20. Reencuentros

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Se había quedado dormido, y su hermano está estupefacto pues se encuentra en el regazo de su rehén. Yoongi no recuerda haber disfrutado tanto de una siesta.

La sonrisa confundida de Agust lo recibe. Espera unos minutos hasta que se siente capaz de ponerse de piel. Yoongi sabe que ha pasado un buen tiempo, y reconoce en su interior una especie de liberación que abraza su alma. Hay una mueca de perplejidad en el bonito rostro de Hoseok, el niño que le ha regalado ese sentimiento que, aunque extraño, es particularmente abrazador. Como una llama de esperanza, porque no está solo.

—Tenemos a Jimin. —finalmente, dice Agust. Cara Cortada entra a la escena, cargando una botella trasparente con el pequeño cuerpo del hada en su interior. Jimin se ve serio, cruzado de brazos con aburrimiento; no lo mira a los ojos, porque Yoongi no sabría cómo reaccionar.

—¿Jimin...? —susurra Hoseok, tensándose en su asiento. El atisbo de miedo regresa a sus facciones infantiles.

Ciertamente, Yoongi no había pensado mucho en el híbrido por el que Jimin le dio la espalda a Namjoon, pero sabe que es una ficha importante para la jugada que eventualmente tomara lugar.

—¿Qué pasó con Jungkook? —pregunta Yoongi mientras toma un mapa de la pared y lo alisa sobre una mesa—. Pensé que lo traerías también.

Agust, quien había notado un cambio en el aura de su gemelo, frunce el ceño. Le sorprende que el niño todavía no esté muerto, y observa que tampoco tiene indicios de haber sido abusado física ni psicológicamente.

—¿Puedo quedarme con el niño? —el silencio pasivo agresivo que se ha formado es interrumpido por el sínico Cara Cortada, quien se cree capaz de obtener lo que se le venga en gana.

Hace que Agust regrese a la realidad, pero, antes, su gemelo se adelanta.

La piel blanca se tiñe de un rojo intenso, enojado. Sus ojos se achican y le da un golpe con la mano abierta sobre el mapa extendido. Jimin finalmente se enfoca en el niño que había criado, frunciendo el pequeño entrecejo. Agust brinca en su sitio, y Cara Cortada es blanco de la mirada fulminante del Capitán.

—Serás echado al mar. —demanda, señalando al chico quien, con la boca abierta, observa a Agust D.

—¿Qué pasa contigo? ¡Él nos ayudó con Jimin!

—Sácalo de inmediato, cumple con mi mandato y luego regresa aquí. Hablaré con Jimin.

Cara Cortada es llevado a su sacrificio de inmediato. Agust no abandona su asombro, pero sabe que no es adecuado cuestionar la autoridad de su impredecible hermano. No se salvará, ni siquiera por su condición de mano derecha y familiar.

La habitación queda sumida en una falsa calma, y la atención de Yoongi se centra totalmente en el hada, recordando que, sin esta, la criatura no estaría en condiciones de expresarse. El cambio en su interior se siente foráneo, como si hubiera viajado en el tiempo y se encontrara en esos momentos que Jimin podría definir como preciosos; pues Yoongi aún no conocía el odio, pero, aun así, tenía envidia de Namjoon.

Hoseok tiembla, abrazándose a sí mismo. No comprende la contradicción en su interior: es como si tuviera una conexión con el malo del cuento luego de la escena que habían protagonizado hacía poco. Le había tenido en su regazo, cuidando sus sueños tranquilos por varios minutos que parecieron horas, ni siquiera le molestó que no sintiera sus piernas, porque su cabeza se empeñaba en estar embelesada por el chico durmiente. A Hoseok le molesta no tenerle miedo, y confiar estúpidamente en sus decisiones; de verdad podría jurar que había pasado por un cambio significativo, uno que sin lugar a duda cambiaría su final predestinado. Voltea hacia la puerta que había rechinado por la salida de Agust y el niño desfigurado; se pregunta por qué no siente ganas de escapar, por qué el miedo lo inunda, pero ahora de una nueva forma. Una especie de magia se ha instalado en su pecho, amortiguando los sentimientos de inferioridad que en un pasado había reprimido.

—Tiempo sin estar frente a frente —dice Jimin, pero no mira a Yoongi—, estás diferentes, Yoon.

El apodo suena casi cariñoso, pero hay resentimiento en el asunto. Hoseok escudriña el rostro de Yoongi, sin embargo, este solo denota mutismo y seriedad. Quiere jalarlo y recostarlo en su regazo, porque de alguna extraña manera, ahora siente que lo comprende y que está en su deber consolarlo.

Hoseok está siendo seducido por la isla, que ni corta ni perezosa, le está dando un motivo para nunca marcharse. Lo sabe, porque siempre ha sido el más razonable de sus hermanos. Solo espera que ellos estén bien, deseando con ahínco poder despegar sus ojos del ser luminoso que es Yoongi. Pero no puede. El hilo invisible que los separa se alarga cuando el chico pálido se aleja con la botella que contiene a Jimin entre manos.

Mientras tanto, Jimin ha comenzado a llorar. Las lágrimas del hada son preciosas, dignas de una criatura con tal magnificencia. Yoongi lo observa con detenimiento, tratando de respetar el espacio que exige un acto tan personal, pero no lo hace por motivos benevolentes: ahora se ha dado cuenta del arma que tiene en sus manos. Antes había pensado que no tener a Jungkook representaría una desventaja, pues es obvio que el híbrido que alguna vez fue el maknae de los Niños Perdidos, se encuentra tan clavado en el corazón de Jimin, que este se negó a dejarlo por su cuenta. Y mantendría su posición al respecto.

Yoongi ya no está perdido, porque de una manera misteriosa que todavía no logra comprender, Hoseok lo había entendido, escuchado y salvado. Ahora es el de antes: el Yoongi anterior al Capitán Suga, ese personaje lleno de ansias por sangre y perversión. Lo único que no ha desaparecido es su deseo por venganza, ya que Namjoon le proporcionó una horrible cicatriz en su ojo (sin mencionar su casi ceguera que pronto escalaría a una completa), y su mano mutilada. Habría que dar un golpe final, piensa. La ficha para ello está en sus manos.

—Jimin, llorar no arreglará tus problemas —dice Yoongi, decidido a darle inicio a su plan. El hada solloza más fuerte—. Al maknae no le sucederá nada, ¿por qué lo dejaste fuera de la visita? —la pregunta es cordial, comprensiva.

Jimin frunce el ceño y mira a Yoongi con ojos pequeños por el llanto. Es increíble lo etérea que es aquella criatura, como si se tratara de un pedazo de estrella. A Yoongi siempre le había fascinado, y sinceramente extraña su presencia. No obstante, ya no hay lugar para ello.

—Sé que no debo juzgarte por lo que te has convertido. Soy el culpable de todos nuestros problemas, lo sé..., si yo no le hubiera dejado expulsarte...

Yoongi coloca el hada en la ventana de su camarote, observando más allá el manto oscuro que se extiende sobre la isla. Allí los días son muy brillantes y las noches muy oscuras, pues yacen dos niños humanos debatiendo por el poder. No tiene miedo de que escape, porque sabe que Jimin ha querido ser atrapado, de otro modo Agust no hubiera dejado a Jungkook atrás.

—No sirve de nada juzgarme, ni siquiera a Namjoon —hace una pausa, suspirando melancólicamente. No sabe si lo dice en serio, pero se encuentra a sí mismo deseando que los celos desaparezcan—. La culpa de todo lo tiene no conversar. Yo te hubiera dicho cuán desplazado me sentía, pero me lo callé.

—¿Por qué me lo dices ahora? —cuestiona Jimin muy confundido, ladea la cabeza hacia el cuerpo encogido de Hoseok, quien observa el intercambio de palabras en silencio—. ¿Qué harás con él, Suga?

NeverlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora