1. Hermanos Kim

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1951, Seúl

Seokjin, Hoseok y Taehyung son los tres hijos de la familia Kim. Residen en Seúl, una ciudad golpeada por la Guerra de Corea. Hay problemas políticos más allá de la bonita casa hogareña de nuestros chiquillos, conflictos de adultos que no trataremos en este cuento.

Porque aquí nos centraremos en los finales felices... más o menos.

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Nuestro querido niño de catorce años de edad, el mayor de los hermanos Kim, mide aproximadamente un metro con setenta y seis centímetros. Sobrepasa el promedio de altura en los hombres de su país, y todavía le falta por desarrollarse. Tiene hombros anchos, cuello altivo que sostiene un rostro hermoso, con labios rellenos, mejillas delgadas y unos ojos rasgados que encantan a simple vista.

Es soñador y le gusta cantar. De hecho, está haciéndolo ahora mismo, mientras que es mirado por sus hermanos menores, quienes lucen embelesados.

A lo lejos, un búho ulula. Parece ser el sonido necesario para que Hoseok y Taehyung, quienes casi caían dormidos, se desperezaran. Seokjin ve a sus hermanitos tomar un par de espadas que se encargó de hacerles hacía dos noches atrás, iniciando una pelea sobreactuada en la que Taehyung era Peter Pan, y Hoseok el temible Capitán Garfio.

—¡Ríndete, niño insolente, pirata depravado! —Taehyung blande la espada de cartón, casi cayendo al suelo cuando trepa hacia la cama de Seokjin.

Hoseok se burla, porque Tae es menor que él—. ¡Te cortare en pedazos! —exclama con pasión, causando una carcajada en Seokjin.

La pelea dura algunos minutos más, tiempo en que Seokjin se levanta de donde yace sentado, en el filo de la ventana, para perseguir a sus hermanos por toda la amplia habitación. Los niños se rehúsan a parar con el desorden, y Seokjin teme a que sus padres se dirijan a verificar si ya están durmiendo.

Pero el alboroto continuó, y para su desgracia, no solo es su madre quien entra a la habitación, también un muy furioso señor Kim.

Hoseok sonríe en grande mientras esconde detrás de su espalda, aquella espada de cartón. Taehyung se sonroja y tira hacia un lado el garfio un poco doblado que le había quitado a su hermano. Cae en la cabeza de su padre, quien resopla cual animal salvaje. La señora Kim dibuja en su rostro una sonrisa amable, tratando de apaciguar el ambiente, pero Seokjin solo se limita a bajar la cara y esperar la reprimenda que se acerca.

—¿Otra vez este desagradable bullicio? Han sido dos noches seguidas en las que requiero dejar de descansar para venir a poner punto final a las algarabías —su voz es alta, temible. Seokjin intenta hacerse pequeño, pero su cuerpo de casi adulto no le da mucha ventaja—. ¡Oh, por Dios, Seokjin! Eres un hombre-

—No del todo... —escucha el susurro de Hoseok.

—...y todavía eres incapaz de mantenerte en tu papel. Desposarás a una buena dama en corto tiempo, ¿debo confiar en ti si persistes en actuar de esta manera?

—Todavía es un niño, cariño. Tiene catorce años, creo que es normal que quiera jugar con sus hermanitos. —defiende su madre, voz trémula y cuidadosa.

Seokjin levanta la cara, listo para expresar en voz alta su disconformidad con el futuro que su padre ya parece haber escrito, pero solo se encuentra con el rostro rojo e iracundo de su progenitor.

—¡Este muchacho está en edad de obtener su propio cuarto solo! ¡No puede seguir patrocinando la indisciplina en los menores! Y el punto de tu matrimonio no está en discusión. Es la última noche que pasas en esta habitación, así que para mañana estarás remodelando la que está cerca del ático.

Seokjin siente los ojos cristalizados, pero asiente.

Cuando sus padres se marchan, ni siquiera es capaz de dar un correcto buenas noches. El ambiente ha caído y los niños se acuestan en sus respectivas camas. La de Seokjin da con la ventana abierta, la luz de la luna alumbrando su rostro repleto de lágrimas.

Observa a sus hermanos cuando estos ya están dormidos, lo detecta por la respiración regular. Suspira mirando la hermosa luna llena, tan llamativa y esplendida. Se pregunta si está mal que nunca haya sentido verdadera atracción por su hermosa prometida, a pesar de que la chica ni siquiera sea mala persona. Es todo lo que su familia quiere para él, incluso se lleva bien con sus hermanos, pero, aun así, no logra verse amándola el resto de su existencia.

No se siente mayor. En su interior, Seokjin es un niño. Quiere a sus hermanos, adora jugar con ellos. Cree en los cuentos de hadas que a veces les lee, canta con el corazón y no quiere salir allá afuera, ser consciente de lo podrido que está el mundo.

Cierra los ojos pensando en la sombra de Peter Pan, la que dejó olvidada en su última visita.

NeverlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora