•Luna Valente•
Era todo un conflicto conmigo misma, cuanto más intentaba alejarlo, él estaba más cerca. Era lo más degradante que había visto, incluso más que mis asquerosos años de masoquismo.
Anclada al sentimiento que me hunde sin disolución. Estaba perdida antes de llegar aquí, así que esto no puede ser peor. Después de todo, que Simón se haya casado no es tan injusto, yo tuve una hija con alguien que no era él, su vida también era tan importante como la mía. Aunque haya otra persona que no lo considere así.
—¿Tienes idea de lo que haces?— me preguntó Itzitery inclinada en la barandilla de la escalera. La noche retumbaba en mis oídos como un zumbido ensordecedor.
Apenas iluminaba una débil luz tenue que se desprendía de la lámpara de su lado. Ella no estaba de acuerdo con mi decisión, y era muy consciente de ello. Ella nunca había apoyado ninguna de mis decisiones y si por una vez le hubiese hecho caso tal vez no me encontrara donde estoy ahora. Itzitery, la demente más cuerda que he conocido. Cuanto hubiese deseado obedecerla cuando me pidió no acercarme a Simón, o cuando me dijo donde estaba y me dijo que no lo dejara ir... Y yo no le obedecí. Si algo he aprendido de ella, es que un Lí cuando se enamora es capaz de todo y sólo una idiota podría dejarlo ir. Y claro, él está enamorado, aunque ya no sea de mí y por eso no me atrevería a intervenir. Él está muy lejos y era mejor que yo no supiera exactamente dónde.
—No, nunca tengo idea— musité tragando con dificultad.
Su mirada acusadora me penetraba la piel como un millón de alfileres agujerando cada una de las partículas de mi corazón.
Le debía mucho, después de todo, por mi culpa ella perdió a su hijo y sabía que tarde o temprano yo debía marcharme, porque Simón no iba a aparecerse por ahí mientras yo estuviera presente. Todo el deseo y amor que me tenía se había esfumado como vapor en el verano. Y no era el único, yo también estaba cansada del amor y no podía volver a sentir lo mismo por él. Ya no.
—Entonces, para— masculló, demandante.
Una vez más no obedecí a sus órdenes y continué haciendo mis maletas y las de Mégane. Me pregunte donde estaría ella. Claro, con Cathy. Al menos ya no había psicópata alguna que raptara a mi hija. Bufé una sonrisa por lo bajo al recordar a Daniela. Ella primero había robado lo que más amaba y ahora se había quedado con lo mejor del pastel; Simón.
—Para, he dicho— me ordenó Itzitery en un tono más fuerte.
Ella ya no me intimidaba, para nada. Ahora nadie me intimidaba. Si, tenía la tendencia de siempre tomar las peores decisiones, pero no me arrepentía de nada. Al menos todo esto era mejor que ser golpeada por un borracho. Maldito. Sí, es lo que era, pero Matteo no debió vengarse por mí. Estúpidos ricos, un fianza de medio millón y Matteo Pasquarelli sale libre de matar al hombre que me torturó por años en su absurdo intento de enamorarme.
Corrí el cierre de la maleta y la coloqué en el suelo. Dirigí la mirada hacia la mujer que ahora se encontraba a mi lado.
—Me has quitado a mi hijo, ¿también a mi sobrina?— gruño.
Si pensaba que con eso iba a hacerme cambiar de opinión, era el día de la decepción de Itzitery.
—No vivo en dependencia de lo que te pase. Ni tus órdenes ni tus intentos de hacerme sentir culpable harán que cambie mi decisión. Ahora, apártate.
Itzitery murmuró una blasfemia en voz baja y se apartó. Ya estaba harta de vivir con Itzitery, soportarla sólo por la estúpida idea de que Simón volvería. Ya era hora de madurar, maldita sea.
Salí de la casa dejando las maletas dentro, debía buscar un par de cosas en casa. Me adentré en la penumbra hasta que llegue al pequeño umbral de la casa de Matteo, la que un día había sido mi hábitat. Tuve que tocar la puerta. Nada de lo que era es.
Matteo, con sus ojeras y su cabello despeinado abrió la puerta y me estrechó entre sus brazos al verme.
—Has vuelto— suspiró contra mi cabello.
—Si.
—¿Por qué no la has traído?— me tomó de la cintura y entramos en la casa.
—Está jugando con Cathy. ¿Ya tienes listo el equipaje? —levante la vista hasta sus diamantes plomos que brillaban en la oscuridad. Acaricié con las yemas de mis dedos bajo sus perfectos ojos, justo en las pequeñas sombras violeta bajo ellos— Te dije que durmieras.
—No me apetece dormir en una cama donde no estás —metió mis dedos en su boca y los chupó uno a uno— Moscú va a encantarte. Mis padres siempre iban de jóvenes.
—Pero no voy a entender nada.
—Para saber lo que quiero decirte no necesito hablar— sonrió y unió sus finos labios con los míos.
El dulce sabor de Matteo en mi boca era mi sensación favorita en todo el mundo. Y parecía que el mío también le parecía igual de agradable. Su mano recorrió toda mi espina dorsal.
—Hora de irnos— me aparté de él con cuidado.
—Podemos irnos en la mañana— susurró besando mi cuello.
—No, nos iremos ahora.
Matteo suspiró y me sonrió.
—Iré por el auto— plantó un beso en mi mejilla y salió por la puerta de atrás.
Salí de la casa y caminé de regreso a la mansión Lí. Una mujer estaba agazapada debajo de la ventana de la cocina. Se dio cuenta que yo la estaba viendo y se lanzó sobre mí. Forzajamos unos minutos en el suelo. Traté de gritar pero la voz no salía de mi boca. Sentí un pinchazo abrasador en uno de mis costados. Fue cuando pude gritar. Sentí de nuevo como me clavaba el cuchillo en la mitad de mi estómago.
Me ahogaba. No podía respirar. Un líquido caliente borboteaba en mi garganta. Traté de escupirlo y todo lo que salía de mi boca eran litros de sangre espesa. No respiraba, tosía y me ahogaba.
Me estaba muriendo.
ESTÁS LEYENDO
Malas Decisiones
FanfictionTercera Temporada de Niña Mal. •ADAPTADA• Estoy perdida, cada día más... El sol no sale por las mañanas y la luna tampoco lo hace por la noche. El frío inunda mi débil cuerpo y el desprecio sobresale de mi vida más que cualquier otro sentimiento de...