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No le costó encontrar un autobús que la llevara al centro de Londres, estaba segura que cuando llegara, lo primero que buscaría sería una tienda de segunda mano y conseguirse algo de calzado

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No le costó encontrar un autobús que la llevara al centro de Londres, estaba segura que cuando llegara, lo primero que buscaría sería una tienda de segunda mano y conseguirse algo de calzado. Encontró un mercadillo en las afueras de un colegio. Vagó por las mesas hasta encontrar un par de zapatos que se acomodaran a su presupuesto de ocho libras. Encontró unos por cinco; no eran bonitos, estaban gastados y desteñidos, pero no podía costearse a más. Ahora, su vida estaba sin dirección alguna; no iba a pasar el resto de su vida sobreviviendo con tres libras.
Deambuló por las calles de Londres buscando alguna señal, lo que fuese que le ayudara. Tampoco sabía dónde dormiría esa noche, se sentía el frío y la lluvia también se avecinaba de nuevo. Lu miró en el suelo de una esquina a un indigente con un vaso de poliestireno con un par de monedas. Lu se acercó al hombre y se puso de cuclillas frente a él.

—Hola— lo saludó tímida.

El hombre la miró con el ceño fruncido.

—Hola— la miró de pies a cabeza.

—¿Tú duermes aquí?— le preguntó Lu.

—No, en el albergue humanitario.

—¿Dónde queda eso?— preguntó ella esperanzada.

—Frente al Postman's— respondió el indigente antipático.

Lu suspiró, su mente maquinaba ideas, pero ninguna le servía; ella nunca había estado en Londres, no conocía esta enorme ciudad, pero no podía dormir en la calle, así que consideró invertir un poco las tres libras.

—Te daré tres libras si me llevas hasta allá —lo miró esperando compasión— Sólo tengo tres— confesó Lu.

Esperaba que aquel hombre sintiera piedad de su estado.

—No pareces una vagabunda. Estás sucia y desaliñada, pero no tienes cara de callejera— expresó el hombre. Notaba un poco más de consideración hacia ella.

—Huí de casa. No tengo dinero, ni familia, nada— susurró con un nudo en la garganta.

—Yo soy un viejo y tengo que dormir en un albergue asqueroso, pero tú tienes más oportunidades— dijo el hombre interesado.

—¿Cómo?

El hombre suspiró y sonrió morbosamente.
Inmediatamente Lu se enteró a que se refería el indigente con lo de “oportunidades”.

—No— se negó rotundamente.

—Ése es el camino fácil, pero hay otro —la miró— Pero la información costará tres libras.

Lu estaba en una encrucijada, entre los juegos de un hombre aprovechándose de su ignorancia. Ella sacó las tres monedas de la bolsita diminuta de su vestido y lo puso en el vasito. El hombre sonrió con sus dientes sucios y malolientes. Si esto no le funcionaba, ya se las arreglaría para averiguar la posición del albergue.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora