8. Riesgos

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Lyla.

—Buenos días, Rico —me saluda la doctora Harris al entrar en la habitación de los siameses. Me encuentro monitoreándolos desde ayer, ya que la operación resultó un poco complicada después de todo. Descubrimos que al final, sí estaban más unidos de lo que creíamos, y es que al separarlos, uno de ellos tuvo complicaciones con su corazón, así que si este sigue de ese modo, necesitaremos un trasplante; el gran problema radica ahí: ¿de dónde sacaremos un pequeño corazón? —¿Cómo siguen los siameses?

—Hasta el momento, no han presentado ningún cambio, y el corazón de Gus sigue estable, aunque... Me sigue preocupando el hecho de que puede empeorar.

—Es lamentable —admite acercándose al cunero del pequeño—. ¿De dónde sacaremos un corazón?

»Hablé con sus padres hace unos minutos; me pidieron que fuera lo más honesta posible y... Siendo honesta, Lyla, tal vez el pequeño Gus no pase de esta noche.

—Pero... No ha presentado cambios. Es cierto que su corazón no va bien, sin embargo tampoco ha empeorado, lo he estado monitoreando desde ayer, él... No puede morir, doctora Harris, es un bebé.

—Lo sé, y créeme que lo peor de esta carrera es cuando tienes que aceptar que un paciente a tu cargo puede morir, que a pesar de todos tus esfuerzos perderá la vida, sobre todo cuando ese paciente no ha vivido como debería.

—Tal vez no hemos hecho nuestro mayor esfuerzo, tal vez...

—Lyla, a veces hay que aceptar que no hay más posibilidades. Sé que es difícil, sé que duele, pero no hay nada más qué hacer, y el pequeño Gus no mejorará, tú y yo lo sabemos bien. Su corazón está esforzándose demasiado y el que no presente bajas o mejoras no quiere decir que estará bien. Lo siento, Lyla. —Su mano presiona mi hombro derecho y frunciendo las comisuras de sus labios, se marcha de la habitación.

Giro mi cabeza hacia el pequeño Gus y al verlo un gran nudo en el pecho me provoca estremecerme.

—No puedes morir, eres muy pequeño, tú... Tienes que tener una vida. —Mi mano se desliza por el hueco del cunero y tomo la suya entre la mía. —Te prometo que a ti sí te salvaré.

Llevo horas en la sala de estudio del hospital, investigando en libros e internet sobre qué podemos hacer para salvar a Gus

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Llevo horas en la sala de estudio del hospital, investigando en libros e internet sobre qué podemos hacer para salvar a Gus. Hasta ahora he encontrado posibles corazones impresos que podrían funcionar, aunque no es del todo efectivo, ya que esto haría trabajar mucho más al pequeño cuerpo de Gus, y las consecuencias pueden ser fatales.

Deslizo el puntero sobre un artículo médico y doy clic para abrirlo.

Lo que comienzo a leer me deja anonadada.

—El corazón podría expandirse con el tiempo, así como el cuerpo del paciente; no obstante, este debe restringirse de muchas actividades, tal vez cotidianas para muchas otras personas, como lo son: jugar, hacer ejercicio, saltar y otras acciones que impliquen el esfuerzo físico, puesto que todo ello obliga al nuevo corazón a esforzarse mucho más de lo que ya lo hace adaptándose en el cuerpo.

Besos Bajo La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora