5. Mamá me obligó

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¿Y si no te vuelvo a ver?

Capítulo 5.

—Gales Jurek—

Han pasado dos días en los que Cassie está en el hospital, he ido a verla, pero nunca entro al cuarto donde la tienen. A diferencia de mis amigos, a mí no me gustaría que me saque a gritos. Cuando mi hermano se enteró lo que había pasado, vino corriendo, igual que Mia, Emilio y Nazlie. Al parecer, se lleva mejor con ellos.

La miré sonreír con mi hermano, y por un segundo deseé que esa sonrisa fuera para mí. Cuando está conmigo es muy amargada y no sonríe. No creo que ellos sepan de la enfermedad de Cassie, puede que Emilio sí porque son primos, del resto, no creo. Ya sé que he sido grosero con Cassie, pero de alguna manera me recuerda a mi papá y a la única chica que me rompió el corazón. Porque sí, a Gales Jurek también lo han traicionado.

Cassie es la chica menos común que existe, parece una chica fuerte, y se derrumba en segundos. Me hace pensar que no la conozco nada bien. Le doy la última mirada a Cassie por medio del vidrio y salgo del pasillo. Debo regresar a casa, de la escuela me vine para el hospital, ya le dejé los apuntes a su mamá, y debe saber perfectamente lo que hay que hacer para que su hija no le siga yendo tan mal en la escuela.

[…]

Hoy le dieron de alta a Cassie, se veía más pálida de lo normal, la miré tirar la puerta de su casa, y parecía muy enojada. «Más de lo normal». Espero que se termine de mejorar, y ya busque seriedad en cuanto a su salud.

—Te busca Steven, está en la puerta.

—¿Ese qué hace aquí?

Mi hermano echa sus hombros hacia arriba con desinterés. No me molesto en buscar una camisa, salgo así. No le caigo nada bien a este chico, creo que sospecha que me estoy tirando a su novia.

—¿Qué pex?

Se mira calmado.

—No vine aquí para hacer amistad contigo —me frena el saludo—. ¿Cuál es tu afán de joderme la vida? No solo te basta con tirarte a la que quieras en la escuela, sino que encima le calientas el oído a Hairéth. Todo estaría como antes si no la hubieras metido en tu juego, y todo porque a ti te dañaron el corazón y ahora quieres hacer lo mismo con todos.

Claro, ellos son novios hace un par de años.

—Yo nunca hice nada para que tu novia se fijara en mí, fue ella la que se me acercó, y soy hombre, no la dejaría pasar en blanco —las facciones de su cara se hacen más duras—. Más bien, pregúntate qué no le haces para que ella busque a otros chicos.

—Me ha dicho que quiere tener una relación abierta para poder estar contigo, o que dejemos lo nuestro —no esperaba que ella hiciera eso, pero se lució. Se queda callado unos segundos y se me queda viendo—. Entre correr y caminar, yo prefiero quedarme sentado, porque nadie que te ama te da opciones —hago silencio—. Espero que cuando te enamores nadie te dé a escoger, o que tú le hagas escoger, porque si se valora un poco se dará cuenta la basura que eres, y te hará a un lado. Ah, y ya no es mi novia, la tienes para ti solo.

Steven debe estar muy dolido para haber venido aquí, y cada palabra estaba cargada de dolor. Yo no fui quien empezó hacerle miraditas a Hairéth, era ella la que se me metía a los vestidores de la escuela, y tampoco soy tan malo como para dejarla pasar, si ella es tan hermosa. Debe sentirse mal, pero no es mi culpa que su novia o exnovia, se fije en todo chico que le pase por el lado.

Escucho el grito de mamá, y me hace ir donde ella. Nos dice que tenemos que ir a ver a Cassie y a llevarle algo que la haga sentir mejor. Ellen no se queja y yo por más excusas que pongo, termino por aceptar. Me coloco una franela, y cruzamos la calle: la casa está al frente. Saludamos a la profesora Irving, y nos deja pasar, ella se lleva muy bien con mamá.

Nos acompaña a la habitación de Cassie, cuando entramos me percato que se hace la dormida. Su mamá la mueve un poco para que abra los ojos, y la maleducada no lo hace. Mamá dice que mejor la dejemos descansar, y yo digo que me presten el baño con la única intención de descubrir a Cassie.

Todos se van a la sala de estar, y yo me escondo detrás de la pared para ver qué hace Cassie. Abre sus ojos cuando ya no siente a nadie en su habitación, la veo secar sus lágrimas. «De nuevo llorando, Cassie».

—Me molesta que me espíen, podría estar desnuda y tú estarías pageandote al verme —la escucho mencionar—. Sal de ahí, Gales.

«Bien pudo decir autocomplaciéndote, pero claro, ella habla tan delicadamente».

—¿Cómo supiste que yo estaba detrás de la pared? —Entro a su habitación, está pintada de morado con blanco, todo está muy ordenado. Me quedo a unos pasos de su cama—. No me digas que entre todos tus dones también se te da lo de ser bruja.

—Si fuera bruja, ya te hubiera desaparecido. Tu olor —me le quedo viendo—. Tu olor no se iba y por eso supe que estabas cerca.

—Así que ya te grabaste mi olor —me siento en su cama, y se rueda. Dudo en preguntarle, pero me armo de valor para no echarme para atrás—. ¿Cómo estás?

Ok, eso fue raro.

—Creo que bien, me duelen los brazos por los pinchazos de las agujas. ¿Por qué estás aquí?

—Mamá me obligó —le confieso—. Bueno, también quería verte —me doy cuenta lo que he dicho al ver su cara cambiar de semblante—. Para ver si estabas igual de fea.

—Por Dios, Gales, pareces un niño de cinco años queriendo cubrir el daño que hizo —gira sus ojos—. Acepta que te daba miedo perder a tu diversión de este año, porque sí que me jodes.

—Yo sé que en el fondo a ti te gusta que te moleste, confiésalo —trato de agarrar su cara y me tira la mano—. Ya viste, hasta nerviosa te pongo. Mira que me tienes aquí en tu habitación, otra me aprovecha, y tú solo me haces a un lado, mira que tengo de dónde escoger. Aunque hoy puedes ser mi opción.

Se ríe abiertamente, y acepto que me agrada más que las otras veces que luce enojada. Se me acerca, lleva sus manos a mis labios, y con uno de sus dedos los acaricia, hunde su cara en mi cuello y escucho su susurro:

—Yo no soy una opción, yo soy una oportunidad.

Se levanta de la cama y se acomoda la pijama que trae puesta. Cuando acomodó su blusa me di cuenta de que lleva algunas cortadas en su abdomen, lo más seguro es que se corte. Me da la espalda por unos segundos, miro su trasero. Tampoco está tan mal.

—¿Te atracaron?

—No, ¿por qué?

—Se te robaron el culo.

Me rio y ella solo me mira.

—Por lo menos, no me robaron centímetros —baja la mirada a mi entrepierna, sonríe—. Debe ser doloroso tener un pene pequeño, por lo menos, yo tengo tetas y algo más que pueden disfrutar, pero tú la tienes pequeña.

—Óyeme, no —me la acomodo en mi pantaloneta—. Nadie que la haya probado ha dicho que está pequeña.

—Por pena.

—¿Tú crees?

Se cruza de brazos con una sonrisa de medio lado.

—No, pero te hice dudar —sonríe triunfante—. Largo de mi habitación.

Antes de hablar veo una foto en una mesita, le pregunto quién es y me termina por gritar que suelte la foto. Me saca a empujones de su habitación, supongo que dañé nuestro primer momento agradable. Quién será el señor de la foto para que ella haya reaccionado tan mal, y me haya gritado. ¿Será su papá? Lo dicho, nunca podremos llevarnos bien, cuando no es ella, soy yo, pero bien no podemos estar nunca.

—Ashley Lancaster—

¿Y si no te vuelvo a ver? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora