EL FINAL DEL COMIENZO.

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"En una madrugada de luna brillante como lo es esta, con un suéter cálido e impregnado de un perfume que no me pertenece; acurrucado en una cama demasiado mullida junto al único hombre que me ha profesado amor... no puedo dormir.

Estoy seguro, lo sé, pero mis cicatrices del pasado no. Ellas me atormentan y amenazan con abrirse de un tirón; ellas hacen de mis sueños un pozo lúgubre del cual he sido incapaz de escapar en numerosas ocasiones, cuando el miedo me inmoviliza bajo las sábanas y el aire abandona mis pulmones repentinamente.

No quiero seguir callándolo. No si tus ojos me observarán llenos de tristeza cada vez que despierte atemorizado en medio de la noche, o si me juras en nombre de lo que más ames que nunca vas a abandonarme y siempre sostendrás mi rostro entre tus palmas amplias.

Cargar un peso del que has muerto por deshacerte es difícil; arrastrarlo a cuenta propia en silencio, lo es aún más.

¿Realmente vas a quedarte?

¿Serás sincero con tu corazón y el mío al prometer que permanecerás incondicionalmente?

Si tienes pensado marcharte, te lo ruego, hazlo pronto... o no lo hagas jamás.

Porque lidio con el constante temor de que abandones esta marchita alma y me deshaga cual polvo entre esos dedos tibios que fregaron mis lágrimas tantas veces.

Quédate.

Te daré todos los motivos de los que disponga, aunque para ti sean sólo migajas."

Su estado de ensimismamiento se vio alterado ante la caricia de una mano cálida en su muslo desnudo. De inmediato giró el rostro, el cual mantenía medio oculto entre sus brazos, encontrando un par de luceros cafés que lo observaban junto a una sonrisa somnolienta.

"¿No puedes dormir?" la voz grave le preguntó, envuelta en un notorio tono ronco, y tras recibir una leve negación no dudó en invitarlo silenciosamente a acostarse sobre su pecho.

El moreno cedió sin rechistar, hallando un lugar perfecto tras ser estrechado en un abrazo reconfortante. Gozó del silencio pleno, y mientras un dedo se paseaba por su sien, lo que tardó en hablar fue poco.

"¿Qué haces?" musitó, extrañado ante el inusual gesto.

Su amado sin detenerse le hizo saber:

"Mi madre decía que servía para espantar las preocupaciones."

La mueca de incredulidad en el semblante del chico fue automática al levantar la mirada, tan solo para toparse con el rostro del hombre que lo admiraba, rebosante de cariño y el cual, evadiendo cualquier comentario, aprovechó la cercanía robándole un beso.

Sus labios se coordinaron casi de manera inmediata en una danza lenta e íntima. El brazo fuerte que le rodeaba la cintura lo estrechó un poco más, y las manos delicadas se aferraron a los hombros anchos. En cuanto el beso se intensificó, aprisionó al hombre bajo su cuerpo delgado, alejándose poco después en busca de contacto visual.

Dudó, percibiendo cómo los nervios crecían en su garganta, pero los ojos pardos le brindaron la seguridad necesaria para hacerlo hablar.

"Tengo que decirte algo" le confesó en un susurro, a dos palmos de distancia. No obtuvo respuesta, sin embargo, fue capaz de percibir la atención absoluta que le dedicaba.

El dolor se reflejó en su rostro, ante la simple idea de quebrar ese caparazón por completo; de mostrarse enteramente indefenso y revelarle el motivo de sus aflicciones a alguien que no era sí mismo.

Dedos suaves le sostuvieron la barbilla con delicadeza, evitando que desviara la vista hacia otro lugar, en compañía de unas palabras dulces.

"Bebé, puedes confiarme lo que sea, cualquier cosa que te atormente" le aseguró "Nada hará que deje de quererte, ¿entiendes? Eres demasiado importante para mí."

Daisy flowers  [ZIAM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora