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(DOS MESES DESPUÉS)

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(DOS MESES DESPUÉS)

—¡¿Qué esperas?! ¡Por Dios!— gritaba Matteo.

—¡Matteo, no le grites!— pedía Lu.

—¡Ya es suficiente con que lo dejáramos venir con nosotros! Y no me digas lo que tengo que hacer.

—¡Ya llegué!— saltó Simón del tercer escalón.

—Simón, te advierto que te comportes, ¿me entiendes?— lo amenazó Itzitery.

—Para eso voy yo.

Gastón levantó la mano.

Nina, Gastón, Matteo, Simón y Lu salieron en el auto. Era el día del chequeo semanal de Lu. Simón insistió tanto a su abuelo en asistir que no pudo negarse y aceptó que los acompañara. El auto era el lugar más incómodo para ir en la situación de Lu. Su barriga ya se notaba y le tocó ir en la parte de atrás con Simón y Matteo. Gastón conducía y Nina iba a su lado. Matteo no desaprovechó la ocasión para marcar territorio y poder restregarle en la cara a Simón lo que él poseía. Rodeaba a Lu de la cintura y dejaba caer su mano sobre la pierna de ella. Lu recostaba su cabeza en el hombro de Matteo. Y Simón, bueno, Simón iba haciendo mal trío con los puños cerrados. No sabía cuánto más iba a soportar esa posición.

—¿Ves? Te dije que te iba a gustar— comentó Lu hecha sonrisas.

Matteo y ella permanecían con sus frentes pegadas.

—Sí, pensé que eran salados, pero estuvo rico— unieron sus manos y entrelazaron sus dedos en el aire.

Simón iba mirando de reojo, se cruzó de brazos y suspiró profundamente con la mandíbula apretada. Matteo había aprendido a confiar en Lu, ella nunca objetaba nada ni lo criticaba en lo absoluto. Todo lo que él hacía para ella era perfecto. Claro que, a veces él tenía sus malas rachas emocionales y recibía uno que otro empujón.

—¿Podrías conducir más deprisa?— inquirió Simón a punto de explotar.

—Nop —se burló Gastón viéndolo por el retrovisor— Te lo advertí, sobrinito.

Simón rodó sus ojos.

—Luna, es probable que hoy te digan el género del bebé. Con eso seguro ya podremos comenzar a comprar sus cosas. Estoy tan emocionada— sonrió Nina.

—Gracias por todo lo que hacen por mí— suspiró Lu.

—Ni lo menciones.

—¿Y cómo te sientes? ¿Has bebido tus vitaminas?— preguntó Simón sonriendo hacia Lu.

—Sí, no son muy deliciosas pero... ¡Auch!— no pudo terminar.

Matteo le pellizcaba del brazo.

—Óyeme, ¡¿qué te pasa?! ¡No la maltrates así!— la furia de Simón comenzó a burbujear efervescente.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora