25. Familia y esperanza

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Desde lejos, Hoseok es capaz de observar el momento exacto en que los ojos de Yoongi se cierran, cansado. La mano que lo sostiene tiembla, y el cuerpo empieza a descender. No sabe en qué momento tomó la decisión de ir por él, porque, aunque no le tuviera el mejor concepto, hacía poco había compartido un momento nostálgico a su lado. Y la conexión sigue latiendo, exasperante, sin embargo, Hoseok desconoce la razón de ser de esta.

Yoongi lo mira expectante, pero Hoseok lo toma del brazo y lo jala hacia la superficie plana del barco. El hermano del chico cuya cicatriz tiene su atención, se acerca corriendo.

Envolviendo su cuerpo con sus propios brazos, Hoseok observa sus pies como si fueran lo más interesante del universo. De fondo hay una conversación de los hermanos.

—¡Yoongi, casi mueres, idiota! —Agust regaña a su gemelo, aun así, lo abraza con ahínco. Hoseok siente los ojos de Yoongi en su cabeza, mientras que ahora sus ojos yacen en los cuerpos entrelazados de los hermanos.

—Yo... —dice Yoongi, su voz rota. Es gutural, pero de alguna manera también es suave, arrepentida y con otro toque que no alcanza a identificar—. Lo siento.

—Idiota —repite Agust, limpiándose una lagrima—. ¡Yo siempre te he preferido!

Es cuando Hoseok lo enfoca: Yoongi tiene los ojos felinos repletos de agua, al borde de romper en llanto, su labio inferior incluso está temblando. Hoseok se siente tocado por la escena y le regala una media sonrisa.

—Lo siento... —reitera Yoongi, con una convicción indescriptible. El sollozo sale directo de su pecho, doloroso y liberador.

Y, aunque Yoongi se encuentra compartiendo un momento con su gemelo, la única persona que nunca lo había abandonado y al que trató tan mal en un pasado, Hoseok pudo encontrarse con sus orbes antes de que el chico los cerrara para fundirse por completo en el calor familiar. Esa disculpa también le llegó a su corazón, y Hoseok sonríe ahora con todos los dientes, porque reconoce que estaría fuera de su personaje ignorar la evolución en Yoongi, eludir la esperanza que barre los sentimientos de desconfianza.

De repente, la presencia de Jungkook y Jimin se hace notar. El niño sigue brillando incesantemente, mientras que el hada, convertido en hombre, le sonríe medianamente. El cuadro le trae una paz inmensa.

No obstante, Yoongi se despega de Agust con rapidez y abre los ojos, asustado.

—¡Namjoon! —grita, desesperado.

—¿Qué pasó con Namjoon?

—Para este momento él debería estar... —comienza a explicar Agust, quien también se preocupa nada más escuchar el nombre del moreno.

—Explotando —termina Yoongi, tragando en seco—. ¡Lo siento! Yo...

Jungkook le sonríe un poco, pero igualmente se nota escandalizado. Ni hablar de Jimin, quien ha roto su mueca calmada para convertirla en preocupación y algo parecido a la culpa.

—¡Mis hermanos, ¿qué les ha pasado?! —cuestiona Hoseok alterado.

—Tranquilos, Jimin y yo impediremos lo que sea que suceda. Ustedes no peleen, por favor —murmura Jungkook, levitando—. J-Hope, estás a cargo, no lo eches a perder con el rencor, todo estará bien.

Hoseok, cuyo rostro es serio, tarda en asentir, pero lo hace.

Mientras que Yoongi siente esperanza, porque, al parecer, es el adjetivo adecuado para ese niño.

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