Dylan.
Dejo caer mi cuerpo en la silla a mi espalda. Estoy muerto de cansancio, y cómo no estarlo, después de cuatro días seguidos sin dormir, mi cuerpo ya lo está resintiendo.
El Memorial Sangster Mayer Hospital ha estado lleno de accidentados en estos días, debido a que varios autobuses con pasajeros se volcaron y desde entonces no han dejado de llegar. ¿Por qué no dejan de llegar? Porque los demás hospitales ya no quieren seguir recibiendo pacientes; según ellos, ya no tienen cupos, ya no hay camas, y no se dan abasto, pero en mi criterio, son unos inútiles.
De un momento a otro volteo hacia la pared y mi mirada se queda fija en el reflejo que tengo enfrente. Hay un espejo redondo en la pared, uno que me negué a colocar allí, pero que Kathya, mi novia, terminó convenciéndome de ponerlo. Según ella, ese espejo me haría ver el mal aspecto que tengo cuando llevo horas sin dormir y me recordaría descansar, además de que le queda a la decoración de la habitación.
Dejo de mirarme, no puedo descansar, tengo que operar a un niño que ha intentado con varios medicamentos para terminar con la epilepsia que tiene, sin embargo, ninguno ha funcionado, y esta noche, después de la operación, podrá tener una vida mucho mejor si esto funciona. Es un riesgo, pese a ello, ambos nos arriesgamos, tanto el pequeño de ocho años, como yo, por ser mi primera vez.
Antes de irme me preparo un café demasiado cargado y me marcho hacia el quirófano.
Dentro de una sala en donde tienes que operar a una persona que se encuentra en la vida y la muerte, asusta a muchos, les pone los nervios de punta, sin embargo, eso no debe pasar con un cirujano, o eso dicen; pese a ello, claro que estamos asustados, perder la vida de alguien es un momento terrible en la vida de un médico, sobre todo cuando es la primera vida. Porque sabes que estuvo en tus manos salvarlo, y por más que hayas hecho, no lo lograste. Sin importar que no sea tu culpa del todo, no salvar a alguien es una mierda.
Al llegar al quirófano ya se encuentran las enfermeras, el doctor Javier, y los residentes en la parte de arriba, observando detrás de una ventana transparente la operación de hoy.
Me preparo desinfectando cada parte de mí, me visto con la ropa esterilizada adecuada, coloco mis botas y entro al quirófano.
—El paciente está casi listo, doctor Sangster —avisa una enfermera colocándome los guantes y mis lentes especiales.
—Hola, Seth, ¿listo para terminar con esas horrendas convulsiones y ser tú de nuevo?
—Sí, doctor Dylan. —Su sonrisa está llena de esperanza, así como su mirada. Este pequeño lleva esperando mucho tiempo para poder detener sus ataques, que ahora son más frecuentes que antes, y aunque es muy riesgoso llevar a cabo la operación, es algo que debemos correr ambos.
Giro mi rostro hacia la enfermera indicándole que pueden seguir con el procedimiento. Antes de que le coloquen el oxígeno, le ofrezco una enorme sonrisa con la finalidad de la confianza aumente aún más. Eso me lo enseñó mi madre, una Astrofísica que además de ser la mejor en lo que hace, es una mujer extraordinaria.
—Listo, doctor. —Asiento observando por última vez a mi pequeño paciente y comienzo la operación colocándome detrás de su cabeza, que contiene una enorme protección por encima de esta.
Al comenzar con la incisión, la sangre comienza a salir, sin embargo, la enfermera está al pendiente de todo ello mientras yo sigo con el procedimiento.
A Seth Clearwater, un niño de tan sólo ocho años, se le diagnosticó Landau-Kleffner en sus primeros cuatro meses de vida, un tipo de epilepsia que conforme avanza va afectando el habla y la pérdida de funciones importantes en el cuerpo. Sus padres no sabían qué le ocurría al pequeño bebé, tan sólo que de pronto su cuerpo comenzaba a vibrar como si fuese una enorme bocina con demasiado sonido.
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Besos Bajo La Luna
Romance¿Quién dijo que toparse con alguien infantil sería un total desastre? Lyla, una chica Italiana incapaz de ver la vida como un adulto común, pero sí siempre con una sonrisa y sacando lo mejor de sí tendrá que mudarse a Estados Unidos, un país totalme...