¿Y si no te vuelvo a ver?
Capítulo 12.
—Cassie Irving—
Mis lágrimas se mezclan con el agua que cae sobre mi cuerpo. Ya no quiero sentirme tan mal, cada día siento que la que menos se conoce soy yo, ni siquiera sé qué quiero para mi vida. Llevo mucho tiempo tratando de olvidar todo lo que dejé atrás, y siempre hay alguien que me lo recuerda. No sé adónde ir, no sé nada de lo que está pasando, y eso me está jodiendo el alma.
Se siente jodidamente mal querer olvidarte de todo lo que te rodea, y no poder. Cada vez que consumo alguna droga me siento en otro mundo, y aunque todos me sigan juzgando, yo no dejaré de consumir, porque es la única manera que puedo olvidar la vida de mierda que llevo.
—Todo sería diferente si estuvieras aquí, papá. Te echo de menos, siento que no puedo más, tú siempre me decías que si no sabía adónde ir, fuera donde más me dé miedo, pero no puedo. Prometiste estar conmigo siempre, y me fallaste, papá… —hablo, mirando mi rostro en el espejo del baño. Estoy tan pálida, mi enfermedad me está matando cada día más. Mi cabello se ha empezado a caer, y no hago nada por cambiar—. Perdón por no ser la hija que tú siempre querías que fuera. Yo también te fallé.
Hay cosas que no podemos cambiar, y creo que eso es lo que nos hace daño o nos hace más fuertes. Oigo un toque en la puerta, y lavo mi cara. Es Gales que me ha traído ropa. No es tan estúpido como le digo, pero no se lo diré. Me escanea cuando abro la puerta, y me siento extraña cuando sus ojos miran los míos. A veces no sé lo que siento cuando me mira, me pone nerviosa en ciertas ocasiones.
—Has estado llorando —hago caso omiso a su comentario—. Ahí está tu ropa, traje lo que supuse que estaba mejor.
—Gracias.
Reviso lo que me trajo y de alguna manera se me hace gracioso la ropa interior que me trajo. Seguro miró todas mis cosas. Me visto sin prestarle mucha atención a lo que dice, suele hablar mucho, y no me molesta, pero prefiero quedarme callada. Ojalá estar aquí me quitara la tristeza que cargo dentro de mí, parece que me quemara con un iceberg del grande del cielo. Pestañeo varias veces evitando las lágrimas, no quiero verme débil ante nadie.
—Te ves cansada. ¿Quieres dormir? Puedes hacerlo en mi cama. Yo saldré.
Miro a Gales mientras me hago una coleta.
Relamo mis labios. —¿Puedes quedarte? Hoy no quiero estar sola.
Asiente. —A veces dejar de actuar que las cosas no nos duelen, también es bueno.
No entiendo su comentario. Me meto a la cama y me acomodo: huele a su perfume. Le doy la espalda a Gales cuando se sienta en la orilla. Cierro mis ojos y tomo aire para dejarlo salir. Hay tantos vacíos dentro de mí. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas, no me molesto en secarlas. Pasan algunos minutos antes de sentir los brazos de Gales rodear mi cuerpo. Esto es lo más ridículo que ha hecho este chico, pero lo más acogedor para mí.
—Gales…
—Cállate y duerme, Irving.
[…]
El ruido de la música me hace despertar. Me volteo y veo a Gales dormir, parece una roca. Sonrío al escucharlo roncar, e inmediatamente borro la sonrisa, no puedo andar sonriendo por este chico. —Venga, Cassie, es Gales, el chico más pesado que has conocido —hablo en silencio.
—No me mires dormir, luego te enamoras y no tienes cabida en mi vida, fea —quito su brazo de mi cintura, trato de levantarme y lo evita atrayéndome a su torso—. Quédate ahí, no te haré nada.
—Ya me iré a casa, mamá de seguro llegó de la escuela —musito—. No me gusta el contacto físico, me parece molesto.
Me suelto.
—Gracias por dejarme quedar contigo —le digo cuando ya tengo mis cosas encima.
Aprieta sus labios, y solo asiente con su cabeza.
—¡Espera! —Me giro a verlo. Está a un paso de mí—. Si me necesitas, puedes llamarme —voy a hablar, pero continúa—, no importa la hora, me hablas. Mientras dormías guardé mi número en tu celular.
No hallo qué decir y solo salgo de la habitación sin decir nada. Una semana me trata como un perro con sarna, y ahora es comprensivo conmigo: no lograrás nada conmigo, Gales.
Empujo la puerta de mi casa y el olor a panecillos invade mis fosas nasales. Camino hasta la cocina y veo que es mamá, ella cocina delicioso. En serio que me gustaría ser diferente con mamá, pero a veces quiere que sea algo que no quiero y eso me hace enojar.
—Hija —dice al darse cuenta de que la he estado mirando. Me da un beso en la frente, aún sabiendo que no me gusta. «Pero sus besos sí me agradan»—. Creí que no vendrías hoy, no te miré en las últimas clases.
—No me sentía bien.
—¿Qué? Podemos ir al hospital si quieres. Es más, iremos ahora mismo.
—Estoy bien, mamá. Estuve con Gales.
—Ay Cassie, ¿pretendes que te crea esa mentira? Tú y ese muchacho no pueden ni verse. Todo el tiempo se están gritando.
Tomo un panecillo, y lo mastico. —Si no me crees, pregúntale a él —me mira—. ¿Ya se fue Darsy y su mamá?
—De eso quería hablarte, Darsy y mi hermana se quedarán un tiempo con nosotras, no están bien de dinero y les ofrecí quedarse. Si quieres verlas están en la habitación que está al lado de la mía. Están con Yulian.
—Pudiste consultarme antes, ¿no crees?
—Consideré que te iba a alegrar, se llevaban muy bien antes. ¿Qué pasó con ustedes? ¿Por qué tu odio hacia Darsy y su mamá?
No la dejo hablar y salgo furiosa de la cocina. Solo quieren vivir con el dinero de mamá, y lo que me dejó papá, pero haré lo posible para que salgan de mi casa. Si una vez las dejé atrás, ahora que no me importan será más fácil. Las destruiré si es posible.
Me tomo una pastilla de anfetaminas y me echo un trago de alcohol en la boca. Coloco música. Me tiro en la cama quedando boca arriba, siento los latidos de mi corazón cambiar de ritmo. Se siente muy bien estar lejos del mundo real, se siente mágico. Cierro los ojos y veo cómo papá me abraza y me dice que todo estará bien, que pronto estaremos juntos.
Saco mi celular para mandarle un mensaje a Emilio.
•Mensaje.
—Te necesito conmigo, ¿puedes venir? Quiero que me abraces y me digas que todo estará bien. Que sin importar la tormenta, el arcoíris siempre estará ahí.
Envío el mensaje, y justo ahí, me doy cuenta de que por estar bajo el efecto de esas pastillas le he mandado el mensaje a Gales y no a Emilio como yo quería. ¡Carajo!
—Ashley Lancaster—
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¿Y si no te vuelvo a ver? ©
Roman pour AdolescentsAún recuerdo aquella vez que te miré por primera vez, no sabía nada de ti, y aun así, no sentí miedo de estar a solas contigo en aquel lugar. Nunca imaginé que ese sería el comienzo de mi destrucción: y fue el comienzo de un amor que quebró cada ped...