CAPÍTULO 19.

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A veces nos llegamos a preguntar demasiadas cosas sobre nosotros mismos, incluso, me atrevería a decir que nos juzgamos demasiado duro.

Esperamos de nosotros cosas que ni siquiera sabemos si queremos.

No empeñamos en ser algo que realmente no nos hace felices.

Así fue como descubrí que no quería seguir viviendo en aquel pueblito de Texas a la edad de quince años.

La gente no entendía mi empeño por no querer continuar ahí.

Me veían raro o incluso despreciaban mis ideales.

Pensaban y asumieron que tenía vergüenza de donde venía y así no era.

Simplemente quería más de lo que se supone era nuestro, yo quería conocer lugares a los que nunca pude ir.

No teníamos para viajar, mamá trabajaba dos turnos como enfermera del pueblo, mi papá en aquella cochera reparando autos, siempre lleno de grasa y un ceño fruncido.

No aprecian felices.

Y no me quejo por sus trabajos, claro que no, solo que no era lo que los hacia felices.

¿Entonces qué sentido tiene hacer algo que te da dinero pero te debita el alma?

¿Por qué no hacer las dos cosas con una sonrisa en el rostro?

Jamás lo logre entender, aquella necesidad de quedarse en aquel pueblo donde todos se conocían pero no parecían preocupados por los otros.

No llegue a entender por qué a mi madre le importaba tanto el que dirán y a mi padre se le veía perdido en sus pensamientos cuando se empezaba a hablar de lo que yo quería y que era completamente distinto a lo que ellos querían que quisiera.

Una maquina a mi alrededor empieza a sonar estrepitosamente.

Veo a mi alrededor y me encuentro de pronto a una multitud de gente entrar en el cuarto de una pequeña niña.

Veo a través del vidrio como se mueven por la habitación, como empiezan a notarse preocupados y sus manos toman cosas e instrumentos para intentar salvarle la vida a aquella pobre niña de pelo lacio oscuro.

En la habitación solo se escucha el monitor indicando que algo anda mal.

Que se está lleno de sus manos y me aferro a la sensación de lucha que me provoca verlos trabajar en equipo.

Pero aun así mi corazón sigue saltándose latidos por la ansiedad de presenciar algo que no estoy preparada, ni quiero estarlo, a ver.

Entonces lo  veo entrar en escena.

Veo a Vosk moverse y gesticular gravemente.

Empieza a presionar el pecho de la niña y mis ojos no se separan del rostro de la niña.

Inconsciente, los ojos cerrados y la boca medio abierta, luciendo tan intocable e inocente.

El sonido de los latidos se deja de escuchar para que una línea vaya apareciendo en el monitor.

No.

Y me siento inútil al ser solo una observadora.

Todos se congelan en sus lugares excepto Vosk.

Agarra de las manos de Kate unas paletas y las pone en el pecho de la niña.

El cuerpo se alza algunos centímetros del colchón pero no pasa nada.

Todos observamos el monitor pero la línea que empiezo a odiar con todas mis fuerzas sigue intacta, imperturbable.

Vamos.

ENTRE SANGRE Y TINTA (TERMINADA) √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora