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Pasó un mes más y el amor de Lu crecía como fuente a presión

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Pasó un mes más y el amor de Lu crecía como fuente a presión. Matteo se encariñaba de a poco de la madre de su futura hija, aunque su naturaleza violenta le hacía perder los estribos de vez en cuando. Y claro, era Lu la que pagaba los platos rotos que ella no había quebrado, pero felizmente lo hacía.

Pasquarelli decidió que ya era tiempo de que Lu y Matteo vivieran aparte ellos solos, el día del parto se aproximaba cada vez más, y no iban a estar viviendo los cinco en la misma casa.

Matteo ya tenía nuevas responsabilidades y debía entenderse de ellas a toda costa. La construcción de una casa comenzó a correr en el lado oeste de los prados, al lado de la de Gastón y Nina. Mientras, Pasquarelli decidió que ambos podían vivir en el apartamento de él.

Lu y Matteo se instalaron en el nuevo apartamento. Ambos estaban de maravilla. Se sentaron en el sofá frente a la televisión para ver un programa clásico. Lu se
recostaba en el pecho de Matteo mientras este acariciaba su cabello. De repente, Matteo halo un mechón de su cabello. Lu alzó la mirada hacia el rostro sonriente de Matteo.

—¿Tienes algo de qué quejarte?— le preguntó Matteo.

—Nada— negó con la cabeza.

—Recuéstate —se apartó— Quiero hablar con mi hija.

Lu se recostó en el sofá y Matteo se arrodillo frente a ella en el suelo. Levantó el vestido floreado de Lu y comenzó a acariciar su vientre abultado. Tenía una barriga realmente grande para una bebé de seis meses. Matteo plantó su oído en la barriga y cerró sus ojos. Lu comenzó a acariciar el cabello negro ahora largo de Matteo.

—Hola, preciosa, adivina quién es —susurró— ¿Está dormida? —le preguntó a Lu—, es que no me contesta.

Lu se encogió de hombros con una sonrisa.

—O es que le gusta demasiado tu voz que quiere que sigas hablando— comentó.

Matteo parpadeo un par de veces y regresó sus labios a la piel de Lu, comenzó a plantarle besos suaves. Se estiró hacia los labios de Lu y besó sus labios con suavidad. Ella sentía como la bebé comenzaba a moverse.

—La bebé se despertó, le gusta cuando me besas— susurró Lu contra sus labios.

—A mí también me gusta cuando te beso— contestó Matteo.

—Y a mí me gusta que me beses.

—En ese caso, todos salimos ganando —ambos sonrieron— Si eso le gusta, creo saber qué cosa le encantará aún más— se puso a horcadas sobre ella sin poner ni un sólo gramo de su peso sobre su cuerpo.

Se besaban intensamente mientras Matteo se deshacía por completo del vestido de Lu. Ambos se encontraban en la cama amándose y deseándose entre sí. No había momento más feliz en la vida de Lu que ese. Se sentía en su propio paraíso, Matteo era lo mejor que le había pasado, según ella.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora