10. Mira cómo sí se va.

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¿Y si no te vuelvo a ver?

Capítulo 10.

-Cassie Irving-

Nunca entendí por qué fui la segunda opción de alguien que quise con el alma, me sentía llena de paz y tranquila porque alguien me quería. Prometió no romperme el corazón, y a la primera oportunidad, lo hizo. Le lloré por noches y terminé en un hospital porque no comía y estaba débil.

Creí que mi vida se había terminado, yo sentía que nada valía la pena, y no solo era lidiar con la traición de Yulian, sino con saber que mi familia se había derrumbado. Llegar a un pueblo que no sabía que existía, fue duro, y es más duro aún saber que no todos son leales conmigo. Me da miedo dejarlos entrar a mi vida y que después me lastimen, no podría sobrellevar las cosas.

Desde que empecé a drogarme he consumido desde Cocaína hasta LSD. No estoy orgullosa de nada de eso, y lo hago para olvidar que siendo tan joven tengo una enfermedad que está acabando conmigo y que mi familia se destruyó por mi culpa. Pensé que era fuerte, pero cada vez que pienso en todo, me derrumbo y recaigo. Siento miedo de tener alguna crisis nerviosa, la última vez corté a mamá porque trataba de calmarme y yo tiré un jarrón que se rompió y cortó su brazo. Me sentí tan mal que no fui capaz de disculparme, solo me salí de la casa por varios días.

Ayer que sentía que mi pasado había regresado, quise estar sola y me fui dejando a Gales solo, claramente, me perdí y me tocó caminar por casi una hora, es por eso que tengo ampollas en mis pies. Esperaba que Gales no hiciera nada al verme mal, pero me llevó a una habitación y me dejó ahí. No creo que sepa de mi enfermedad, y por eso no mencioné que estaba mareada por falta de medicamentos. No somos amigo y nada más utilizará mi enfermedad para hacer bromas, y no es que quiera eso.

Me quedo mirando por la ventana de la cocina, mientras mastico un trozo de pan. Hice desayuno, me desperté muy temprano y no tenía nada más que hacer: lo sé, mentí diciendo que no sabía cocinar. No suelo comer mucho, de niña tuve problemas por ser gordita y me hacían burlas.

-¿Y todo esto? -Miro a Gales, sin dejar de masticar. Su cuerpo solo está cubierto por una bata, está recién bañado-. ¿Pediste comida?

-Para envenenarte. Y no hice pedido, cociné yo.

-Dijiste que no sabías cocinar.

-Te mentí.

Rueda la silla y empieza a comer. Parece hambriento, disfruta con su mejor cara los huevos revueltos con tocino y tostadas, también hice café y jugo. No quisiera decirlo, pero Gales no está tan mal. Buen cuerpo y buena cara, eso lo ayuda mucho.

-¿No piensas comer?

Me pregunta.

-No tengo mucha hambre.

Suelta su desayuno, y rueda su silla para dejarla cerca de la mía.

-Ayer no comiste, no puedes estar sin nada en el estómago -me habla con suavidad. Es tan raro de su parte-. Come un poco, ¿si?

-Ya me comí una tostada, no quiero estar gorda. Y no me hables como estúpido, no soy tu gata.

-No estarás gorda si comes este desayuno.

Chilla por lo bajo.

-¿Puedo preguntarte algo?

-No quiero preguntas, Gales.

-Igual la haré, ¿por qué dices que no quieres estar gorda? -Me levanto ignorando su pregunta, pero se levanta seguido de mí. No me deja salir porque se ubica enfrente de mí, tomando mi barbilla para que lo mire-. Puedes contarme, confía en mí.

¿Y si no te vuelvo a ver? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora