Capítulo 18: La Célula que Explota

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La Ciudad

-A ver, animal... ¿Cuántas veces te he dicho que estos idiotas tienen la nariz en mi culo a donde quiera que voy? ¡Y tú haciendo tu desmadre!

-Ya le dije que no se preocupe, jefe. Ya pasó una semana de eso y ya no ha tenido más problemas. Todos están demasiado metidos en sus asuntos como para tratar de averiguar quién es el que quiso matar a un puto fiscal. Nadie pondrá las manos por ellos. O dígame, ¿Maldini ya habló con usted?

-¡Eso es lo que me temo, puñetas! ¡Que Maldini cuando sabe que estás cagándola no va a darte una advertencia, te manda a chingar a tu madre de buenas a primeras!

-Mire, jefe, al final, todo gira en torno a alguien: la pinche puta peliplateada esa. Todos no actúan porque andan esperando a que ella diga algo, y como no ha dicho nada, pues todos sienten que no tienen por qué menearle al asunto. Todos le tienen miedo.

-¡No es miedo! Es –el Tracker, ese mafioso que era patrón de Sand, se traba-... es que esa mujer es accionista mayoritaria de varios negocios legales de los Mesías de aquí, sumado a que ella es la que brinda protección a muchos otros de nosotros.

-¡Es miedo, no joda! Prácticamente lo que me dice es que esa mujer tiene agarrados de los huevos a todos; apuesto a que incluso Maldini tampoco quiere molestarla. ¡Al carajo! Es hora de que podamos hacer negocios libremente, sin que venga una jodida matrona de putas a que nos diga lo que tenemos que hacer. ¡Vamos! Usted era el puto rey en esta ciudad; solamente vino esta ramera, e hizo que casi se cagara en sus pantalones solo porque mandó matar a unos raterillos y padrotes de mierda en la Capital.

El Tracker se levantó furioso de su sillón; los guaruras que lo acompañaban en ese club, se pusieron alerta y sacaron sus armas, apuntando a Sand.

-¿Sabes a quién chingados le hablas, pendejo? ¡Le hablas a tu jefe! A quien te da de tragar.

Sand sonreía lleno de socarronería mientras era apuntado, levantando las manos como si no le importara nada.

-¡Adelante! ¡Mándeme disparar! El problema es que, si empezamos un tiroteo, esa mujer resultará la campeona absoluta de este lugar.

El Tracker alzó su mirada, viendo en las sombras a varios hombres con fusiles, apuntando desde los balcones de ese club nocturno. El hombre fornido de camisa de cuadros notó que el pánico comenzaba a cundir en el recinto, pero él levantó las manos.

-¡Tranquila, gente! ¡Todo está bajo control! –Acto seguido, manda a sus hombres a bajar las armas; Sand, con un simple movimiento de manos, también ordena a los suyos-.

-¿Trajiste a la Ciudad a pinches Kaibiles? ¿Estás mal de la cabeza?

-Esta ciudad necesita a alguien con un tornillo zafado para hacer que las cosas cambien para bien entre nosotros. Todas las revoluciones en la historia la ha hecho gente loca, puesto que las revoluciones traen caos, muerte y destrucción, en pos de tener un futuro brillante para los revolucionarios.

-Sabes que una pendejada como una revolución no aplica aquí. Si hacemos desmadre, el gobierno del Estado, de la Federación e incluso los pinches países que tienen intereses aquí, mandaran sus fuerzas a mandarnos a la chingada a todos.

-No si esa revolución se hace legítima. Todos buscan, de una u otra forma, ver cómo esa mujer caiga.

-¿Qué vergas quieres?

-Por lo pronto, que se tranquilice; puedo asegurarles que no arruinaré esa "Fiesta Patronal" que tiene La Ciudad en estos precisos momentos; que por cierto, me han inspirado para tan brutales pajas. ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja!

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