I/II (14) - Broma.

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Con el transcurso de los meses, Zayn fue adquiriendo una costumbre, que poco a poco pasó a formar parte de su rutina y sin percatarse de ello terminó añadiéndolo a su propio horario mental... 

*Siete de la mañana: ir a la cafetería; doce del mediodía: descanso para el almuerzo; cuatro de la tarde: segundo descanso; seis de la tarde: cubrir a Melody mientras desaparece para hacer quién sabe qué; nueve cuarenta y cinco de la noche: preparar una orden especial de pollo con patatas para Liam, que llegaba justo quince minutos después, parloteando acerca de un tema totalmente al azar, cargando una sonrisa demasiado amplia en el rostro y jamás dejando de lado su actitud juguetona e infantil, siempre coqueto y descarado. 

Últimamente se había atrapado a sí mismo pensando en ese grandulón de dos metros que aparecía en la cafetería cada noche a la misma hora, sin falta. Le molestaba la manera en la que le robaba la paz, aún si no estaba a su alrededor para hacerlo, y es que no paraba de preguntarse cuándo iba a detenerse, cuándo finalmente se cansaría de jugar y bromear, porque si una cosa era obvia para él era que Liam solo fingía perseguirlo por pleno aburrimiento. 

Nadie se fijaría en él, muchísimo menos si se trataba de un tipejo de esa clase, que ve a la mayoría por encima del hombro y va gozando de lujos que no podría tener ni volviendo a nacer. 

Los golpes duros de la vida hicieron que Zayn viera el amor como un deseo inalcanzable, algo que solo las personas guapas y suertudas tenían el privilegio de obtener. Él no era guapo; era delgado, de estatura baja, sus ojos lucían grandes para su rostro y su piel estaba quemada por el sol; tenía los labios magullados porque no renunciaba a la maña de mordérselos; además del par de ojeras que parecían un tatuaje debajo de sus párpados. 

Pero, más que nada, él no sabía cómo amar; le aterraba abrirle su corazón a alguien más y que terminaran rompiéndoselo a pedazos; depositar su confianza en una persona y que al final lo abandonaran. Ya conocía esa terrible sensación de vacío, ese dolor insoportable que cala profundo en el pecho tras perder a quien amas, y no se creía capaz de poder atravesar lo mismo nuevamente. 

Él estaba bien a su suerte y se aferraba a la esperanza de que algún día sería feliz de esa manera.

A las diez menos veinte se dirigió a la cocina, donde Ray se encontraba lavando los últimos platos sucios del turno. Abrió el refrigerador y hurgó en su interior hasta el cansancio, dándose por vencido luego de un rato tras no hallar lo que buscaba. 

"¿Ya no queda pollo?" le preguntó al chico de pelo teñido, que para ese instante ya había colocado los trastes bajo la llave. 

"Se nos agotó con las órdenes de los chicos que vinieron hace un rato" replicó mientras ordenaba los platos en el portavajilla "Pidieron doce sándwiches rellenos, y no es como si les hubiera preguntado, pero mencionaron un reto del que vomitara al último. Se veían como de quince, no me pareció extraño porque, bueno, todos hicimos tonterías a esa edad, ¿no?" se burló echándole una mirada al moreno, que en lugar de unirse a la broma pareció tornarse incómodo ante el simple comentario. 

"Claro" murmuró de vuelta, creando un silencio tenso en la cocina, el cual Ray trató de eliminar lo más rápido posible dándole un giro a la conversación en cuanto concluyó su tarea. 

"¿Quieres que te acompañe a cerrar? Últimamente te quedas solo hasta tarde" 

"Oh..." Zayn agradecía su preocupación. Ray era una de las pocas personas de su diminuto círculo social que parecían empeñadas en brindarle una mano a cualquiera que la necesitara, en simpatizar todo el tiempo y demostrar interés hacia los demás. 

Pero tenía una espinita clavada en una esquina de la consciencia que lo hizo declinar la propuesta en un santiamén. 

"... Está bien, no te preocupes, de todas formas Maritza me pidió que la ayudara con algo antes de irme." 

Daisy flowers  [ZIAM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora