Lyla.
Sigo en la habitación de los siameses, observando cómo duerme Gus y Elliot. Elliot mantiene su mano derecha en su boca como un chupón, mientras que Gus duerme con su brazo derecho levantado sobre su cabeza.
Ambos siameses son realmente hermosos, y me hacen recordar por qué amo tanto trabajar con los bebés, con todos los niños en general. Ellos sacan a la loca niña que llevo dentro, a esa chica inmadura que aún vive en mí, a la que recurro cuando me siento sola, y a quienes trato de hacerles su estancia en el hospital más amena.
Con la llamada que ha hecho el doctor Ivor, mis esperanzas por salvarle la vida a Gus han incrementado. La doctora Harris y el doctor Sangster me han hecho saber que no debo poner toda mi fe en su llegada, puesto que nadie garantiza que pueda salvar a Gus, y pese a ello, es inevitable hacerlo.
Dentro de unas horas tengo que estar en la sala de Emergencias, intentando salvar más vidas.
Reviso de nueva cuenta el ritmo cardiaco de Gus, así como su temperatura y demás. Parece mantenerse en el flujo en el que ha estado las últimas horas; en cuanto a Elliot, él sigue estable, así que probablemente en los siguientes días ya pueda irse a casa.
Una enferma entra a la habitación para darle de comer a cada siamés, así que mientras ella lo hace tomo la oportunidad de ir a tomar una ducha rápida y una taza de café antes de comenzar.
Cuando el agua caliente cae sobre mi cuerpo siento un gran alivio en este, ya que a pesar de todo, ha sido un largo día.
No tardo demasiado, o al menos eso es lo que intento, sólo preparo mi café antes de salir de la sala y justo cuando me dispongo a abrir la puerta, el doctor Sangster aparece.
—Doctora, Rico —habla sorprendido. —Vino a tomar un café, y al parecer se marcha.
—Tengo que regresar con los siameses —le recuerdo. —Sólo salí porque una enfermera fue a darles de comer y bueno, necesitaba una ducha antes de iniciar con el turno de la noche.
—Claro, Will, la doctora Harris y tú se quedarán en Emergencias esta noche.
—Así es, doctor. Por lo que si me disculpa, debo irme. —Me dispongo a marcharme cuando me detiene.
—¿Puedo preguntar algo?
—Depende de qué quiera preguntar, doctor.
—¿Por qué creo que hay algo más que te motiva para salvar a Gus? Tal vez sean imaginaciones mías pero, puedo percibir algo en ti que me hace creerlo.
Giro mi cabeza soltando un suspiro. El doctor Sangster no es tonto, y no es que lo haya creído pero, tiene más intuición que ninguno que haya conocido.
—No se equivoca. Es cierto que hay algo mucho más que me motiva para querer salvar a Gus, pero no sólo a él, esa motivación ha estado presente desde que decidí ser pediatra.
—Escucha, Lyla, tal vez creas que soy un entrometido, y vaya que lo soy, sin embargo...
—Quiere saberlo, ¿no es verdad? Tiene curiosidad, como muchos la han tenido —admito colocándome frente a él. Permanece en silencio, como si estuviera esperando a que me marche o simplemente a que comience a contarle todo.
Dudo en sí contarle o no porque, es algo que muy poco en mi vida han sabido. —Escuché, doctor Sangster, es complicado de contar teniendo en cuenta que no somos ni siquiera amigos; esto no suele ser una historia que suela contarle a cualquiera, pero, le aseguro que si se gana mi confianza, tal vez pueda decírsela algún día.
Asiente.
—Entiendo, Lyla, y estoy de acuerdo contigo. El contarle algo a alguien es algo que debe hacerse cuando tienes demasiada confianza en ella, así que gracias por hacérmelo saber.
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Besos Bajo La Luna
Romance¿Quién dijo que toparse con alguien infantil sería un total desastre? Lyla, una chica Italiana incapaz de ver la vida como un adulto común, pero sí siempre con una sonrisa y sacando lo mejor de sí tendrá que mudarse a Estados Unidos, un país totalme...