19. ¡No estás solo!

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Yoongi es débil.

Lo había descubierto tiempo atrás, pero no se permitía serlo con nadie más que no fuera Jimin, su hada. El único ser que le había hecho sentir en casa; el hombre que lo quiso, lo cuidó y lo amó. Lo meció en sus brazos y le dio caricias, diciéndole que no era malo, y que todo estaría bien.

Por supuesto, Jimin había mentido. No lo prefirió, y cuando Yoongi tomó a su hermano y se dispuso a marcharse, decidió creer en el Elegido. Yoongi en cierta manera lo entiende, pues incluso si es un desgraciado, admite la bondad en el corazón de Namjoon. Pero no quita el hecho de que le dolió, todavía lo hace.

Cuando cierra los ojos, yace en una pequeña canoa. Es un niño de doce, hay agua, hay mar, hay olor a sal y a peces, no existe una salida. Yoongi no es normal, porque cuando se decide a descansar, el sueño difícilmente llega a él, todo lo que lo abraza es su infinita pesadilla.

—¡Jimin! ¡Agust! ¡Por favor, ayúdenme! —gritaba en su sueño lúcido.

Pero nunca hay nadie, ningún corazón quiere a un desgraciado. Namjoon tiene sirenas, tritones, duendes, animales..., él tiene a un hermano sin personalidad que lo sigue a todas partes, y un alma rota en mil pedazos.

Yoongi es el Capitán Suga, pero cuando cierra los ojos, está perdido y el mar lo traga. No hay salida, no, no, no.

A veces, cuando se encuentra a sí mismo muy sofocado, su garganta pica por hablar. No se permite mostrarse sin saber que su fuente de desahogo morirá próximamente; entonces, deja salir su fragilidad. De nuevo, es un niño y necesita consuela; otra vez, se siente inseguro y ansía amor.

Cierra los ojos y es un Niño Perdido, pidiendo auxilio, implorando por entendimiento.

No quiere ser un niño malo, no, no. ¿Tal vez una segunda oportunidad? ¡¿Acaso tiene la culpa de no ser el hijo de la isla?! ¡Lo que más añora es ser el Elegido, regocijarse en el cariño de los demás! ¡No pidió ser incapaz de volar, o marchitarse como las flores!

—Dime que soy bueno... —le pide a Hoseok con los ojos cerrados, viéndose a sí mismo en medio del mar.

Su piel quema por el sol, su garganta quiere tomar agua purificada del Lago de las Sirenas y Tritones; y aunque realmente yazca en el regazo de su rehén, Yoongi no puede esconderse de su pesadilla, lo engulle.

—E-eres bueno, Yoongi, un ni-niño bueno. —escucha el murmullo. Su pecho se llena de júbilo, contento.

Aun así, Yoongi quiere dejar de estar perdido. Quiere su hogar, quiere a Jimin para que sea su mamá. Quiere, quiere, quiere.

Anhela muchas cosas, pero no tiene nada. Solloza fuertemente; el niño y el adolescente están llorando.

—Di-dime cómo escapar, Hoseok. —ruega.

No recibe respuesta en largos minutos. Yoongi escucha las gaviotas cantar, mira hacia arriba, pero los rayos solares le molestan los ojos. En su sueño lúcido tiene ambos orbes buenos, pero no es suficiente para encontrar escapatoria.

—¿Dónde estás? —pregunta Hoseok.

Yoongi lo ha explicado tantas veces, a todos esos infantes que jala a su habitación exigiendo un pseudo consuelo, tratando de hallar la salida que le lleve al mundo real: es la búsqueda a su tesoro personal. Pero ninguno le ayuda, todos son estúpidos, y terminan muriendo en sus manos. Inservibles, como él. Yoongi no se soporta, y odia notar sus debilidades en otra persona.

—Estoy remando, es un mar que no pertenece a la isla. Hay sol, mucho sol. No se puede ver la luna en lo alto, como en casa. Soy un ni-niño, no encuentro la salida. Remo, remo, remo; pido ayuda. Cu-cuando me echo a dormir bien, soy capaz de pescar y comer, pero por lo general solo hay desolación. Sufrimiento, so-soledad... odio estar solo, Hoseok. Di-dime qué hacer...

¿Debería tirarse al mar? No importa su vida, no tiene sentido. Pero ahora tiene una ventaja, su hermano le traería a Jimin y tal vez podría descubrir la guarida de Namjoon y sus pocos Niños Perdidos. Lo derrotaría y, eventualmente, se convertiría en el Elegido. La isla tiene que dárselo, ¿no? ¡Lo quiere más que su estúpido némesis!

—No bajes de tu barquito, Yoongi, tienes que seguir remando. ¿Sabes diferenciar el norte? —El Yoongi pequeño tiene una brújula, así que asiente—. Si-sigue hacia el norte, Yoongi. Hay una pequeña isla, ahí te estoy esperando.

Yoongi se sorprende positivamente—. Nunca nadie había planteado una posibilidad para bajarme de aquí, ¿por qué tú sabes?

—Po-porque soy diferente, Yoongi, soy esperanza.

Yoongi siente un calor en su pecho. La brújula le dicta hacia dónde ir. Han pasado minutos, pero continúa remando, no ve ninguna isla por más que se dirija al norte.

—No te veo, Hoseok...

—A-aquí estoy, Yoongi.

—¡No te veo! —solloza el niño y la marea empieza a mover la canoa. Su cuerpo real se estremece, mientras que en el sueño se limita a encogerse en una esquina. Ha perdido las remas, como también su esperanza.

—¡Aquí estoy! —insiste Hoseok—. ¡No estás solo!

De pronto sucede: Las nubes esconden el deslumbrante sol, y la luna sale en su lugar. El manto oscuro está repleto de estrellas tintineantes, el agua se convierte en tierra y Yoongi es un adolescente.

—¿Qué...? —murmura, estupefacto.

De lejos está un niño de cabello color negro. Tiene una leve sonrisa, y los brazos abiertos. Es Hoseok, vestido con ropa diferente al camisón que trae puesto, parece vestimenta de humanos: Yoongi recuerda haberlo leído en un libro hacía mucho tiempo atrás, cuando Namjoon era considerado su hermano.

Yoongi camina hacia Hoseok, queriendo tocar la textura del extraño trapo, sin saber que se trataba de un hanbok. Pero nunca llega, el sueño lúcido se desvanece y lo próximo que sabe es que alguien ha irrumpido en su habitación.

NeverlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora