Once

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-Ya puedes salir.-Le avisé a Jack en cuanto mi padre abandonó mi habitación.

-Oye, siento lo de tu madre.-Se sentó junto a mi en la cama y de reojo vi que me miraba.

-Ya no importa, fue hace mucho.-Ya casi no me importaba que me dieran sus condolencias, sólo me importaba cuando la ofendían o algo así.

-¿Puedo saber cómo ocurrió?.-Asentí en silencio.

-Había una fiesta.-Comencé.-Mi madre no estaba de acuerdo en que asistiera, pero era de mi novio, no podía faltar.-Él soltó una leve risa.-Le contesté muy feo, le grité, hasta le dije que deseaba no haber nacido o que ella no fuera mi madre. Ella me mandó castigada a mi habitación y un poco antes de que la fiesta comenzará decidí escaparme.-Volteé a verlo, estaba atento a mis palabras.-Mi madre me llamó varias veces al celular después de algunas horas de haberme escapado, claramente nunca contesté, mi padre no estaba en la ciudad y resultó que no era mi madre quien me llamaba.-Él fruncio el ceño.-Alguien había entrado por la ventana que dejé abierta.-Las lágrimas comenzaron a sentirse en mis ojos.-La tenía amenazada y pedían dinero, pero como yo jamás respondí las llamadas, la mataron y se llevaron todo.-Jack pasó su brazo por mis hombros.-Todo fue mi culpa, al llegar vi huellas de sangre por el pasillo, abrí la puerta de la habitación de mis padres y vi a mi madre tirada en el suelo con una bala en la cabeza.-Concluí.

-Acacia..lo siento, es..¡Dios!.-Jamás le había contado a alguien sobre esto, ni a mis amigas, ni a nadie. Sólo papá sabía, mis abuelos y, pues ahora, Jack. Claramente él no sabía ni que decirme.

-Entiendo.-Le dije al ver que se había quedado trabado.

-Te dejaré dormir, nos vemos mañana.-Besó mi cabeza y se levantó.

-No te vayas, quedate conmigo.-Tomé su mano y él me miró con ternura.

-Yo..-Se rascó la nuca nervioso.

-Por favor Jack, hemos estado juntos; desnudos, podrás tenerme con ropa.-Él río al igual que yo.

-¿Qué tal si quiero no tenerte con ropa de nuevo?.-Preguntó pícaro y levantando una ceja.

-Prometeme que seré la única, que siempre estarás ahí para mi.-Me puse de pie y él limpió las lágrimas que estaban en mis mejillas.

-Siempre serás la única y siempre estaré para ti, no importa que...-Besé sus labios y él correspondió a los segundos.

Hice que él caminará de reversa, chocamos con la puerta y coloqué el seguro, ahora él me llevó de reversa hasta mi cama y me dejó caer lentamente. Se quitó la camiseta y me sonroje levemente, me he estado volviendo una zorra. ¿Pero para qué mentir? Jack me traía loca. Cada uno de sus besos por mi cuello hacían que me retorciera de satisfacción, era increíble lo que Jack me hacia sentir.

-Acacia.-Habló, no habíamos llegado a nada más que a besos y caricias.

-¿Si?.-Pregunté, mirándolo. Ambos establos sentados en la cama uno frente al otro.

-¿Qué somos?.-Preguntó, me encogí de hombros.

-Unos tontos.-Reímos por mi respuesta.

-Hablando enserio, ¿somos..novios? ¿follamigos?.-Volví a levantar mis hombros.

-Si mi padre se llega a enterar, te matará y después a mi y así hasta que no quede rastro de ambos.-Negé con una mano en mi cabeza, me dolía la cabeza.

-Lo sé, pero no se enterara.-Dijo muy seguro.

-¿Por qué estas tan seguro?.-Pregunté estirando mis piernas.

-Porque no somos tan tontos.-Él acarició mi pierna con su mano, subiendo y bajando lentamente su gruesa mano por mi delicada pierna.

-Tienes razón.-Dije recargandome sobre mi codo izquierdo.

-¿Esa es tu pijama?.-Preguntó señalándome, aún seguía con el shorts de mezclilla y una blusa casual.

-Claro que no, ¿qué hay de ti?.-Pregunté, él observó sus vaqueros.

-No, tenemos que dormir; debemos ponernos la pijama.-Se levantó de la cama y me besó. Eramos algo así como amigos con derecho. Me levanté y caminé hasta mi peinador, ahí guardaba mi ropa.

-¿Podrías voltearte?.-Pregunté, él río.

-¿Estás bromeando?.-Sinceramente no estaba bromeando, pero pensándolo bien ya nos habíamos visto desnudos.

Quité mis shorts lentamente, jugaría con Jack un poco, después me saqué la blusa, sentí sus manos en mi cadera cuando mi blusa estaba a punto de salir, terminé de quitármela completamente.

-¿Qué haces?.-Pregunté, si me sentía un poco incómoda.

-Eres mala, ¿por qué me haces esto?.-Su voz cerca de mi oído me hacía temblar.

-¿Hacerte qué?.-Pregunté, dándome la media vuelta y quedando frente a él.

Pude ver su bien tonificado torso, sus brazos marcados y que no traía puestos sus jeans. Portaba una pequeña cadenita color oro con una cruz, tomé la cadenita y observé la cruz, él me miró atento.

-Mi abuela me la obsequió cuando tenía quince.-Habló sobre la cadena.

-Es muy linda, ¿qué significa?.-Tenía unas palabras grabadas en lo que parecía Italiano.

-El mundo en mis manos.-Respondió, él quitó las manos de mi cadera y se quitó la cadena.-Quiero que tu la portes.-La colocó al rededor de mi cuello.

-No podría.-Dije viéndola, no la portaría, era muy importante para él.

-Acacia, tú eres mi mundo.-Terminó e abrochar la cadena y sonrió.

-Gracias Jack.-Sonreí también y lo abracé.

-Usa mi camiseta.-Él se agachó por la camiseta que había tirado momentos antes al suelo e mi habitación y me la tendió, tomé la camiseta y me la coloqué; un olor a cigarrillo inundó mis fosas nasales.

El chico del 206 | Jack GilinskyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora