¿Y si no te vuelvo a ver?
Capítulo 43.
—Gales Jurek—
¿Por qué había reaccionado tan grosero ante Cassie? Porque no puedo estar cerca de ella, el día que se enteró lo que sucedió con su padre me hizo sentir como lo peor del mundo y, encima de eso, estos días hemos pasado discutiendo por todo. Si no me humilla ella, lo hago yo y todo el tiempo estamos así.
Por supuesto que la sigo queriendo, pero no vamos a funcionar. Cassie es tan orgullosa como yo. No quise dejarla sola con Hairéth cuando vi que perdió la estabilidad de su cuerpo, pero le hice caso a Zenda y me fui a tomar algo con ella y unos compañeros.
—¿Cierto que me quieres, amor?
Zenda me sonríe y se acerca. Siempre me ha gustado su sonrisa y su color de ojos. Estoy tan confundido. Estos días que hemos pasado juntos me he dado cuenta de que mis sentimientos por ella siguen siendo muy fuertes y quise hacerme creer que no la quería porque estaba enojado, ella se fue y solo me hizo daño. ¿Qué hay de Cassie? También la quiero, se supo ganar mi cariño y puedo decir que la amo, pero siento que mi corazón está compartido y ella me lo dijo: «Cuando el amor es verdadero no se aceptan confusiones». Y eso es justo lo que me está pasando.
Con Zenda hablé muchas cosas. Está de regreso a mi vida, pero ya nada es igual. No dejaré que me manipule de nuevo.
—Sabes que sí, no sé para qué haces esa pregunta —le hago piojito—. Nunca dejé de quererte.
—¿Me quieres más que a Cassie?
—No vamos a hablar de Cassie, ¿si?
Resopla y se aleja de mí.
—¿Tú te enamoraste de Cassie?
Me quedo callado.
—Así que te enamoraste de la chica con características tan absurdas.
—Ella me ha ayudado mucho. Acepto que no nos llevábamos bien cuando nos conocimos, pero con el tiempo las cosas se dieron y empezamos a salir. Cassie es una buena chica, de verdad la quiero.
—¿Y dónde quedo yo?
—¿Me puedes dejar solo? Quiero descansar.
—Parece que Cassie Irving cambió tu vida, Gales. Una chica tan simple y poco común descontroló tu mundo.
[…]
—Días después—
—Ya, Gales, ve y dile lo que piensas —me insiste Ailén—. Si tú no le dices lo que sientes, otro lo hará. Por ejemplo, Hans.
Lo sé, tengo a la prima más intensa de todo el planeta tierra. No es fácil ir donde Cassie a pedirle disculpas, pero tampoco es que quiera terminar peor con ella. Los dos nos hemos comportado como unos auténticos imbéciles y creo que ya estuvo bueno de niñerías.
—No me apures, no es fácil ir donde Cassie.
—Ustedes lo complican todo. Muévelo, ve por ella.
Me saca a empujones. Cruzo la calle y toco la puerta, espero un par de minutos y la que abre la puerta es Cassie. Son las tres de la tarde y ella todavía en pijama. Tiene unas ojeras muy notables. La sonrisa que traía se le ha borrado al ver que soy yo.
—Si buscas a mi madre no está. Puedes regresar después.
Cuánta seriedad.
—Vine por ti.
—Yo no estoy.
Antes que pueda cerrar la puerta me entro y la dejo pegada a una pared. Parece que no le afecta tenerme cerca, está tan seria que siento que me intimida a mí.
—Hace más de un mes que todo terminó entre nosotros y durante todo este tiempo nos hemos tratado como si no hubiéramos tenido algo lindo. Tú me quieres y yo a ti, ¿entonces, por qué no terminar de una mejor manera?
—¿Qué quieres decir con eso?
—Que salgamos hoy, tú y yo solos. Hagamos nuestra propia despedida, ¿aceptas?
Por un segundo veo la tristeza reflejada en su rostro, y aunque no parezca a mí también me duele tener que dejarla ir. Algo me une a ella.
—No puedo ir, quedé de salir con Hans. Él está arriba en mi habitación.
Como siempre Hans.
—Por favor, Cassie. Ya sé que fui un imbécil contigo, pero quiero que acabemos esto en buenos términos. Tú dudas que te amo y te quiero demostrar que sí te amo, independientemente de lo que haya pasado con Zenda, yo te adoro —me atrevo a acariciar su rostro y cierra sus ojos—. Ven conmigo, ¿si?
—¿Solo estaremos juntos hoy? —Asiento—. Iré contigo, déjame hablar con Hans y arreglarme. Ah, esto no quiere decir que haya olvidado tus insultos y menos que me mentiste —me señala—. Los besos están prohibidos, por más que quieras besarme no quiero que lo hagas, ¿estamos?
—Como tú digas está bien.
Espero un par de minutos y baja Cassie vestida de negro. Ella ama vestir con ese color, tanto, que ya se me hizo costumbre verla con jeans y camisas negras. Detrás de ella baja Hans. Me saluda moviendo su cabeza y se acerca a Cassie dándole un beso en la frente.
—Cuando regreses a casa me llamas. Iré a ver a Nina y voy a esperar tu llamada —se quedan viendo—. Te quiero.
Cassie asiente. —Y yo a ti no —le sonríe.
—Eso no me decías hace un rato cuando… —se queda callado al ver la cara de Cassie—. Los dejo, disfruten de su tarde.
Sale antes que nosotros y Cassie me mira. El brillo en su mirada al verme no se ha borrado. Acepto que he extrañado su risa, sus ocurrencias y todo este tiempo que hemos compartido. Extraño todo de ella.
Salimos de la casa y los dos vamos en silencio. Creo que ninguno sabe qué decir, hemos pasado discutiendo que ya debemos buscar las palabras correctas para hablar. Me dolió tanto aquel día que me hizo sentir culpable de lo que hizo mi padre. Yo la busqué y ella ni cuenta se dio lo mal que me sentía al perderla. Y sí es cierto que en este tiempo he arreglado mi relación con Zenda, pero parece que me acostumbré de más a Cassie y todo el tiempo estoy pensando en ella.
Su sonrisa, su risa, su manera de hacer o decir las cosas, su manera de caminar y sus bromas es todo lo que me hace extrañarla.
—¿Algún lugar en especial donde quieras ir?
Han pasado quince minutos desde que subimos al taxi y ninguno había dicho nada. Era hora de hablar.
—Te voy a sorprender —me da una pequeña sonrisa—. Señor, por favor nos lleva a Azzort. Es el parque de aventuras extremas que está en el pueblo que le sigue a este.
Le dice al señor del taxi y me le quedo viendo. No conozco ese parque de aventuras extremas y debe ser divertido para que Cassie quiera ir. Solo espero que todo salga bien.
—Media hora después—
—Deja de ser miedoso y sube, Gales. No te va a pasar nada, tal vez te coma un cocodrilo al final del río, pero nada más. Igual no se pierde mucho.
—No es gracioso, Cassie.
Suelta una carcajada. No entiendo cómo puede estar tan tranquila si iremos en una balsa inflable por todo el río. Y, por lo que veo, esto tiene bastante corriente. Nos han colocado unos chalecos salvavidas por si ocurre un accidente.
Cassie está muy calmada, parece que no piensa que podemos caernos de esa balsa y terminar ahogados.
—Ven, confía en mí —estira su mano para que la tome—. Tómala, no te pasará nada.
Acepto su mano y me subo. Quedamos cerca y Cassie se sienta, así que hago lo mismo que ella. Uno de los que trabajan en este parque suelta las cuerdas de la balsa inflable y se empieza a rodar por la corriente del agua. La corriente nos va llevando y me tranquilizo. —Vine a pasarla bien.
Cassie no deja de reírse cada vez que se mueve la balsa y yo me agarro, el agua nos golpea con fuerza dejándonos mojados y Cassie disfruta de estar aquí. Hago lo mismo y con los segundos se me pasan los nervios.
Empezamos a gritar al llegar a una de las partes más altas del río y la balsa baja con toda la velocidad posible, terminando de mojarnos y todo parece que es risa. El agua en este punto es muy fuerte.
—¡Te dije que te iba a sorprender!
—¡Sí que lo hiciste!
La fuerza del agua se hace más leve y vamos acostados. El sonido causado por el agua golpeando las rocas se siente bien. Miro a Cassie y tiene los ojos cerrados y sus labios entreabiertos. Sus labios están húmedos.
—¿Por qué no podemos estar juntos si yo te quiero?
Pregunta, abriendo sus ojos y volteando a verme.
—Sabes que solo te haría más daño. Está lo de tu papá que siempre me lo sacas en cara, últimamente lo único que hacemos es discutir y lo estoy intentando con Zenda.
—Está bien.
No dice nada más y disfruta del paisaje. Sé cuánto le duele esto, a mí me pasa lo mismo.
—Tal vez nosotros estemos juntos en otro momento.
—Ya no habrá un nosotros, deja de mentirme y de mentirte.
Esta vez el que decide quedarse callado soy yo. Cassie juega con el agua que roza sus manos y sus pies, así que hago lo mismo. La balsa se detiene y me bajo, ayudo a Cassie y me agradece con una sonrisa.
—Vamos a comer.
Me jala de la mano y caminamos a un restaurante que hay aquí en el parque. Pide por nosotros dos y para ella pide frutas y un jugo, mientras que para mí pide pechuga con papas fritas y jugo.
—¿Estás con Hans?
Empieza a toser como loca y le paso el jugo para que se calme.
—No estoy saliendo con nadie, Gales. No podría estando enamorada de ti.
—Cassie.
Me quejo.
Se seca la boca con una servilleta y se levanta de su puesto, pienso que se irá y lo que hace es que se sienta en la silla que está a mi lado.
—Ya sé lo que dije en mi casa, pero haz como si no me hubieras escuchado nunca. Nosotros seremos lo que tú quieras que seamos. Por lo menos hoy.
Se acerca y me besa. Correspondo su beso y Cassie me guía. Sus manos en mi cuello me permiten disfrutar del beso y todo lo que puede causar en mí. La atraigo hacia mí y alejo su cabello desordenado de su rostro. Cassie hace que todo sea más difícil, sabe que la quiero y que no puedo resistirme a ella y por eso me provoca.
—Te amo… —me susurra—. Dije que si un día dudabas acerca de lo que sentías por mí me iba a alejar, y me mentí, porque no quiero ni puedo estar sin tenerte cerca.
Le respondo con un beso y no se molesta en alejarme. Me gustaría que esto fuera más fácil y que nadie saliera lastimado. Soy una basura por no quererla conmigo y no dejar que sea feliz con nadie.
—Eres el amor de mi vida, Cassie.
—No mientas, no ahora que te tengo tan cerca, Gales.
[…]
Se nos hizo de noche por estar en el parque y no quisimos regresar a casa. Si Cassie quiso sorprenderme llevándome al parque de aventuras extremas, yo quise traerla a ver las estrellas. Sí, los dos solos acostados en el césped, con las manos tomadas y mirando cada estrella brillar en el oscuro cielo que nos acompaña.
Recuerdo la noche que Cassie me buscó para arreglar lo nuestro y yo le dije que no. Debí dejar mi orgullo a un lado y regresar a su lado.
—¿Cassie, me odias por no estar contigo?
—En cada rincón de mi corazón conservo los buenos momentos que pasamos juntos, si guardara los malos sí te odiaría.
Sé que lo dice por estos días que la he hecho sentir mal.
—Nos destruimos con la misma intensidad que nos amamos —digo—. En solo unas semanas destruimos todo lo bonito que habíamos construido.
Una lágrima rueda por su mejilla.
—Cállate, por favor, Gales. Estoy por romper a llorar y no quiero, no quiero que sigas viendo lo débil que soy al amarte. Disfrutemos de este lugar, disfrutemos de los últimos minutos que nos quedan juntos.
«No eres la única que le duele esto, Irving».
[…]
Nueve de la mañana y nosotros apenas hemos llegado al pueblo. Nos quedamos en el pueblo vecino y admito que la pasamos muy bien, nos reímos, nos besamos, discutimos y bailamos una canción que le gusta a Cassie y la invité a bailar.
Se sintió bien tenerla cerca, con su cabeza recostada en mi pecho y bailando su canción favorita: Perfect de ed Sheeran. Después de todo, no fue malo estar juntos y que yo terminara dedicándole esa canción. Acepto que rompió a llorar con la letra de la canción y algo me dice que siempre que la escuche se va a acordar de mí y yo de ella.
Me gustaría que todo fuera diferente, pero si estoy confundido le haré daño y no se me hace justo con ella y menos conmigo.
—Sana y salva en tu casa —desordeno el cabello de Cassie y solo sonríe—. Ándale, entra a casa.
Asiente. —Supongo que ya no habrá más salidas como la de ayer —aprieta sus labios—. ¿En serio quieres que dejemos así? Podemos hacer que funcione.
—No quiero, pero no se me hace justo contigo que…
—Dime si no merezco que me quieras como te estoy queriendo yo.
—Mereces a alguien que te quiera con la misma intensidad que tú, Cassie —quiero evitar las lágrimas y ya no puedo—. Olvídame, necesito que lo hagas. Necesito que si un día quiero volver ya tú no me quieras en tu vida, porque te voy a lastimar mucho más que ahora.
—¿Eso quieres? ¿Quieres que te olvide?
Seca sus lágrimas con la palma de su mano. Hago silencio.
—Bien, te cumpliré ese deseo —da un paso hacia mí—. Nunca me amaste, simplemente no querías estar solo. Estabas conmigo porque le daba sentido a tu miserable vida —pausa—. Cuánta razón tenían todos al decir que me ibas a lastimar.
¿En serio la dejaré ir? Es Cassie Irving, la chica de estatura gnomo que me ha sacado sonrisas todo este tiempo, la que ha estado cada vez que la necesité. En cambio, Zenda, no supo valorar lo que yo sentía.
La tomo del brazo.
—Démonos un tiempo, maduremos y cuando estemos listos volvemos a empezar.
—No necesito tiempo. La diferencia aquí es que yo lo daba todo por ti y tú no dabas nada por mí.
—¿Ahora eres tú la que me estás alejando? Estás haciendo lo mismo que yo hace unos minutos.
—No confundas las cosas. No se trata de que si tú haces yo hago, se trata de que si tú haces yo me alejo. Imbécil.
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¿Y si no te vuelvo a ver? ©
Teen FictionAún recuerdo aquella vez que te miré por primera vez, no sabía nada de ti, y aun así, no sentí miedo de estar a solas contigo en aquel lugar. Nunca imaginé que ese sería el comienzo de mi destrucción: y fue el comienzo de un amor que quebró cada ped...