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Por supuesto, Simón se negó a obedecer las órdenes de su abuelo, pero Itzitery le dio una sacudida pública de las que sólo ella podía obsequiarle

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Por supuesto, Simón se negó a obedecer las órdenes de su abuelo, pero Itzitery le dio una sacudida pública de las que sólo ella podía obsequiarle. Lí se mantenía cabizbajo unos pasos atrás, no podía declinar las órdenes de Itzitery, ni mucho menos las de Pasquarelli.

Ámbar permanecía negando con la cabeza llena de rabia. Odiaba ver como imponían cosas a Lu como si ella fuese la criada de todos ellos.

Lu, por su parte, no deseaba desobedecer a Pasquarelli. Para ella Ruggero Pasquarelli era como un gran Matteo Pasquarelli, y eso la obligaba a acatar ordenes al pie de la letra como un perrito faldero.

La reunión improvisada finalizó y cada quién buscó su sitio. Sólo quedaban Itzitery, Matteo, Nina, Simón, Lu y Gastón en el salón.

—No tengas miedo, Luna. Te prometo que vas a salir de esta— susurraba Simón tomando de las manos a su amada.

—Simón, ven aquí— ordenó Itzitery con la voz gruesa.

—Nos veremos más pronto de lo que piensas. No dejes que él te haga daño, por favor— le imploró para luego plantarle un beso en sus manos.

Matteo tomó a Lu de la cintura de inmediato y de un empujón apartó a Simón, desenlazando las manos unidas de Lu con él.

—¿Qué no te ha quedado claro? Tu madre te llama, ve y atiende— le preceptuó bruscamente.

—Tú no la quieres, sólo intentas fastidiarme— masculló Simón con los puños apretados. La tensión en el salón era casi palpable. El ácido deterioraba el corazón de Simón minuto a minuto, mientras Matteo disfrutaba de tan brutal acto.

Itzitery estaba a punto de caminar hacia su hijo para plantarle una bofetada por su intromisión, pero Simón caminó hacia ella antes de que sucediera tal cosa. Además, Gastón la mantenía en su sitio tomándola de los brazos.

—Muy hermoso el encuentro familiar, pero me temo que todos debemos ahuecar el ala. Nos vemos en la próxima.

Gastón trató de cortar el ambiente con una tijera.

Itzitery se soltó de sus brazos y avanzó hacia Lu con suma lentitud y precisión, como un animal a punto de devorar a su presa que se esconde entre las sombras y ataca repentinamente. Matteo esperaba a Itzitery con todo el escudo mental posible. No es que quisiera defender a Lu ante todo, pero odiaba más la intromisión de Itzitery en su vida que cualquier otra cosa. Era como la hermana insoportable y metiche de la que todos huimos. Itzitery abrió la boca para reprenderlos, cuando Matteo se le adelantó:

—¿Cómo dices, Itzitery? ¿Lily, Nico? ¿Qué más?— torció una sonrisa oscura.

A Itzitery se le cristalizaron los ojos de inmediato. Fulminó a su hermano con la mirada y sus mejillas comenzaron a temblar al igual que sus labios. Levantó la mano para abofetear a Matteo, pero él se la tomó antes y la empujó. Itzitery cayó al suelo de espaldas, y en fracción de segundos Simón se lanzaba sobre su tío. Matteo y Simón rodaban en el suelo a golpes. Lu jadeó espantada. Sintió como se destrozaba una parte de su alma a la otra. Gastón se lanzó sobre ellos dos y trató de quitar a Simón de encima de Matteo, pero este se negaba a soltarlo. Cuando por fin Gastón logró separarlos, Matteo se acercó a ellos amenazante, fue entonces cuando Lu metió su cuchara para detener el seguimiento de un enfrentamiento atroz.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora