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—Quién yo acepte no es asunto tuyo— tomé a mi hija en cuanto bajó las escaleras y caminé hacia Itzitery

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—Quién yo acepte no es asunto tuyo— tomé a mi hija en cuanto bajó las escaleras y caminé hacia Itzitery.

Esta sonreía como saboreando dulce venganza. Me tomó de la espalda y caminamos hacia la puerta.

—Te arrepentirás, Luna Valente. ¡Esta misma noche estarás durmiendo en mi cama! —me amenazó Matteo mientras salía de la casa. Vi que Itzitery le ofreció su dedo de en medio a su hermano— ¡En mi cama, Luna, MI CAMAAA!— fue lo último que escuché que dijo cuándo Itzitery arrancó el auto.

—No le hagas caso, Lu, sabes cuan loco está Matteo— dijo Itzitery encogiéndose de hombros frente al volante.

—Lo sé, créeme que lo sé— suspiré.

—Mami, ¿papi Matt?— me preguntó Mégane abriendo sus enormes ojos grises.

—Matt no papi, Jaeh papi tú— le corrigió Cathy desde la parte trasera del auto.

—Silencio, Catherine— le ordenó su madre.

Llegamos al lujoso apartamento de Ruggero Lí. Todo era color rojo, negro y beige. Cuando entramos Simón daba vueltas de un lado a otro. En cuanto miró a Mégane la tomó en sus brazos y le dio un par de vueltas

—Hola— me susurró y plantó un beso en mis labios.

—Uhh mua mua Jaeh— canturreó Cathy.

—Nosotras nos vamos, si Matteo viene ya sabes, Simón— dijo Itzitery tomando a su hija en brazos.

—¡Jaeh faje, Lu!— gritó Cathy al salir.

—Yo creo que Cathy tuvo una buena idea.

Simón me tomó entre sus brazos.

—Ni lo sueñes, Lí— aparté sus labios con mis dedos entre risas.

—Seré paciente— murmuró caminando hacia la cocina.

Simón nos preparó palomitas y pasamos viendo películas toda la tarde entre besos y miraditas tontas.

—Mami, yo late— me pidió Még.

—Está bien, sólo uno porque ya es tarde y debes ir a dormir.

Mégane se levantó y corrió hacia la cocina. En cuanto la nena desapareció Simón se lanzó encima de mí y me besó apasionadamente, rodó sus dedos por debajo de mi camiseta y los presionó en la piel de mi espalda. Bajó sus manos por mi trasero y comenzó a besar mi cuello entre mordiscos.

—Simón— jadee.

—Shhh.

—¡SJ!— gritó Még.

Simón me apartó rápidamente y ambos quedamos viendo boquiabiertos a la pequeña niña que ponía sus manos en la cintura y arrugaba la cara.

—Eh, ¿encontraste el chocolate?— dijo Simón inocentemente.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora