Sin darme cuenta

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Ririka bostezó largamente, sus ojos lagrimaron debido al cansancio. Acababa de almorzar así que se sentía algo somnolienta, acarició su vientre y apretó los labios para seguir con sus deberes, no le tomó mucha importancia hasta que escuchó la voz de su amada guardaespaldas.

- Ririka-sama ¿No quiere descansar un poco? -Mary se acercó a su escritorio ofreciéndole su mano.

- N-no... Estoy bien.

La samurái entrecerró sus ojos y estiró los labios hacia un lado mirándola sin creerle.

- Esta mañana también se mostró cansada, parecía que ni siquiera escuchaba a Sumeragi.

Ese mismo día había recibido la segunda visita de la doctora en su cuarto, el mes había pasado volando. Nuevamente todo iba sobre ruedas, su bebé crecía sanamente en su vientre. Ahora, de hecho, estaba más abultado. Mary estuvo atenta a las acotaciones de la doctora prometiéndole hacerle caso en todo. Hasta el día de hoy cumplía al pie de la letra las exigencias de la primera cita. La llevaba a pasear por el pueblo, le recordaba tomar agua, le ayudaba con las tareas pesadas de su trabajo y la regañaba indirectamente cuando no quería descansar.

Parecía una esposa preocupada provocando un evidente nerviosismo en la albina. Mary lo notaba, pero lo atribuía a la ausencia de su máscara haciéndola una chica tímida y vergonzosa.

La relación entre ambas había mejorado, ahora Ririka se abría un poco más a ella, conversaban con naturalidad cuando salían a caminar y se reían amistosamente de las inocentes torpezas o bromas que cometía Mary para alegrarla.

Recordaba la vez durante un día largo y estresante en su trabajo cuando una empleada le llevó a su oficina unas naranjas acompañadas de un cuchillo para que comiera en la tarde. La albina las observó y pensó en darle una a Mary, llevaba todo el día vigilante como siempre. Sabía que debía sentirse cansada.

Así que tomó una y se la ofreció tímidamente a la rubia quien la recibió agradecida y se dirigió a la puerta dándole la espalda para vigilar el pasillo desde el umbral. Ririka se dio cuenta tarde de que no le había pelado la naranja entregándosela con cascara y todo por su nerviosismo. Quería ayudarla con eso así que respiró hondo para llamarla suavemente.

- Emm... Saotome-san...

Esta giró la cabeza hacia ella y Ririka levantó las cejas sin entender lo que veía.

Mary tenía una cascara de naranja en su boca simulando unos dientes afilados, como un monstruo. Al notar el silencio de la albina se sintió estúpida e intento quitárselo mirando el suelo avergonzada, se detuvo al escuchar un suave chillido de la chica. Al alzar la vista quedó embelesada.

Ririka intentaba aguantar la risa tapándose la boca con la cabeza gacha, sus mejillas estaban adornadas de un tenue rosado, le era imposible disimular la gracia que le había provocado aquella acción. Sufrió de un ataque de risa incontrolable, golpeaba suavemente la mesa mientras intentaba disculparse con Mary.

Se veía hermosa.

Pestañó un par de veces y reaccionó uniéndose medio confundida a las carcajadas de la chica. Ese truco con las naranjas lo hacía a veces con los niños del pueblo, les encantaba. Pensó que sería divertido para la albina, quería animarla un poquito durante sus horas de trabajo, sabía que no tenía por qué hacerlo, era estúpido, pero siempre la veía muy seria o triste. No le gustaba eso. Así que aprovechó la oportunidad para sacarla de su rutinario día a día y no se arrepintió.

Desde ahí Ririka se sentía con más confianza hacia ella, conversaban abiertamente y se notaba menos temerosa al acercarse a la rubia. Debía admitir que aun no podía tocarla sin desfallecer, pero fuera de eso estaba perdiendo su retraída actitud.

Te amo, a pesar de todo | OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora