23. Diviértete

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Dylan.

Despierto sobresaltado tras una pesadilla con los padres de Lyla. En mi sueño, cuando llegábamos a su casa, Kathya estaba con ellos, susurrándoles cosas en el oído, así que apartaban a Lyla de mi lado y no podía hacer nada para evitar que se la llevaran lejos de mí. Por suerte esto es sólo un mal sueño y así Kathya nos esté esperando, nada ni nadie me va a apartar de mi novia.

El pasillo del avión está solo, algunas personas duermen en sus respectivos asientos y otras parecen entretenerse con alguna película. Giro mi cabeza hacia el asiento de la ventanilla, donde Lyla yace dormida con una manta cubriéndola. Es tan bella y tierna durmiendo que provoca que quiera darle un largo beso en su frente. En su lugar, acaricio su mejilla con delicadeza y, a continuación, le ofrezco un beso en el mismo sitio. Por suerte no despierta, simplemente se limita a sonreír y suspirar.

El resto del vuelo trato de volver a dormir, lo cual logro al menos las últimas horas que quedan de este. Para cuando aterrizamos en el aeropuerto Marco Polo en Venecia, Lyla parece bastante nerviosa. Incluso más que yo.

—Para ya de morderte las uñas, Lyl —la interrumpo llevando sus dedos lejos de sus labios. Aunque al ver mi acción, lleva cuando los dedos de la otra mano hacia el mismo sitio, por lo que la tomo de ambas manos y me coloco frente a ella sin soltarla —. Todo va a estar bien, ¿de acuerdo? Te lo aseguro —trato de tranquilizarla y de tranquilizarme al mismo tiempo. Debemos tener confianza en que todo saldrá bien.

—No conoces a mis padres —dice negando con la cabeza —. No son malas personas, es sólo que si ellos creen que algo o está mal, no dejarán que sigamos con nuestra relación. Si eso pasa... No quiero ni imaginar tener que debatirme entre ellos y tú.

—No pasará. Esta es una buena oportunidad para conocerlos y que me conozcan. No dudo que no son las circunstancias que me gustarían pero, no sólo los estaré conociendo a ellos, sino el lugar de dónde vienes. Conoceré una parte de ti, de tu vida y eso me encanta.

Sonríe de lado aún cabizbaja. Al menos logré hacerla sonreír.

La rodeo con un brazo, atrayéndola a mi costado derecho para así avanzar hasta tomar un taxi y dirigirnos hacia su casa. Durante el trayecto logro divisar varios lugares hermosos y representativos del lugar. Las personas parecen bastante felices en las calles, riendo, cantando, comiendo o dando un paseo en la laguna del Puente de la Libertad. Ante mi rostro de sorpresa en cada calle que pasamos, Lyla logra sonreír un poco más, lo cual me motiva a que las cosas pueden salir mejor de lo que espera.

Para cuando llegamos a su hogar la noche se ha hecho presente, varias personas caminan en la calle alumbrada por las lámparas colocadas casi cada diez metros para dirigirse con sus familias tal vez a cenar. Siendo honesto no tengo idea a qué hora cenen aquí.

El taxista ayuda a bajar nuestras maletas y una vez que hemos pagado, Lyla le agradece por el viaje. Antes de poder llegar al timbre del umbral, una mujer de cabello castaño y ojos avellana aparece y grita de euforia al ver a su hija. 

¡Lyla, non sai quanto mi sei mancata! —exclama sin saber qué ha dicho. Supongo que le ha hecho saber cuánto la extrañaba o algo así.

—Madre, él es Dylan —me presenta al separarse de ella, tratando de sonar lo más tranquila posible. Su madre me examina antes de tomar la mano que le ofrezco en señal de saludo.

—¿Podrás decirle que es un gusto poder conocerla al fin? —pido sin saber cómo decirlo en italiano.

—No tiene que pedirle nada, giovane, mi esposo y yo hemos aprendido mucho su idioma mientras Lyla estuvo fuera.

—¡Mamá! ¿Por qué no me habían dicho nada? —inquiere Lyla sorprendida y a la vez emocionada

—Porque estabas muy ocupada en el Ospedale, hija. Tu padre y yo queríamos sorprenderte y lo estamos haciendo ahora.

Besos Bajo La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora