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Antes de que Lu pudiese emitir palabra, Matteo se estrelló contra ella y la lanzó sobre la cama

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Antes de que Lu pudiese emitir palabra, Matteo se estrelló contra ella y la lanzó sobre la cama. Se puso a horcajadas sobre su cintura y la miró como un león mira a su presa. Lu estaba en shock, se sentía más muerta que viva. Matteo tomó en sus manos sus pechos y los presionó con fuerza y sin tacto alguno. Luego, arrugó el cuello del vestido crema de Lu y lo rompió hasta hacer una abertura que llegó hasta su pelvis. Matteo miró sediento el torso de Lu descubierto. La respiración de ella estaba agitada y su pecho se movía rítmicamente. Lu estaba insegura, y tenía cierto punto de miedo. Ella se volteó y trató de quitárselo de encima, pero él la presionaba contra el colchón.

—Matteo, quítate de encima— suplicó con la voz temblorosa.

—No. Esta noche serás mía— le lanzó una sonrisa malévola.

A Lu le agradaba la idea, literalmente, pero no la forma ni la circunstancia, así que decidió que no permitiría que él le pusiera un dedo encima.

—Eres hermosa— susurró Matteo.

—Estás borracho— murmuró.

Matteo se inclinó sobre ella. Lu sintió el roce de su cuerpo abultado sobre su torso desnudo. Los labios de Matteo rozaron los de Lu, se miraron a los ojos y Lu entró en un trance profundo.

—Pero no ciego— susurró contra sus labios.

Matteo bajó la vista a los labios rosas de Lu y los unió con los suyos. Lu recibió la boca de Matteo dentro de la suya con la más cálida de las bienvenidas. El sabor de su boca era aún más embrigador que su olor a lluvia; era una combinación de canela, miel y cerezas. Se hipnotizó con su calor y dejó que el cuerpo de su amado dominara sobre ella. Matteo comenzó a desprender suavemente el vestido de Lu de su cuerpo, una vez que este resbaló por completo hasta el suelo, Matteo tomó de la cintura a Lu y la depositó a la mitad de la cama con delicadeza. Volvió a unir sus labios y se centró en medio de sus caderas. Matteo descendió sus labios hacia el cuello de Lu, mientras ella acariciaba su cabello oscuro entre sus dedos. Matteo se deshizo de la ropa interior de Lu. Sus manos recorrían la cintura pequeña de Lu y su boca seguía descendiendo hasta sus pechos. Lu soltó un gemido suave al sentir la lengua de Matteo acariciando sus pezones. Lu jaló el cabello de Matteo obligándolo a apartarse. Él la miró a través de sus pestañas negras y largas. Ambos intercambiaron miradas, en ambas se encontraba el mismo sentimiento; pasión, deseo y sed incontrolable de piel. Matteo estiró una sonrisa oscura en sus labios y sus ojos se oscurecieron. Lu estaba experimentando una sensación imprevista y única por primera vez.

—Esto se pondrá rudo— le advirtió Matteo a Lu en un murmullo tosco.

Lu abrió sus ojos esperando cualquier cosa, e inmediatamente “cualquier cosa” sucedió.
Lu sintió como Matteo la llenaba por dentro con fuerza. Sus ojos se abrieron aún más y soltó un jadeo incontrolado. Matteo hizo un gesto de dolor intenso por unos segundos y luego ensanchó aún más su sonrisa al escuchar tal sonido. Volvió a embestir contra ella con más fuerza y Lu repitió el jadeo aún más fuerte. Matteo volvió a hacerlo una y otra vez, Lu presionó sus dedos en el cuello de él. Los movimientos eran fuertes y violentos, pero Lu ya estaba acostumbrada a que la tomaran de esa manera, aunque esta fuera la primera vez que lo hiciera a su voluntad. Las sábanas comenzaron a arrugarse cada vez más. Matteo tomó las manos de Lu y las presionó contra la cama a los lados de su cabeza. Comenzó a mover su pelvis contra la de Lu con mucha fuerza, ella comenzó a soltar gemidos fuertes y desgarradores. Matteo soltó a Lu y la volteó como si se tratase de voltear un panqueque del sartén, separó sus piernas y entró en ella una vez más con fuerza. Lu presionó la almohada con sus uñas y Matteo se acostó sobre su espalda sin dejar de hacer sus movimientos bruscos y toscos.
Lu sintió como el calor se deslizaba por cada rincón de su pelvis. Un fuego intenso que concentró dentro y luego Matteo la soltó. Sólo había durado menos de treinta minutos, todo había sido tan rápido y ligero. Directo. Matteo se recostó al lado de Lu con la respiración agitada y la miró. Ella estaba en shock todavía.

—No tienes idea de lo que acabas de hacer— susurró Matteo.

—¿Y tú sí?

Matteo negó con la cabeza.

—No, pero quiero volverlo a hacer— pasó su mano sobre la espalda de Lu.

—Matteo, esto no está bien— dijo Lu contra sus instintos.

—No finjas, Lu. Sé como me miras cada mañana, sé lo que piensas cuando tus ojos merodean mi cuerpo a diario, veo tus piernas temblar cada vez que me acerco a tí y sé lo que sientes cuando recuerdas que sólo tus divinas manos —tomó las manos de Lu y miró sus dedos a los de ella—... Son las que me dan de comer.

—Matteo, yo...

—Sé lo que dirás, Lu. Mejor demuéstralo con tu cuerpo— la tomó de la cintura y la subió a su torso.

Matteo jaló del cabello de Lu con fuerza y estampó sus labios con los de ella. Acarició su espalda con fiereza y arañó su piel lastimada. Lu recordaba el dolor que había sentido cada vez que un hombre extraño la tomaba por orden del hombre ebrio. Para ella, el dolor está añadido a todo lo que se refiera a sexualidad. Matteo arrastró sus manos hasta el trasero de Lu y presionó sus dedos en el, metió dos de sus dedos en la zona de Lu y los arremetió rápidamente. Lu sentía como el placer inundaba bajó su piel como un líquido hirviendo. Soltaba gemidos agudos y el sonido era agradable para los oídos de Matteo. Él la sentó sobre su miembro y comenzó a presionar su pelvis contra la de ella elevándola y dejándola caer continuamente. El placer los inundó a ambos y cuando llegaron al clímax de sus sensaciones, ambos se tumbaron en la cama y el cansancio los dominó. Se dejaron llevar por el peso de sus párpados. Lu se acurrucó en el pecho de Matteo y ambos se quedaron completamente dormidos piel a piel y sin fuerza alguna de querer hablar. La oscuridad dominaba la habitación. Las ventanas abiertas sólo dejaban entrar la luz natural de la luna, el resto de la habitación se encontraba en penumbra. El frío comenzó a entrar por las ventanas. Lu y Matteo ya se encontraban perdidos en un sueño profundo. El ambiente helado de la noche hizo que Matteo halara la sábana bajó su cuerpo y se acobijara con ella y por consiguiente a Lu, ambos se abrazaron inconscientemente buscando una fuerte calor y permanecieron así durante toda la noche.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora