1. La chica del bosque

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¿Y si no te vuelvo a ver?

Capítulo 1.

—Gales Jurek—

—¿Te has fijado en la nueva vecina? —Llevo horas estudiando para un examen y mi hermano estaba demorando en hablar sobre la nueva vecina que, a decir verdad, no la he visto—. Es muy simpática.

—No me digas, ¿cuerpo esculpido, kilos de maquillaje, senos grandes, alta y la típica chica que los vuelve locos a todos?

—Enana, muy delgada, sin maquillaje y no vuelve loco a nadie más que a su mamá —giro mi silla para poder verle la cara, cómo es que sabe todo eso si apenas están llegando—. La miré discutir con su mamá —me aclara, al mirar mi cara.

—Eres el vivo ejemplo que los hombres también somos chismosos.

—Iré con mamá a darles la bienvenida, ¿vienes? —Niego con el lápiz que llevo en medio de mis labios—. Si te dijera que la chica es hermosa, ahí sí vendrías.

Bufo, con una sonrisa. —Solo no me interesa conocer a los nuevos vecinos, eso es aburrido. Cierra la puerta cuando salgas.

—Qué raro puedes llegar a ser —me tira uno de mis libros y lo alcanzo.

—Raros nuestros nombres y apellidos, y míranos, aquí estamos mejor que nunca.

A veces creo que mamá estaba enojada con medio mundo cuando escogió nuestros nombres, porque sí son muy extraños, y a eso hay que sumarle nuestros apellidos. ¡Nos castigaste, Dios!

Vuelvo a la laptop para seguir estudiando, y ya no puedo concentrarme. Quiero ir a mirar cómo son mis nuevas vecinas, pero tampoco es algo que haga cuando llegan personas nuevas. Me levanto de la silla y me coloco una camisa, saldré a caminar al bosque que está a unos minutos de aquí. La mayoría de tiempo hay mucha gente, pero parece que nadie estuviera allí, por el silencio.

Mamá no sabe que vengo aquí. En realidad, ella es muy tranquila, pero piensa que en estos lugares puedo encontrar cosas desagradables: todavía piensa que soy un niño. Me adentro al bosque y, nunca he sido de pasar los límites permitidos, pero hoy quiero hacerlo.

Me quedo quieto cuando me doy cuenta de que en uno de los troncos que hay en el suelo, está una chica sentada. Bajo la mirada y a su lado tiene unas bolsitas pequeñas con algún polvo blanco; Cocaína. Sin querer piso una rama logrando que se quiebre, y la chica se levanta de golpe. Me mira como si estuviera enojada y su cara luce muy pálida, tiene unas ojeras terribles, y sus labios parecen pálidos.

—No deberías consumir eso —le señalo la bolsita en su mano y la guarda en el bolsillo de su sudadera deportiva—. Cada vez que consumes alguna droga vas matando tus neuronas.

No la veo cambiar su expresión de enojo, y me pasa por el lado sin decir una sola palabra. Parece cansada. Me voy detrás de ella, sin saber quién es o de dónde salió. Puede que me haga daño, después de todo, debe ser una adicta, pero quiero saber por qué hace tal cosa si esas sustancias solamente nos dañan.

—¿Por qué consumes? —Sigo su paso rápido, intento tomarla del brazo y me empuja—. Oye, no te quiero hacer daño.

—No me vuelvas a tocar, y ya deja de seguirme.

—¿Te doy miedo?

—No.

—¿Entonces?

—Solo no me sigas, me estresas.

«Pensará que soy algún psicópata».

Me quedo inmóvil y ella sigue su camino, no entiendo adónde va, si se sigue adentrando al bosque. La chica no creo que sea del pueblo, a pesar de su ropa húmeda y su cabello vuelto un lío, parece de alguna ciudad que no es por aquí cerca.

¿Y si no te vuelvo a ver? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora