardilla.

El chico se puso rojo, intentando decir algo, pero obviamente no podría. Agust golpea la mejilla de la ardillita, empujándolo hacia el costado. Las lágrimas empiezan a salir.

Suga frunce el ceño—. ¿Por qué le pegaste? —le pregunta a su gemelo.

Agust tira la colilla y la aplasta con la suela de una de sus botas—. Estabas como ido, hyung, ¿es que te gusta el idiota?

Suga sonríe—. No lo había pensado así, pero supongo que me gusta —él no tiene problema en aceptar que ha follado algunos niños perdidos de su edad, después de que las pequeñas mierdas se separaran de Namjoon—. Lo quiero en mi habitación.

El rubio se ríe, realmente divertido—. Este niño debe tener el culo virgen, bien ahí, hermano.

Suga rueda los ojos—. Encárgate de llevarlo. —demanda.

—Espera... —lo para su hermano, repentinamente serio—. Me ha llegado un rumor..., al parecer, Namjoon ha desterrado a Jimin, su hada.

Suga siente sus labios temblar, la risa estridente subiendo por su garganta. La carcajada es inmensa, terrorífica e incluso helada; el cuerpo tirado se estremece, Agust D solo se limita a regocijarse con su maldad.

—¡Es mi día de suerte, querido hermano! —clama, dándose la vuelta y abriendo los brazos. Suga es pequeño a comparación con Namjoon, es delgado y casi siempre parece un cachorro enojado, pero hay algo en su postura dominante que lo hace un gigante. El garfio brilla ante la luz de la luna con elegancia—. ¿Por qué ha sido?

—Me dijeron que hay un nuevo chico con Namjoon..., realmente hay varios, supongo que este es uno de ellos. El hada se ha ido porque Namjoon primeramente condenó al exilio al híbrido de conejo.

Suga se frota la barbilla, pensativo—. ¿Ese no era el maknae, el favorito?

—Lo es...

De repente, Suga tiene una idea—. Pero, ¡por supuesto! Un hada encariñada hace lo que sea por su niño..., parece que Jimin ya no es de Namjoon, el Elegido y Líder. Y el favorito ahora no solo tiene al hada en su poderío, sino tristeza en su corazón. Eventualmente crecerá...

—Lo que quieres decir es... —indaga Agust, perdido.

—¡Lo que quiero decir es que madurará, Agust! ¡Un niño con un hada y un odio que corroe sus entrañas! ¡Definitivamente es mi día de suerte!

Al rubio se le ilumina la cara con entendimiento—. ¡Oh...!

—Ahora iré por agua caliente para mis pies, estas botas me matan. Quiero al niño en mi habitación.

Entonces, desaparece.

Agust observa al niño llorica, asqueado. Se detallan mutuamente por dos minutos aproximadamente.

—¿Te duele la mordaza? —el niño asiente. Agust rueda los ojos—. Te quitaré el terrible trapo, pero si te atreves a gritar y Suga te escucha, créeme que no podré impedir que te despedace vivo. Ya no le resultas útil, solamente le gustas —el chiquillo frunce el entrecejo—, mantente bonito y síguele gustando. Con la que le he soltado, disfrutará más de idear como matarte que coquetear contigo. Dime, ¿harás bulla? —el niño niega—. Bien, aquí voy.

J-Hope siente su boca dolorida, pero ha hecho una promesa y no puede dejarse llevar por la ansiedad. Se sienta derecho, sorbiendo por la nariz.

—¿Qué quieres decir con que le gusto?

El rubio mira a J-Hope con una expresión de perplejidad, pero una vez más rueda los ojos. Lo hace mucho, situación que desconcierta a J-Hope.

—Olvídalo. Ponte de pie y sígueme —ordena sacando una pistola pequeña, apuntándole en la cabeza—. Si te pasas de listo, voy a regar tus sesos por todo este lugar.

J-Hope asiente, asustado. El corazón late acelerado en su pecho, y ruega a toda divinidad que conoce, porque Namjoon llegue a salvarlo.

El barco es lúgubre, muy bullicioso. J-Hope piensa que, de hacer una revolución, no tendría ninguna oportunidad. Hay muchos hombres casi desnudos bailando, tomando e incluso algunos de ellos están besándose entre sí. Está confundido, pues todavía no ha visto el primer niño allí. Quiere preguntar, pero realmente teme por su vida. El arma se siente fría contra su sien, y el agarre del rubio no hesita.

Hay un letrero que recita «No Entrar» colgando en una puerta gigante e incluso más oscura que el resto del barco. El chico rubio toca con sus nudillos, se escucha un disparo en el fondo, pero al parecer es la señal que esperaba pues no duda en ingresar, empujándolo mucho antes. J-Hope cae arrodillado, y se queja en voz alta por el dolor en sus rotulas.

—¿Y ahora qué? —cuestiona el rubio.

—Siéntalo.

Es movido cual muñeca de trapo, pero se deja hacer. Puede que se empiece a cansar de limitarse a gimotear. Sin embargo..., el tipo de la cicatriz se ve temible y sin escrúpulos.

—¿Puedo irme?

—Organiza el rapto de Jimin y del híbrido conejo. Los quiero vivos, Agust, no te atrevas a dañar al hada.

Agust se trona el cuello y hace una mueca de desconformidad—. Esa hadita es una puta.

Suga se encoge de hombros—. Te lo quieres follar en su forma de humano, maldito cerdo.

—¡Claro que no! —niega el rubio, sonrojado—. ¡Si prácticamente nos crio!

Suga, a quien no le gusta hablar del pasado, le mira muy serio—. Márchate, quiero divertirme con mi rehén.

NeverlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora