24. El Elegido

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El cuerpo de Jungkook se pierde bajo el barco. Suga no entiende porqué, pero un estremecimiento le hace tragar duro. El llanto del hada ruge como si se reprodujera al pie de su oído. Continua firme ante su convicción.

Su tripulación se ríe en un coro bastante patético, y se pregunta si Namjoon ya habrá abierto el paquete que le envió.

—¡Tú! —se exalta Jimin, volando hasta dar con él. Agust está listo para disparar, pero Suga lo detiene con una mirada gélida. Jimin se convierte en humano cuando se pone de pie a su lado; la figura hermosa paraliza a Suga un segundo, pero logra mantenerle la mirada. Es unos centímetros más alto que él—. ¿Por qué? Dime, ¿qué hice mal?

Suga siente la risa subir por su garganta, y la libera conmocionado—. ¡¿Qué hiciste mal?! ¡Me sentí perdido por tu culpa, por escogerlo a él!

El precioso rostro está empapado en lágrimas—. ¡Ya te dije que era mi deber estar a su lado! ¿Alguna vez lo entenderás? Me has quitado lo que más quiero en la vida...

—¿Ese no solía ser yo? ¿No dijiste que dudas de Namjoon? Si me hubieras seguido como lo hiciste con él...

—Te amé como a un hijo, Yoongi. Estaba mal que fueras mi favorito, pero lo eras porque... me necesitabas, sentía que si te dejaba de lado te perderías y crecerías. Sucedió por tu envidia, no porque yo te haya abandonado. Tomaste una decisión y tuviste que enfrentar las consecuencias, ¿pero, sabes qué? Nunca he podido odiarte. Si hay algo que tengo claro sobre Namjoon, es que no dio inicio a esta dualidad en la isla. Fuiste tú, Yoongi: por tu culpa las noches son tan oscuras y los días tan soleados. Solía existir un atardecer perfecto que demostraba la energía de la isla... y ahora...

Yoongi. No, no Yoongi; él es Suga. El Capitán.

—¡NO! —ruge, cayendo de rodillas—. ¡NO ES MI CULPA! —grita entre lágrimas que no se ha dado cuenta que está dejando salir.

—Yo-Yoongi... —escucha a su hermano, pero Suga se tapa los oídos con las palmas de sus manos.

—¡No es mi culpa que estos sentimientos me estén matando, Jimin! ¡Fue la tuya, por no preferirme! ¡Nadie lo hizo, jamás! Y ahora soy... un monstruo, po-porque fui creado para ser el malo de la historia, ¿no es así? ¿No es lo que esperaban de mí? ¡Todo el mundo me trató tan mal y....!

Los sollozos raspaban su garganta, liberando su pecho, pero no lo suficiente. Cierra los ojos, deleitándose con el negro detrás de sus parpados; ya no está perdido en medio del inmenso mar, pero el vacío en su pecho le impide levantarse del piso, o si quiera razonar que yace quebrado ante muchas personas. No importa, porque Suga le teme a ser Yoongi y abrirse, había pensado que Hoseok, al sacarlo de su eterna pesadilla, lo querría para siempre, pero, en cambio, se vio en la obligación de condenarlo lejos para mantener su corazón protegido.

El jadeo sorprendido que interrumpe sus pensamientos es general. Suga sorbe su nariz con fuerza y posa sus orbes oscuros sobre la brillante figura que levita más allá. No se trata de Namjoon: es Jungkook.

Jimin dice algo, su hermano le toma de las axilas para ayudarlo a ponerse de pie, pero su cuerpo está pesado y lastimado. Sus piernas no responden, y su mirada no quiere apartarse de la magnificencia de ese ser que brilla en diferentes colores.

Jungkook irradia los colores del arcoíris, tan sublime que duele a la vista. Sus orejas de conejo y su sonrisa de dientes delanteros más grandes que los demás: sonríe, con ojos felices y expresión calmada. No le dirige la mirada enseguida, está muy concentrado en observar al hada convertido en humano.

—Es... —dice su hermano, conmocionado— el Elegido, el hijo de la isla.

Su reconocimiento en voz alta surte efecto cuando, de a poco, el plano oscuro del cielo va cambiando con tonalidades anaranjadas y amarillas. El sol se ve a lo lejos, pero la luna también hace acto de presencia. Es un atardecer: según la leyenda, con el posicionamiento del Elegido, las cosas se pondrían en su lugar, entonces, el eterno atardecer daría inicio. Un ocaso perfecto, una persona pura cuyo corazón puede perdonar y su bondad nunca perecerá.

Había pensado que se trataría de Namjoon cuando finalmente pudiera exterminarlo, pero, ahora...

La aparición de Jungkook crea un ruido impresionante. La tripulación del Capitán cae en una desesperación indescifrable, a sabiendas de que habían atacado al legendario Elegido. Suga observa que sus piratas malhechores comienzan a tirarse del barco con gritos y alaridos, llevándoselo entre sus cuerpos. Su hermano grita que tenga cuidado, soltándolo un segundo, el tiempo indicado para que la muchedumbre suicida lo jale hacia el final.

Queda prendido de una tabla sobresaliente. Hay lágrimas en sus ojos, cayendo cual cascada sobre sus mejillas. Sus oídos han dejado de funcionar, solo siente un dolor en su pecho y la carga de la culpa en su cabeza.

—Me he equivocado... —susurra hacia el cielo, negándose a pedirle una oportunidad a la luna—. ¿Qué otro final podría tener el malo?

Debajo de su cuerpo colgante, dos cocodrilos dan saltitos emocionados, queriendo probar un mordisco del Capitán. El agua es roja y partes de la ropa de sus subordinados flotan, indicando que en algún momento ellos habían sido más que la cena de un animal carnívoro.

Ojalá la vida fuera una melodía, piensa Yoongi, y se suelta.

NeverlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora