14. Dos boletos

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Lyla.

—Así que... —insisto levantando ambas cejas frente a mi amigo, quien ha llegado al hospital con una sonrisa de oreja a oreja. —Ahora Kyle y tú ya son...

—Somos dos personas conociéndose en plan romántico —admite con tranquilidad.

Aplaudo cual niña entusiasmada desde el sofá de los vestidores y Kyle se burla.

—Pareces una niña sin remedio. —Su cabeza niega mientras que lleva sus dedos de la mano derecha a su frente, aparentando vergüenza. —Eres todo un caso, Rico.

—Gracias, muchas gracias —digo moviendo los hombros. —Pero dejando de lado la niña sin remedio como mencionas; en verdad me hace muy feliz por ambos que se estén conociendo en plan romántico.

»¿Sabes? Me cae mejor Kyle. A menos que se atreva a hacerte algo, porque si eso llega a pasar, le romperé la nariz —amenazo.

—Wow, wow, alto, el primer lugar: ¿sabes pelear?

—No se necesita saber pelear para darle un buen puñetazo a alguien.

—Hmm... Tengo mis dudas respecto a ello, pero supongo que tal vez sí, no se necesite talento para golpear a alguien.

Le muestro mi lengua y a continuación nos marchamos a nuestro turno.

El día de hoy no está tan ajetreado como otros días, los pacientes entran y salen pero es más tranquilo que los días de accidentes o las heridas mortales por osos.

Cuando salgo del hospital al finalizar el turno, Will se despide puesto que Kyle pasa por él en su auto; van a ir a cenar.

Me alegra por mi amigo y también por Kyle, ambos me parecen dos personas extraordinarias, y a pesar de no conocer mucho a ambos, estoy segura que pueden llegar muy lejos en cuanto a su relación, claro que, primero deben enamorarse, y lo que están haciendo es un gran comienzo.

Voy a la parada de autobuses, ya que es cierto que es cómodo irse en taxi a casa; sin embargo, resulta algo caro trasladarme todos los días de ese modo, por lo que prefiero irme en autobús y sólo en caso de emergencias tomar un taxi. Es un buen plan de ahorros si quiero llegar a final del mes.

Mientras aguardo, busco mi teléfono para enviar un mensaje a mamá, diciéndole que me muero de ganas por verla aunque sea a través de una pantalla de computadora este fin de semana; quiero contarle lo bien que me ha estado yendo en el hospital, lo buena que es mi jefa y lo mucho que aprendo de ella, así como de mi nuevo amigo Will, además, quiero saber cómo están las cosas en Italia y cómo va el restaurante, pero, sobre todo, simplemente quiero ver a mis padres, porque el hecho de vivir sola, a miles de kilómetros de ellos por primera vez, resulta horrible, los extraño demasiado y a pesar de estar yéndome bien y ahora tener a Wilson, nada cambia el que necesito los besos de mamá, o los abrazos de papá.

—Buenas noches —la voz masculina de mi jefe me sobresalta y por poco hace que tire mi celular. —Lo lamento, te asusté; es sólo que te vi y quise acercarme.

—No hay problema, es que estaba demasiado concentrada enviando un mensaje a mis padres, es todo.

—Debes extrañarlos mucho —asegura al momento que toma asiento junto a mí.

—Sí, es inevitable no hacerlo. Algunos pensarían que se siente bastante bien no vivir con tus padres, independizarse, porque puedes hacer lo que quieras, pero, no es así, los extraño, y mucho más de lo que pueda imaginar, además, no es fácil vivir aquí.

—Parece ser que tendré que hablar con Wilson al respecto, la pequeña Lyla necesita más afecto.

Al escuchar llamarme "pequeña", mi cabeza se gira hacia él, consternada, e inmediatamente después, su sonrisa desaparece.

Besos Bajo La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora