Yo te prometo

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Su amor. La fuerza que le alzaba a seguir... Un recuerdo. Ahora solo es un recuerdo.

Le pesaban los ojos, se sentía cansada, agotada, sudorosa y ni hablar del dolor... Un malestar desgarrador, no solo físicamente, sino psicológico también. Todo en su ser era una mezcla intensa de sensaciones, sus sentidos estaban sobre estimulados, cada ruido y palabra los sentía molestos, demasiado agudos para ser escuchados.

Quería silencio. Paz.

Ya había llorado lo suficiente cuando le entregaron a Yori en sus brazos. Llanto de felicidad, dolor, angustia. Lágrimas amargas que aún se sentían frescas en su almohada.

Su niña era tan pequeña... Se veía delicada y frágil ahí arropada en su chal. Le asustaba tocarla, temía romperla por su apariencia debilitada. Sus brazos delgados, su rostro sereno e hinchado, su pecho subiendo y bajando rápidamente, respirando ese nuevo oxígeno. Ya llevaban unas horas desde el parto y no podía creer aun que ese pequeño bebé era su hija. Ella había dado a luz una nueva vida. Una niña que había heredado su color de cabello... No podía decir mucho más. Sus facciones aun no estaban del todo desarrolladas como para identificar si se parecía a ella o a su madre. Tampoco podía ver si sus iris eran azules o negros, Yori mantenía sus ojitos cerrados y no iba a intentar tocarlos hasta que ella misma los abriera.

Su hija.

Suya.

Y de la princesa Kirari...

Le incomodaba la humedad de su almohada. Se sentó con cuidado, su región inferior aún se encontraba sensible. Tomó lo mejor que pudo a Yori, acunándola sobre su pecho con un brazo y con el otro dio vuelta la almohada empapada de lágrimas. Agradecía que las enfermeras no le dijeron ni una sola palabra cuando ella se desahogaba en ese lapsus de desbordado descontrol, la dejaron llorar libremente, ocupándose de sus deberes mientras Sayaka acunaba a su hija por primera vez en sus brazos.

Se quedó ahí un momento, tratando de olvidar ese amargo suceso. Sentía el ligero peso de su pequeña. Su rápida respiración le producía cosquillas en el cuello. Sus manitos se habían acomodado en su pecho, eran tan minúsculas...

Volvió a acomodarla sobre la almohada mirándola detenidamente. Destapó su cuerpo para verla con más detalle, examinando cada extremidad, cada dedito y trozo de piel. Su cordón aún permanecía ahí. Las enfermeras le habían comentado que en unas semanas se le iba a caer. Repasó una vez más su frágil cuerpecito asegurándose de que todo estuviera en su lugar y en buenas condiciones, suspirando algo más tranquila se inclinó a besar su frente. La arropó y volvió a recostarse a su lado sin despegar los ojos de ella.

- Sayaka-san...

Alzó la vista, encontrándose con unos ojos afligidos, parecía que sentían lástima. Apretó los labios.

- ¿Cómo se encuentra, Sayaka-san?

Desvió la vista a su niña.

- Estoy mejor... Gracias -Quizás ese "gracias" estaba demás. Que la estén mirando con esos ojos era un poco...

- ¿Necesita algo de agua?

- No, estoy bien.

- De acuerdo...

La enfermera pasó sus manos por el delantal, parecía dudar, reuniendo fuerzas para comunicarle algo que quizás no le agradaría.

- La princesa Kirari está esperando para ver a su heredera...

Sayaka no mostró ninguna expresión. Siguió concentrada en Yori.

Pasaron así unos incomodos segundos hasta que finalmente habló.

Te amo, a pesar de todo | OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora