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La noche en el albergue fue fría, oscura e incómoda

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La noche en el albergue fue fría, oscura e incómoda. Pero, para Lu fue como una cuna acolchada. Era mejor aquel lugar a comparación al colchón mugriento y fino del suelo de su pesadilla en Uxbridge. Además, nadie la había lastimado. Tuvo varias pesadillas; la muerte de su madre, el abandono de su padre y la peor: los golpes inhumanos de aquel hombre que se había adueñado de ella cuando su madre falleció.
Durmió en una habitación de cuatro camas dobles, todas mujeres y algunas con bebés.
Lu conciliaba el sueño cada hora de por medio, viendo atentamente el reloj enorme que marcaba las cinco de la mañana. No quería quedarse dormida y llegar tarde a su primer día de trabajo. Aún no sabía como iba a asearse para ir, así que a las seis de la mañana se levantó de la litera y salió de las habitaciones. Vió al final del pasillo una puerta con un rótulo blanco escrito en marcador la palabra “Donaciones”. No dudó en acercarse, tal vez alguien ahí podría ayudarla a encontrar un baño donde lavarse la cara siquiera. Una mujer de cabello castaño recogido en una coleta bostezaba detrás de un mostrador.
Se notaba que apenas había llegado, el día comenzaba.

—Hola— dijo la mujer.

—Buenos días— le contestó Lu mientras se acercaba.

—¿Cómo te llamas? No te había visto por aquí— frunció el ceño. Se sentó frente al mostrador y sostuvo su rostro apoyado sobre sus manos.

—Me llamó Luna, vine anoche... ¿Aquí es dónde vienen a donar cosas?— dijo Lu viendo hacia las espaldas de la mujer.

Varios cestos, cajas y repisas contenían ropa, juguetes y zapatos a montones.

—Si, son las donaciones para el albergue. Dime ¿Qué necesitas?— le ofreció una sonrisa.

Lu no estaba acostumbrada al gesto. Pensaba que todo el universo se regía por las reglas de su propio mundo de dolor.

—Sólo tengo el vestido que traigo puesto— susurró Lu.

—Pues, ven. Encontraremos algo para tí— aseguró la mujer.

Lu rodeó el mostrador y miró las enormes pilas de ropa.

—Verás, mi trabajo junto con otra chica es dividir la ropa por tallas, así es más fácil regalarla a los que la necesitan —la mujer miró a Lu de pies a cabeza y asintió. Caminó hacia una pila y extendió algunas piezas— Esto te quedará— le extendió un par de camisas.

—Gracias— las tomó tímidamente.

—Toma, lo que no te quedé lo traes de vuelta para alguien que si pueda usarlo —le acercó un par de pantalones— Y estos— le dio un par de zapatos negros sin tacón.

—Muchas gracias. Una pregunta ¿Aquí dan de comer?

—No, pero en la otra calle hay un comedor social. Te hago una pequeña constancia con la firma de este albergue y tendrás los tres tiempos de comida asegurada— le sonrió.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora