Cap. 22

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Narra Briana

Sonreí y guardé mi celular en mi bolsillo. A veces; si no es que casi todo el tiempo, extrañaba mucho a Brian. Siempre estuvimos juntos desde niños y era normal que yo me sintiera de esa forma al pensar en él. Me esforzaba mucho por no agobiarlo demasiado con mensajes insistentes para saber cómo iba a su día o para contarle cualquier cosa divertida o rara que pasaba en el mío.

Entonces mi mirada encontró unas pulseras muy bonitas y únicas que estaban en un estante algo lejos de mi alcance. Eran cuatro piezas de rompecabezas que se unían en una. Cada una tenía grabado un símbolo que se parecía al juego de cartas de póker. Una pica, un trébol, un corazón y un diamante. Inmediatamente pensé en Brian, Sammuel, Ryder y yo.

Tenía que comprarlos y darle uno a cada uno, aunque tuviera que enviarle el suyo a mi hermano hasta Francia. Sammuel no tenía por que saber que llevaríamos algo a juego. Aunque yo mantenía la esperanza de que todo se arreglara en algún momento, el castaño era muy terco en ese sentido y no se prestaba a hablar sobre el tema.

Me estiré lo más que pude sobre las puntas de mis pies para alcanzar el juego de pulseras. No era muy buena para pedir ayuda y lo que yo identifique como el encargado de la tienda, estaba atendiendo a otra persona en el mostrador.

Suspiré porque en ocasiones así no lograba no pensar en Brian.

***Trece años antes***

Estábamos en la cocina, era muy temprano como para que uno de los empleados de nuestra casa estuviera despierto. El objetivo era muy simple, teníamos que obtener el tarro de galletas de la alacena sin ser atrapados. ¿El problema más grande? Estaban resguardadas por la feroz alacena de madera muy lejos de nuestro alcance.

—Briana, no sé si es buena idea—mi mellizo miraba hacia todos lados muy nervioso. Él era más del tipo de niño que seguía las reglas—¿Segura que no puedes esperar al desayuno?

—Dijiste que tenias hambre y las galletas son la mejor opción—Exclamé mientras balanceaba su mano como si fuera un pequeño columpio.

—Lo sé...pero puedo esperar—negué con su respuesta.

—Como tu hermana mayor debo alimentarte—solté su mano y me acerqué a una silla del comedor. Si la usábamos sin duda llegaríamos a donde las galletas se encontraban.

—Bri...tú eres mi hermana menor por diez minutos—suspiró, pero igual se acercó a ayudarme a mover la silla sin hacer mucho ruido.

—Pero en estos casos como yo soy genial, yo te voy a conseguir comida—sonreí por que logramos poner la silla donde queríamos—Así que no hagas ruido.

Me subí a la silla con un poco de esfuerzo, pero lo logré. Daba un poco de miedo, pero no importaba si significaba que cumpliríamos la misión. Pero entonces me di cuenta de que no era suficiente altura. Infle las mejillas y luego mire a Brian.

—¿Q-que pasa? Deberías bajar de ahí...te caerás.

—Necesito tú ayuda para subir aquí—señale lo que mi papá había dicho que se llamaba barra—si no, no voy a llegar a las galletas.

—No deberías...parece peligroso—me miró preocupado.

—Si no me ayudas igual voy a subir por mi cuenta.

—...

—...

—Esta bien, pero ten cuidado Bri.

Lo ayudé a subirse a la silla junto a mi y luego nos las ingeniamos para que me ayudara a llegar a la barra. Una vez arriba pude abrir el gabinete de las galletas. Que suerte que no tenia una llave como el armario de mamá. Tomé el tarro de cristal, pero pesaba más de lo que había pensado. Solo me moví un poco, pero eso fue suficiente para perder el equilibrio con todo y galletas.

¡Maldito Whatsapp!  (Libro 2 después de ¡Bendito Whatsapp!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora