38. Tú no me gustas

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¿Y si no te vuelvo a ver?

Capítulo 38.

—Gales Jurek—

Por supuesto que no le conté nada acerca del beso que me dio Zenda en el hospital. De igual manera, no fue la gran cosa, pero tampoco esperé que justo hoy se lo dijera a Cassie. Lo peor de todo es que Cassie hace como si nada, no sé si tener miedo por lo que me dirá o hacer como si nada y olvidar lo que dijo Zenda.

Es muy complicado todo esto.

Nos reímos demasiado en la feria, los chicos no dejaban de hablar cosas sin sentido. Nos divertimos y ganamos muchos premios. Pasamos un día agradable.

—¿Cómo está eso que te besaste con Zenda? —Se me acerca mi hermano y los chicos. Cassie está a unos pasos de nosotros hablando con Anne, ella parece triste después de una llamada.

—No fue un beso, fue algo de un pasón cuando estaba en el hospital por lo de la crisis. Pasó antes que ustedes llegaran.

—Eres un cabrón, mira que decirle a Cassie. Yo hubiera tomado a Zenda por las greñas y la estuviese paseando por las calles desnuda —Mia toma de su agua—. Fuerte este caso.

—No le dije nada, como es Cassie me hubiera mandado a volar.

Ernesto bufa. —Está fuerte. Cassie se mira muy tranquila, estará planeando cómo matarte —se ríen—. Hablando en serio, me preocupa verla tan calmada después de enterarse de que te besaron.

—Despídete de tu pene, hoy no existirá más —bromea Emilio—. Mi prima no deja pasar una.

—¡Oremos por el alma del pene de Gales!

Gritan las chicas en unísono y los demás sueltan la risa. Cassie y Anne se nos acercan. La miro y ella a mí. No aguanto más la incertidumbre y la alejo de los chicos para hablar.

—No me besé con Zenda, cuando estaba en el hospital ella fue a verme y antes de irse rozó sus labios con los míos. Ya sé que debí decirte, pero no quería que termináramos peor —sigue en silencio—. ¡Ya di algo! No sé si vas a explotar o solo planeas cómo matarme.

Me sorprende cuando suelta una risita.

—Yo estaba en el hospital ese día, escuché y vi todo. No quise entrar porque pensé que sobraba.

Asiento.

—Y no estoy planeando cómo matarte, Jurek —se vuelve a reír—. Soy mala, pero no tanto.

—Tú nunca sobras. Yo quería verte ese día, me sentía abrumado.

Hace silencio. Se acerca, toma mi mano y se coloca en puntillas para darme un suave beso en los labios. —Yo también quería verte, pero no pude. Algo en mí sabía que no me ibas a recibir de la mejor manera, sabes que los dos somos muy orgullosos.

Resoplo, mirándola —A veces me confundes un poco, actúas como si te importara y al otro día como si todo te diera igual. Eso me confunde mucho.

Se queda mirándome fijamente y su sonrisa se borra.

—Solo hay una adicción más fuerte que toda la porquería que me meto. Y eres tú. Y no sabes cómo odio que sea así, porque prácticamente puedes destruirme hasta con unas simples palabras que me hagan sentir que no soy importante para ti. Drogarse es más fácil que amar. Y vaya que enamorarse duele.

—¿Tú estás enamorada de mí, Irving?

Se pasa las manos por la sien.

—Sí, y es detestable sentir algo tan fuerte por ti, porque muy en el fondo sé que le perteneces a ella y lo sabes. Y no te molestes en negarlo, eso no cambia nada.

¿Y si no te vuelvo a ver? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora