Cuenta regresiva

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Mako disfrutaba de una excelente salud, un ánimo desbordado de felicidad con adorables risitas y grititos. Le encantaba explorar el mundo, jugar, reír, intentar gatear hasta alcanzar sus juguetes. Su vida estaba rodeada de lujos y amor. Sus madres la amaban con todo el corazón. Ya había cumplido ocho meses de vida y lo primero que tuvo que haces ante su cumple mes fue ir a visitar a Sumegari.

Mako se había resfriado. Para Ririka, al ver a su hija con fiebre y llorando de dolor, fue extremadamente doloroso. No durmió ni una sola hora durante la noche anterior, se quedó atenta a su hija hasta que amaneció y voló junto a Mary hasta la oficina de la joven doctora.

Mary intentaba calmarla diciéndole que no era nada grave, los bebés se enfermaban todo el tiempo, que era parte de su crecimiento, que la ayudaría a hacerla más fuerte. Pero nada tranquilizaba la angustia de Ririka, su hija era lo más importante y verla así tan decaída le partía el corazón. Mary tampoco podía negar que sentía su pecho adolorido por el repentino cambio en su hija, estaban tan acostumbradas a su sonrisa rosada y radiante que verla así, agotada por el cansancio de la fiebre, le preocupaba, pero no podía hacer más que intentar consolar a su futura esposa.

Porque sí, Mary y Ririka se habían comprometido.

Era algo que se veía venir. Muchos estaban felices, otros indiferentes y algunos pocos incrédulos. El pueblo se había enterado de que Mako Momobami era la hija biológica de Mary. No se sabían detalles, pero con el hecho de que la rubia reconocía a la pequeña princesa como su hija legitima era suficiente.

Mary se había preocupado de proponerle matrimonio a Ririka de la forma más romántica posible, quería que ese momento permaneciera en la memoria de ambas.

Una tarde, bajo el gran árbol de cerezos donde pasaron sus más preciados recuerdos, la rubia se recostó en la hierba junto a Ririka y Mako. Mary, aprovechando la distracción de su novia en cuidar de que Mako no aplastara la cola de Nozomi, buscó entre sus ropajes una pequeña bolsa de seda con el nombre y apellido de su amada bordado en blanco. Besó el pequeño obsequio como un ritual de suerte, intentando calmar los latidos de su corazón.

Estaba nerviosa y no sabía por qué. Quería que las cosas salieran bien. Se quedó quieta unos segundos observando el regalo, buscando las palabras más adecuadas, intentando calmar el temblor de su mano. Pero todo fue en vano cuando escuchó esa voz tan melodiosa hablándole.

- ¿Qué es eso, Mary?

Inmediatamente la rubia se sobresaltó, por inercia escondió la bolsa en su espalda observando a Ririka con los ojos como platos. La albina tomó a su hija en brazos y alzó una ceja sin comprender su acción.

Mary se dio una palmada mental por su estupidez.

- Yo...

Ririka la observaba atentamente, esperando alguna respuesta de su parte. No era capaz de darse cuenta de que la rubia había quedado en blanco viendo su figura. Su imagen se veía celestial bajo el árbol de cerezos cargado de pequeñas flores rosadas, el cielo despejado, una suave briza moviendo esos cabellos finos y platinados. La hermosa albina abrazada a su hija permanecía ahí, tan natural como siempre, sin percatarse que Mary ocultaba en su espalda lo que significaría su unión matrimonial.

Aclaró su garganta. La rubia había olvidado todo lo que quería decir.

- Yo... Esto... -Extendió las manos aun con los ojos fijos en ella- Esto es para ti...

Ririka sonrió enternecida por la sorpresa de un regalo inesperado. Haciendo una reverencia de agradecimiento estiró su mano para observar la bolsa con lujo de detalle, pasando su pulgar por el bordado comprobando que era de excelente calidad.

Te amo, a pesar de todo | OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora